miércoles, 17 de enero de 2018

Sopas de ajo con jamón, huevo y hierbabuena



Tenía cita en el Hospital de Día. Esta zona no tiene nada que ver con el resto de dependencias del hospital. Para empezar y aunque tengas tu hora asignada, lo primero que debes hacer es ir al "gestor de turnos", que no es más que una máquina donde introduces el número de DNI y genera un tique en el que figura unas letras y la hora prevista para que te reciba el médico. Las letras normalmente, son las iniciales de tu nombre y apellidos. Las mías son MPC. Justo encima del artilugio hay una nota en la que aclaran que estas siglas no siempre coinciden con la iniciales, lo que le da más emoción al asunto. Acto seguido te vas a la sala de espera donde están el resto de pacientes sentados con cara de dos horas más aquí, y nos convertimos en parte del mobiliario.

Poner los ajos a freír partiendo
de aceite frío
Añadir el pan y dorar













Allí no te avisan por el nombre ni por la hora de la cita, para eso ya llevas el papelito del maquinorro. Hay unas pantallas en las que aparecen las iniciales del sujeto que llaman a consulta junto con la hora que aparece el boleto- enigma que ha generado el gestor de turnos, y el número de consulta. Esto va por plasma. En mi caso sería, por ejemplo:
MPC  10:00  Consulta 1
O sea, Maricruz Parrondo Carretero, que tiene asignada la hora de consulta 10:00 (nunca coincide) y tiene que ir a la consulta 1.

Para asegurarse de que la gente se entera cuando la llaman, suena un zumbido: MOCK y todos, como los perritos de Pavlov, levantamos la mirada a la pantalla. Si no son tus siglas, toca seguir esperando pero si son tus datos, te levantas, vas a la consulta y una menos en la sala, que está siempre llena.

Verter el caldo de pollo 
Cocer a fuego medio












El día en cuestión no estaban las pantallas conectadas, todo el mundo nos preguntábamos qué pasaba. Yo me puse a leer, hay quien aprovecha para hacer punto, otros resuelven crucigramas, muchos entablan conversación con el de al lado y no falta quien se va poniendo nervioso según van pasando los minutos e incluso horas de espera, que todo hay que decirlo. Ya estaba yo cuestionándome cómo nos las íbamos a ingeniar para enterarnos de que el médico nos llamaba a consulta, cuando apareció una de las enfermeras. Sacó del bolsillo de su bata blanca un mando a distancia, apuntó a la pantalla y se encendió. Sonó inmediatamente el MOCK de rigor, todo el mundo miró y vimos
 UNO  9:30  Consulta 2.
- Ah, el siguiente será OTRO, ¿no?
- No, no, eso son las iniciales del nombre-, aclaró una señora muy amable.
- Gracias, ya lo sé, ha sido una tontería mía. Es que, un nombre propio que empiece por U, qué curioso. A ver... no hay muchos nombre que empiecen con U... Úrsula.
- ¡Ulises!-, apuntó otra señora muy orgullosa.
- ¡Un gallifante!, ¡un punto para usted!
Se escucharon risas. Les había descubierto un juego al que suelo jugar en momentos aburridos y de espera, que por eso y otras cuestiones, no me aburro nunca. De pronto cambió el ambiente de apático y tristón a expectante. La espera se nos iba a hacer más liviana.
- Urbano-, se escuchó desde una esquina.
- ¡Exacto! Varios Papas se han llamado así. Ya casi nadie se llama Urbano-, apunté yo que no consigo estarme callada y así me pasa lo que me pasa. Nos pusimos todos a pensar nombres de personas que empezaran por U, que se nos notaba en la cara el esfuerzo mental.
- ¡Umberto!-, dijo un chico joven dos filas más atrás.
- No, no, no... Umberto es con H, protestó la señora de "Urbano".
- ¿Y qué más da? Total, como es muda...
Ya nos reíamos sin ningún tipo de recato, fuera aburrimiento.

