viernes, 13 de diciembre de 2013

Cazuela malagueña de rape con almendras y una historia con final feliz


Mi amiga Marta es malagueña pero hace dos años escasos que vive en Madrid con Juan, su marido.
Después de pasar una jornada haciendo gestiones en el banco, el notario y de un agradable almuerzo con sus amigas, tomó el metro para volver a casa. Llevaba dos bolsas de Carolina Herrera que acomodó entre sus piernas en el asiento y puso en una de ellas el fular super estiloso que llevaba al cuello, de manera que sobresalía, no tuvo en cuenta el detalle.
Cuando se puso de pie para salir en su estación, la bolsa no estaba; sólo había una. Habían robado la bolsa donde precisamente llevaba documentación que no cabía en su bolso, la del fular. Llamó al marido que estaba en viaje de negocios y después fue a la Comisaría del distrito a poner la denuncia.

 Allí le preguntaron un montón de cosas, y le pidieron una descripción de lo que llevaba en la dichosa bolsa. Dio todos los detalles: la documentación, el fular, las medicinas de su suegra que también había metido en la bolsa... pero se calló lo de las bragas limpias de repuesto, que Marta suele llevar cuando sale 'por si acaso'. Es que no encontró la manera de decir con naturalidad ah, y también las bragas limpias de repuesto. Asegura que lo intentó pero no pudo.













En el portal de su casa se encontró a su vecino Manolo que había trabajado en una agencia de investigadores privados aunque ya está jubilado después de dos anginas de pecho y un infarto de miocardio. Le dijo que no dudara en llamarlo si lo necesitaba que los chorizos son mala gente.
El día siguiente, llamó la suegra por teléfono a Marta.
- Marta, hija, que aquí hay una mujer con una bolsa que dice que es tuya, que te la has dejado olvidada en el metro. Que en unos papeles del banco viene esta dirección, te la paso.
- Hola buenos días ¿Con quién hablo?, dijo Marta que es muy educada aun en las ocasiones más extrañas.
- Mire, que me he encontrado una bolsa que se ha dejado olvidada en el metro, y he venido a devolvérsela. En el banco no se han querido quedar con ella y como viene esta dirección, pues aquí estoy.
- Ah... Es que ya no vivimos ahí, eso fue mientras encontrábamos piso, ¿sabe?
- Bueno, pues usted dirá qué hacemos.
- Uhmm... ¿Puede llevármela a la parada del autobús que hay en la calle 'tal' del distrito 'cual'?
- Sí, pero tiene que ser esta tarde a las seis que yo tengo muchas cosas que hacer.














Llamó corriendo a su vecino Manolo que le dijo que no se preocupara que él y su sobrino Pedro estarían por allí discretamente, que con esa gente nunca se sabe.
A las seis menos cuarto estaba Marta sentadita como una niña buena en un hueco de la parada de autobús entre dos señoras mayores, una de ellas con una bolsa y bastante sorda al parecer.
- ¿Qué?, esperando al autobús ¿No?
- Pues sí. Marta no quería hablar mucho, por si aparecía la de su bolsa y no se acercaba al verla acompañada, cosas que nos pasan cuando vemos muchas pelis en la tele...
- ¿Cómo?
- Que sí, que sí, ¡esperando al autobús!
- Este bus que se acerca, ¿no será un 34?
- No señora. La otra señora que estaba con ellas, se subió al autobús. Ahora sólo quedaban la señora con dificultades auditivas y una Marta gritona y gesticulante.
Cuando por fin llegó un 34, la señora subió y como por arte de magia, había un chico con pantalones vaqueros sentado junto a Marta.
- Esa señora tan mayor, no era ¿verdad?
- Uy, qué susto me has dado. ¿Tú eres Pedro?
- Sí, tranquila. Mi tío anda por aquí... Se levantó e hizo como que miraba un escaparate de una tienda cercana.










Marta no recuerda en qué momento apareció la mujer con su bolsa de Carolina Herrera, que se sentó junto a ella. La miró con el ceño fruncido y le dijo que no estaba segura de que ella fuera la dueña de la bolsa, porque ni le había dado las gracias cuando la llamó por teléfono, que ella una vez perdió algo y cuando lo encontraron lo había agradecido mucho. Así que mejor que dijera lo que había en la bolsa porque si no, no se la daba. Con un par.
La sufrida Marta tuvo que recitar de nuevo el contenido de la bolsa y esta vez, ya de coraje, hasta lo de las bragas de repuesto.
- Ah, pues sí que parece que es usted la dueña. Le dio la bolsa y cuando Marta fue a comprobar el contenido, la mujer soltó:
- Está todo.
- Bueno, pues muchas gracias, muy agradecida, de verdad... mil gracias... no sabe cuánto se lo agradezco..., se enredó en repetir, no quería que le diera un tirón y le quitara la bolsa por desagradecida.











Manolo le había aconsejado que llevara algo de dinero por si le pedían una gratificación o así pero entre los nervios y que la mujer no dijo nada, salió pitando sin mirar atrás. Manolo la llamó al móvil alarmado porque no la veía. Marta iba en un taxi, el metro ha dejado de hacerle gracia.
Cuando llegó a casa, se tomó un tila triple y comprobó que, efectivamente, estaba todo.
Al final, ni Manolo ni Pedro; ni la suegra ni yo; ni Marta ni Juan su marido, hemos sido capaces de poner en pie esta historia. Emocionante, fue un rato...

Cazuela de rape con almendras.
Ingredientes.
1,5 kg de rape con su hígado.
1 cebolla.
2 clavos de olor.
5 ajos enteros y pelados.
600 grs de patatas peladas y a ruedas.
2 rebanadas de pan asentado.
Un puñado de almendras (15-20)
1 cucharada de pimentón dulce.
1 manojo de perejil fresco.
Harina.
Aceite de oliva virgen extra.
Agua.
Sal.

Elaboración.
Hacer un caldo con la cabeza del rape, dos dientes de ajo, el laurel y la cebolla pelada y con los clavos de olor pinchados. Colar, retirar la carne de la cabeza y reservar el caldo y el pescado.
Enharinar el hígado y freír. Reservar.
Enharinar las rodajas de rape y freírlas. Reservar.
En un fondo de aceite, freír el pan, los ajos y las almendras. Poner en el vaso de la batidora, añadir el perejil, parte del hígado y un cacillo del caldo. Triturar.
Disponer en la cazuela, añadiendo el pimentón y echar el caldo que habíamos hecho con la cabeza del rape.
Cocer ahí las patatas y cuando estén tiernas, añadir el rape frito y la carne que habíamos sacado de la cabeza cocida.
Servir bien caliente.
Nota: Se puede servir con parte del hígado que no hemos triturado pero es un sabor fuerte que no gusta a todo el mundo. A mí, me encanta así que me lo sirvo yo y todos contentos.