Las familias felices no tienen historia, así empieza Tosltoi su Ana Karenina y yo siempre he pensado ah, pero tienen tradiciones. Desde que éramos pequeños, mi padre nos daba el aguinaldo en la Nochebuena, teníamos que cantarle un villancico nuevo cada año. Así que aprovechábamos y aparte de felicitar las fiestas y todo eso, hacíamos alusión a las cosas que habían pasado durante el año, y asuntos similares. Nos perdonaba la música, podíamos usar la de cualquier villancico pero la letra tenía que ser original y yo pienso que lo era. Nada más empezar el mes de Diciembre, estábamos las chicas incluso ya casadas y con nuestra propia familia, diciendo a ver cuándo nos reunimos para el villancico de este año, con mucho entusiasmo. Hubo años en los que el villancico lo hicimos el mismo día 24 por la mañana, eso es procastinar a base de bien, nos hicimos expertas.
Alrededor de las siete de la tarde, nos reuníamos todos en la casa familiar, un batallón de ocho hermanos todos casados, con los niños que cuando eran pequeños los vestíamos de pastores, las panderetas, sonajas, zambombas y toda la marimorena.
Nos íbamos a ensayar al cuarto de la plancha que estaba al fondo del todo, mientras los abuelos se tomaban unos aperitivos en el salón. Cada uno tenía una copia de la letra, decíamos la música de qué villancico habíamos usado ese año y ahí empezaban los problemas ¿Y ese, qué villancico es? Hijo, por Dios, ese de "camina la Virgen pura"... Ah, pues ese no me lo sé, ya podíais haber elegido otro. Tú mueve la boca como si cantaras, que no hay tiempo para que te lo aprendas. Y cosas así, que se nos iba el tiempo en tonterías y los abuelos esperando.
Una de nosotras cantaba el villancico para que vieran cómo sonaba y ahí era cuando los peques aprovechaban para aporrear todos los instrumentos a su aire, una escandalera tremenda, pero lo ensayábamos con mucho ahínco, gritábamos los mayores para oirnos, berreaban más todavía los peques y terminábamos con un aturdimiento grandísimo. Shh, shh, que nos van a oir... Es que si nos oían, saldrían pitando por la puerta y nos quedábamos sin aguinaldo, seguro.
Al final, íbamos al salón y allí estaban papá y mamá tan contentos. Nos colocábamos todos, les dábamos una copia de la letra y aunque alguien se encargaba de dar la entrada, cada uno entraba cuando le daba la gana, los demás procurábamos llevar el compás, los peques blandían los instrumentos con saña y terminaban roncos de gritar. Todo muy entrañable, que un año lo grabamos y cuando lo escuchamos era como la banda sonora de una peli de romanos en plena batalla, con aullidos de lobo y todo ¡qué subidón!
Mi padre, que era muy bien hecho para todo, nos daba el aguinaldo en razón del número de años que tenía cada uno, y nos llamaba uno a uno empezando por el más pequeño de ese año. A ver, este niño ¿qué edad tiene? Como casi siempre había un bebé por allí, la madre lo llevaba en brazos y decía catorce meses, por ejemplo, y mi padre le daba un sobre que ya tenía preparado con su aguinaldo y decía Feliz Navidad, hijo, y le daba un besito y la madre, en el caso de los bebés, decía Feliz Navidad, abuelo. Así con todos que éramos muchísimos.
Los más mayorcitos ya iban solos y cuando le preguntaba la edad, más de una vez se oía la voz del padre o la madre ¡18, tiene 18 años! y a lo mejor, el sujeto en cuestión tenía 6 ó 7. Esa noche todos queríamos tener más edad... Nuestra madre era la última en recibir el aguinaldo y nunca nos enseñaba lo que había en su sobre, mi padre siempre decía que vuestra madre tiene más de mil años, y ella se reía picarona.
Pues yo, sin pretenderlo, he inaugurado otra tradición en mi familia, que es el Christmas Pudding, Pudín de Navidad o Budín de Navidad. Ya no hay aguinaldo, ahora tenemos el amigo invisible y el Christmas Puding todos los años en casa de mi hermano Manolo el día 25. Y sigo procastinando, porque este pudding se puede hacer con 2 ó 3 meses de antelación y todos los años me pilla el toro. Si es que no tengo arreglo...
Allí nos reunimos para tomar el consomé, la ensalada de salmón, el pavo trufado y el cochinillo al horno que hace Marisa, su mujer, que es una excelente guisadora. Siempre hay alguien que me pregunta ¿Has traído el Pudding? Claro que llevo el Pudding, ya es una tradición. Lo sirvo con crema inglesa, que hace años la poníamos en una jarra que era una vaquita blanca y salía la crema por la boca, y a mi sobrina Isa le daba muchísimo asco. Se rompió accidentalmente hace dos o tres Navidades.
Ingredientes.
250 gr de uvas.
250 gr de frutas del bosque.
250 gr de mantequilla.
250 gr de pasas.
60 gr de fruta confitada.
60 gr de almendras picadas.
ralladura de naranja y limón.
4 huevos batidos.
1 taza de harina.
2 tazas de azúcar moreno.
2 tazas de pan rallado.
1 taza de ron dorado.
1/2 cucharadita de sal.
1/2 cucharadita de bicarbonato.
Nuez moscada rallada.
Elaboración.
Pelar y despepitar las uvas, ponerlas a macerar con las frutas del bosque y las pasas. Regar con el ron y dejar toda la noche en el frigo.
Al día siguiente, batir la mantequilla con el azúcar, luego los huevos batidos, la fruta macerada, la confitada, las almendras, la harina, la nuez moscada, la sal, el bicarbonato y el pan rallado.
Enmantecar el molde y colocar en el fondo un papel y enmantecarlo también.
Tapar bien y entrar al horno a 200º al baño maría, 4 horas. Sí cuatro horas, añadiendo agua al baño maría de vez en cuando.
Desmoldar frío y servir acompañado de crema inglesa.