Hasta que el pan esté muy tierno
Volcar el huevo por persona











MOCK, dijo otra vez la pantalla y apareció
ZJD  11:30  consulta 1
Nos quedamos todos mirando con la boca abierta. Si lo de Urbano y compañía ya había sido difícil, encuentra ahora alguien cuyo nombre empiece por Z. Todo un reto.
- Eso, con Z y encima llaman antes de la hora, porque hasta las once y media no le tocaba entrar-, apostilló un señor de la última fila.
- Zacarías-, dije yo que estoy acostumbrada a jugar a esto de los nombres, como he dicho antes, obviando la queja. El que espera, desespera, eso hay que entenderlo.
- Un punto para usted, me adjudicó una señora que estaba a mi lado que ya ni hacía labores ni nada.
- Oéee, celebré como si hubiera metido un gol, y poco me faltó para chocar los cinco con los de alrededor.
- Zeus, dijo alguien. Sí señor, buen tanto.
- ¿Zeus?-, cuestionó otro-. ¿Quién se llama Zeus hoy en día?
- Pues el hijo de Sara Montiel, sin ir más lejos-, contestó rápidamente una adicta a las revistas del corazón y programas de cotilleos, supuse.

Y en cuanto empiece a cuajar la clara,
el jamón
La hierbabuena ya fuera del fuego












- Hombre, no es normal pero hoy en día lo raro raro, es llamarse Pepe, digo yo porque mira qué manía de poner a los chiquillos nombrecitos extraños-, no tuve más remedio que aclarar.
Ya nos alborotamos todos, riéndonos y diciendo nombres absurdos como "Zantiago", "Zergio", "Zilvia"... Tanto se lió que salieron las enfermeras y gente de otras consultas a ver qué pasaba.
-¡SILENCIO! Que esto es un hospital, hay que guardar silencio, que lo pone ahí en ese cartel. Así que a ver si se callan todos, sobre todo usted que ha sido la que ha empezado con lo de los nombres y esas tonterías-, soltó de malas maneras una señora de la primera fila mirándome con inquina.
- No me mandaban callar de esa manera desde que estaba en el cole-, susurré a mi vecina de silla, tapándome la boca.
- Tiene usted razón- le dije-, discúlpeme, tendría que haber tenido en cuenta dónde estamos. Lo siento.
Y cuando más callados estábamos, MOCK
KFU  11:00  consulta 2
¡KUNG FU!
Tenía que decirlo. El Universo había conspirado contra mí, qué otra cosa podía hacer.




Sopas de ajo con jamón, huevo y hierbabuena

Ingredientes.
Pan asentado de miga prieta: piña malagueña, pan cateto... en rebanadas muy finas.
Caldo de pollo. He usado del que yo hago, que congelo para tenerlo como fondo.
1 cabeza de ajos.
1 huevo por persona.
Jamón ibérico cortado en lonchas finas y troceado.
Aceite de oliva.
Una buena rama de hierbabuena.

Elaboración.
Trocear los ajos como más nos guste y freírlos en un buen aceite de oliva, partiendo del aceite frío.
Justo cuando se caliente, añadir las rebanadas de pan y dorar. Esto lo hago para que no se quemen los ajos si metemos el pan cuando ya están dorados los ajos. 
Verter la cantidad necesaria de caldo de pollo, o verdura, teniendo que cuenta de que estas sopas deben ser un poco espesas. Dejar hacer entre 15 y 20 minutos a fuego medio.
Agregar ahora el huevo o huevos (uno por persona), dejar que cuaje la clara y esparcir el jamón por toda la cazuela. 
Cocinar dos o tres minutos más, poner la hierbabuena, retirar y esperar unos minutos a que la sopa tome el sabor de la hierbabuena. El barro guarda muy bien el calor, no se va a enfriar, os lo puedo asegurar.
Servir.

Y es cierto, no le pongo pimentón.





miércoles, 10 de enero de 2018

Melva encebollada.




