Maricarmen y yo guisamos a placer, recibimos a todo el quiera venir y todavía no entiendo cómo aguanta Maricarmen tanto trajín y el trabajazo que le damos entre todos, ella es una todo terreno admirable ¡no para! Es capaz de guisar, planchar al mismo tiempo, pasar la fregona, poner la lavadora, ayudar a Miguelito con los deberes, todo eso hablando por teléfono, y encima se divierte. No es que sea multitarea, es la multitarea en sí misma.
Ay, qué bien estamos aqui ¿verdad?, es la frase que más se oye y es cierto. Entre la cocina y el jardín, pasamos el tiempo, a las ocho de la mañana saltan los aspersores, el mirlo que vive en el Hibiscus del fondo sale pitando de vuelta al nido echándonos maldiciones, seguro, y empezamos a aparecer por allí.
Somos dos grupos bien diferenciados: los que se levantan llenos de energía y los que nos arrastramos como fantasmas mientras nos acostumbramos de nuevo a la vida. Yo, mientras desayuno, sólo tengo fuerzas para decir ¡qué bonito está el Petit Versailles! Ese jardín, con su césped, sus arbolitos, sus plantas... nada que envidiar a la corte del Rey Sol, el de L'Etat c'est moi, frase que se inventó alguien y que el pobrecito parece ser que no dijo, la envidia que es muy mala.
A medida que va pasando el día, creo yo que coincidimos más o menos en esto de estar espabilados, hacia la hora de comer. Por la noche, se cambian las tornas y los que nos despertamos fatal, estamos con ganas de juerga y los que se levantan como jilgueros, se caen de sueño. Y eso que nos damos unas siestas de escándalo, no tenemos hora de despertarnos. De modo que según vamos apareciendo, preguntamos unos por los otros, más que nada por ver si seguimos siendo los mismos.
Por la noche nos reunimos otra vez todos para la cena, que nunca sabemos exactamente a qué hora será, pero siempre es una delicia, y ya en la sobremesa Maricarmen aguanta a base de microsueños, cierra los ojos unos segundos y ¡voilà! carga las pilas para otro ratito. No me digas que eso no es arte, yo no sé hacerlo... Una vez, una visita estaba hablando con todos, subió el tono de voz y Maricarmen que estaba cargando pilas, dió un repullo del quince, yo me eché a reir y a Manuel por poco le sube la tensión temiendo que dijera una de mis tonterías. Me contuve.
Esta receta de solomillo al whisky, me la enseñó Maricarmen este año, dice que en Sevilla la ponen mucho en los bares. Está buenísima.
Ingredientes.
3 solomillos de cerdo, cortados en medallones.
1/2 vaso de whisky.
El zumo de 1 limón, o 1 limón y medio.
Una cabeza de ajos sin pelar y dados un golpe.
Aceite de oliva.
Patatas.
Sal.
Elaboración.
Sellar la carne en un fondo de aceite. Salar. Reservar.
En el mismo aceite, dorar los ajos.
Verter la mezcla de whisky y zumo de limón, añadiendo un vaso de agua. Llevar a ebullición.
Introducir la carne y calentar todo junto unos pocos minutos, no dejar cocer mucho porque la carne se pondría dura.
Si queremos engordar la salsa, tostar bien un poco de harina en una sartén, añadir agua y volcar sobre el guiso. También se puede espesar con maizena.
Freir unas patatas a cuadraditos y añadirlas a la cazuela. Calentarlo todo junto y servir.
Me encanta Marisol! a ver si mañana compro los solomillos para hacerla. Como me gusta leerte.
ResponderEliminarJajaja! Gracias, Mabel. Creo que he descubierto "la cocina contada" :P
ResponderEliminarHaz esta receta, que es sencilla y está buena, aunque nunca podré medirme con tus recetas, que son de matrícula de honor.Ole!
Besitos.
Que pasada!!!! no se si me ha gustado mas la receta en sí o la forma de contarla....... pero me quedo con las dos y en Agosto? dios dirá ;-) besazos me llevo la receta y sustituiré el ajo por cualquier cosilla :-P
ResponderEliminarSi no te gusta el ajo, lo quitas o le pones lo que quieras, que tú eres una guisadora de tronío!!
EliminarBesitos, guapa