Este verano pasado ha sido especialmente largo. Llovió un par de días en agosto, septiembre no fue típico en cuanto al estado del mar y la temperatura, usualmente muy cálida pero el agua estaba movida y un poco fría. Octubre resultó ser el mes perfecto para ir a la playa. Buen tiempo porque ya no hacía un calor agobiante, el mar normalmente en calma de temperatura más que agradable, y lo mejor, casi nadie en la playa.
Como no hay nada perfecto, a mayor temperatura del agua del mar, más probabilidad de que haya medusas. Eso es algo que todos los que vivimos en el Mediterráneo tenemos muy en cuenta, de modo que nada más probar el agua con la punta del pie al llegar, como esté muy templada preguntamos a quien ande por allí si hay medusas. Más que nada, para no correr riesgos, es muy molesto tener un encuentro con estos especímenes. En realidad no pican, el desastre se produce con el simple roce de una de ellas. Si tenemos en cuenta que en Málaga las medusas son transparentes -aguas cuajás las llamaban precisamente por su aspecto-, y casi no se ven, o tienes mucho cuidado o se acaba la diversión por ese día. Si tengo que describir cómo es la picadura de una medusa, hay tres palabras clave: dolor, picor y quemazón.

Marinar con pimentón, vinagre
 y orégano
Rehogar los ajos, cebolla y laurel












Un día de Levante flojo de octubre, llegué a la playa con el mejor de mis ánimos. Un tiempo perfecto y casi nadie bañándose. A los pocos segundos de entrar en el agua, una señora se acerca y como era de esperar, me cuenta su vida desde que se bañaba en esta playa de pequeña con sus hermanos y padres, pasando por el traslado a Barcelona con una hermana suya en busca de trabajo, hasta la marcha a Suiza sin saber idiomas, persiguiendo siempre mejoras económicas y sociales. Todo un ejemplo de superación y coraje que me tendría absorta, si no fuera porque había grupitos de bañistas mirándonos desde la orilla. Esto me distraía y me tenía un poco inquieta.
De repente, uno de ellos me grita desde la arena.
- Señora, ¡que tiene una medusa detrás!
No sé cómo, salimos las dos en menos de un segundo, lo que hace el miedo.
- Y ustedes, ¿qué hacían ahí mirando sin avisar ni nada?
- Estábamos comentando lo valiente que es usted bañándose con tanta medusa.
- ¿Y yo qué sabía, hombre de Dios? No es valor, es que nadie avisa aquí, por lo visto.
Fui a sentarme en mi sillita de playa porque el día anterior ya habían desmontado las hamacas los del chiringuito.

Dorar por los dos lados
Añadir la melva, sin pasar por harina











Al filo de la una de la tarde, aparece alguien conduciendo una pala excavadora y se dirige a la torre de vigilancia del socorrista de la Cruz Roja. Mira, para variar una distracción inofensiva, pienso.
Al llegar, maniobra con la pala y ¡oh sorpresa!, levanta la escalera por debajo y se la lleva poco a poco y marcha atrás. Me parece tan curioso que grabo unos segundos con el móvil para tener un recuerdo. De pronto, se baja de la máquina y viene hacia mí. Esto no pinta nada bien, me digo a mí misma.
- Oiga, que no puede usted grabarme-, dice con cara de pocos amigos. Todo el mundo mirando.
- ¿Por qué?
- Porque está prohibido.
- Ah, ¿sí?
- Sí, porque yo soy un trabajador que está haciendo su trabajo.
- Ya. Entonces tampoco se puede grabar a la Legión con la cabra en Semana Santa, como están haciendo su trabajo... Ni al alcalde cuando da un discurso, ni a los bomberos... A ver, usted está en la vía pública y yo sólo he grabado cómo quitaba usted la escalera, me ha parecido curioso, eso es todo.
- Pero eso es atentar contra mi intimidad (¡¿?!). Oiga, que yo trabajo para CAT, una empresa de Madrid.
Ahora me entero que grabar a un operario de playas es entrar a saco en su espacio íntimo. No quiero ni pensar en qué ámbito se sitúa cuando le frota la espalda a su señora en la ducha, pongamos por caso. Lo de la empresa de Madrid no sé qué pinta en este asunto, es un dato superfluo un tanto extraño.
- Enhorabuena, ¡tiene usted un trabajo! Porque como está el país últimamente... Pero vamos, que sigo sin ver yo el delito.

Por último el vino blanco
Cocer tapado 20 min. aprox.












- Mire usted, como lo que ha hecho está prohibido, yo la puedo denunciar. Porque lo mismo me sube usted a las redes sociales (mira qué puesto está el muchacho).
- Vamos a ver, ¿le importa decirme cómo se llama?
- Antonio.
- Antonio, ¿qué más?
- No pienso decirle mi apellido-. Al final, este Antonio va a ser un famoso de incógnito, como si lo viera.
- Hombre, si me va a denunciar, me gustaría saber exactamente quién lo hace. ¿O es que me va a denunciar su em-pre-sa-de-Ma-drid?
- Que eso está prohibido por una ley.
- Bueno, dígame cuál y ya veré yo qué hago, Antonio.
- Que está prohibido, es como si yo vengo y la grabo a usted en la playa.
-Hágalo cuando quiera, no me importa, a lo mejor me sale novio y todo.
Antonio se quedó mirándome sin decir nada. Se produjo una especie de duelo de miradas en silencio hasta que dije.



- Antonio, ¿no le parece que hace mucho calor para ponerse a discutir por algo tan tonto como esto? Que no es nada personal, que a usted yo ni le conozco, que era lo de la escalera, nada más.
- Bueno, si no la voy a denunciar ni nada.
Qué buena persona después de todo, Antonio. Espero que no se enteren en su empresa de Madrid que ha perdido como quince minutos de su horario laboral con el tole-tole de las leyes que prohíben hacer vídeos en las calles y playas.
- Venga, pues ya está. Mucha calma, hijo mío.
Total, que hemos sido el pasatiempo de los bañistas por culpa de la manía persecutoria de Antonio.
Aquí está el vídeo incriminatorio, en el que ni siquiera se distingue a Antonio, pero no me ha dado la gana de decírselo. Y sí, ahora ya está en las redes sociales.

También hay un señor que observa atentamente el acto íntimo de Antonio trabajando en la playa. A él no le amenazó con una denuncia porque mirar no está prohibido por ninguna ley. Todavía.





Esta receta de melva me la dio un pescadero en El Puerto de Santa María. Desde entonces, suelo prepararla así.

Melva encebollada

Ingredientes.
Una melva de 1,5 kg aproximadamente, limpia y en rodajas.
1 cebolla cortada en juliana.
2 o 3 dientes de ajo troceados.
1 vaso de vino blanco de buena calidad.
1/2 vaso de vinagre de vino blanco o de Jerez. En este caso, poner solo 1/4 de vaso.
2 hojas de laurel.
Pimentón dulce.
Orégano.
Sal.
Aceite.

Elaboración.
Salar las rodajas de melva y ponerlas a marinar con el vinagre, el pimentón y orégano, una hora más o menos.
En una sartén, rehogamos el ajo y la cebolla con el laurel hasta que esté blando. Entonces colocamos las rodajas de melva sin enharinar, y las doramos por los dos lados.
Añadimos el vino blanco y dejamos cocer tapado 15 o 20 minutos aproximadamente. 
Yo lo sirvo con pimientos rojos asados. 


domingo, 7 de enero de 2018

Berenjenas fritas con miel de caña. Mi truco para que no queden aceitosas.

 

Este verano he pasado tanto tiempo en la playa, que ya no sabía si dar mi dirección o directamente la de la tumbona del chiringuito frente a casa. Siempre es buena idea relajarse y descansar respirando el aire marino y oyendo el susurro de las olas, bajo un sol tamizado por la sombrilla de brezo tamaño XXL, que para quemarte tienes que ingeniártelas y salir de ahí a propósito de vez en cuando porque entre eso y la protección 50 que te aconsejan todos por aquello del cáncer de piel, no hay quien se ponga morena. Aunque yo he conseguido tener un bronceado aceptable de esos que te hacen parecer de mejor familia.

Partir de la forma deseada
Salar en un colador











Disfruto de la tranquilidad como el que más, pero en verano y en Málaga es muy difícil. Las playas se llenan de propios y extraños y me he enterado este año que reservan las tumbonas para los fines de semana, con lo que el primer domingo que se me ocurrió bajar, me dijo el hamaquero que estaban todas reservadas menos las de atrás, que para eso mejor me quedo en mi terraza, bajo a bañarme directamente de casa y subo a tomar el sol cada vez. Qué agonía de personal. Yo veo más razonable que se ocupen las hamacas según vamos apareciendo, que esa es una de las manías de la gente, que mandan a uno a reservar asientos para el resto, en iglesias, recintos con sitios sin numerar y hasta taburetes en las barras de los bares. Y aunque esté todo vacío, al final resulta que está ocupado. Así de absurdo. Todo esto intenté hacérselo ver al hamaquero que al final zanjó el asunto con un "señora, que yo soy un mandao". Pues sí.
Incluso con estos ligeros inconvenientes, es relajante y divertido a la vez. Y como no sé qué pasa conmigo, que la gente me habla aunque yo no diga nada, me veo a menudo en situaciones cómicas. Como el día que estaba yo tan feliz, nadando en plan patito en un estanque y una señora me comentó lo buena que estaba el agua, que menos mal que no hacía tanto calor como el año pasado y que es mejor madrugar para hacer la comida antes de bajar a bañarse. Del tirón. Por supuesto, respondí yo mientras flotaba disfrutando del momento y la señora se alejaba meciéndose como un corcho que lleva la corriente. Al momento, un caballero que también sobrenadaba cerca, lo mismo.

Pasar por harina


- ¡Qué buena está el agua!, ¿verdad, señora?
- Sí que es verdad, hoy está divina.
- A mí, es que el agua me da la vida -siguió hablando.
- Sobre todo, con este calor y lo limpia que está.
- Yo, de joven, estuve en el Sahara durante dos años y ¿quiere usted creer que no cayó ni una gota?
- Claro hombre, por eso es un desierto, porque no suele llover. -ya estaba temiendo que me contara su vida y, teniendo en cuenta que había empezado por el Sahara, de arena y dunas no íbamos a salir en el primer capítulo. Y yo quería estar sola.
- No sabe usted lo que echaba de menos el mar.
- Ay sí, lo imagino. A los que hemos nacido en puerto de mar, se nos hace cuesta arriba no verlo.
- ¿Usted es de aquí?, -preguntó a bocajarro.
- Pues sí.
- Es que no lo parece, cualquiera diría que es usted extranjera. Lo digo por el color de sus ojos - puntualizó así, como tomando confianza.
- Eso me ha pasado desde que nací, ya estoy acostumbrada a que piensen que soy guiri.
Y en vista de que seguía allí como el dinosaurio de Monterroso, anuncié.
- Bueno, pues voy a ver si nado un ratito, encantada de hablar con usted-. Las buenas maneras, ante todo.
- Igualmente, señora.

Pasar por el agua, y llevar a la sartén
Freír a fuego medio-alto












El día siguiente, hacía Levante. Las playas de Málaga no son como las del Atlántico, que tienes que andar un buen trecho para que el agua te cubra. Las playas de Málaga te sorprenden. No suelen ser de arena en el rompeolas, son de piedrecitas que llamamos chinos, y nada más entrar es usual que haya uno o dos escalones en la arena de la orilla de modo que, antes de que te des cuenta, ya no haces pie. El problema es al salir cuando hace mala mar, que tienes que luchar con la resaca, aprovechar el impulso de las olas, salvar los dos escalones al tiempo que procuras no perder la estabilidad, hasta que pisas la arena enchinada y te sientes a salvo más o menos. No es nada fácil, así que ofrecemos aterrizajes-espectáculo de todo tipo: haciendo la croqueta, incrustando las rodillas en el rompeolas, a cuatro patas y, la más espectacular, salida de gimnasta olímpico con clavada de pies y brazos extendidos para mantener el equilibrio. Los hay que prefieren formar grupos de dos o tres personas apoyándose unos a otros como los náufragos que por fin llegan a la playa. Muy entretenido.
En estas consideraciones andaba, cuando oigo que me saludan. El mismo señor de ayer.
- Buenos días, señora. Hoy está el agua movida, ¿eh?
- Ah, buenos días. Eso parece, sí.
- Y ¿qué tal?
- Pues aquí, pensando en la manera de salir con tanta resaca.
- Usted no se apure, que cuando quiera salir, me avisa y yo la ayudo-. Y como lo que más me agobia es tener a alguien pendiente de mí, contesté sin pensarlo
- Muchas gracias, la verdad es que saldría ahora mismo.
Entonces ese caballero, tomó mi  mano muy delicadamente con la suya y allí que nos dirigimos empujados por las olas y con toda suavidad a la orilla. Éramos como una pareja versallesca inaugurando el baile a ritmo de rigodón. Y justo cuando tocábamos tierra firme, me miró y dijo:
- Permítame que le diga que usted, de joven, ha tenido que ser una malagueña muy guapa.
- Ay, muchas gracias pero nunca lo pensé, es usted muy amable.

Dorar por todos lados
Escurrir sobre papel absorbente











O sea, que yo, que todavía me siento como si tuviera cuarenta años, me dí de bruces con la cruda realidad. Ya no soy joven. Se rompió el hechizo y en ese momento me sentí herida de verdad. En el pie. Había pisado algo que se me clavó en el talón. Me agaché y resultó ser una cuchara. Sopera. La recogí y me puse a mirarla extrañada.
- Eso es una cuchara -sentenció al más puro estilo masculino de resaltar lo obvio-, y debe ser del chiringuito, aclaró en un alarde de razonamiento hipotético-deductivo que ni el mismísimo Karl Popper se habría atrevido a poner en tela de juicio. Le dí las gracias de nuevo y me fui a mi hamaca hecha un mar de dudas: ¿La llevo al chiringuito? No, porque deben tener las suficientes como para andar recogiendo las cucharas que se les pierden. ¿Me la quedo yo? Tampoco, a saber con cuántos talones ha estado en contacto. ¿La llevo al contenedor de reciclaje?  No hay para el menaje de mesa ni metales en general, que yo sepa. Al final la metí en una papelera, que no iba a dejarla tirada por ahí. Asunto resuelto.

Cubrir ligeramente con miel de caña


Esta receta es típica de verano, aunque ya podemos encontrar berenjenas casi todo el año.


Berenjenas fritas con miel de caña 

Ingredientes. No doy cantidades.
Berenjenas.
Harina. Yo uso la harina para freír pescado, me gusta que sea gruesa. Pero vale cualquiera.
Agua.
Sal.
Aceite de oliva. 

Elaboración.
Lavar y secar las berenjenas, las vamos a freír con piel. 
Cortarlas en la forma que prefiramos: rodajas, bastones..., disponerlas en un colador, salarlas y dejar media hora mínimo. Al cabo de este tiempo, secarlas sin enjuaga.
Pasarlas por harina, mojarlas en agua fría y freírlas inmediatamente en aceite de oliva caliente. 
Cuando están doradas, sacarlas y colocarlas sobre papel absorbente para que suelten la grasa sobrante. 
Servir calientes. 

He probado todos los trucos que me han llegado para impedir que la berenjenas salgan aceitosas: sumergirlas en leche, cerveza o gaseosa. Este de pasarlas por agua me lo enseñó una asistenta que tuve hace ya años y que era de pueblo. Es el que mejor resultado me ha dado.
También hay quien las reboza en tempura. Tengo que probarlo.