lunes, 26 de septiembre de 2011

Arroz con conejo en el séptimo cielo.

Antonio vive en el campo. Mejor dicho y parafraseando a Serrat, vive en la ladera de un monte, más alto que el horizonte y tiene unas vistas magníficas.
Desde que entras en su propiedad, tienes que subir por un carril asfaltado hasta todo lo alto, que es donde está la casa, y yo, nada más enfilar con el coche, siempre espero que aparezca una azafata sobre el capó, señalando las salidas de emergencia, lo de los chalecos salvavidas, las mascarillas de oxígeno y todo eso, porque es como un despegue casi en vertical. Es en ese momento cuando Manuel termina de clavar las uñas en el agarradero de su puerta y luego hay que desclavárselas una a una.
Hace quince días que fuimos a pasar con Antonio el fin de semana ¡una delicia! Nada más llegar a la casa, salió Cuca a recibirnos y como es un poco tímida, le cuesta siempre saludar y dar besitos. Rubito Jesús y Florita Vanessa van a lo suyo y no se molestan más que en mirar; ellos prefieren seguir tomando el sol panza arriba, cazar ratones de campo cansa mucho. Sin embargo, a Cuca le encanta que le rasquen detrás de las orejas y mueve el rabo de contenta todo el tiempo, es una Teckel de pelo duro muy amorosa.
Una vez que estás en casa, no ha terminado la ascensión. Antonio siempre nos deja su habitación, que está subiendo unas escaleras de madera preciosas, pero no tienen barandilla. Yo, que soy muy torpe para esto de las escaladas, para subir me quito los zapatos, así tengo más agarre, y ataco los escalones uno a uno con decisión. Lo complicado viene cuando tengo que dar un giro de un cuarto de vuelta en todo lo alto y entrar al dormitorio, no soy capaz. De modo que, directamente me tiro al suelo y voy reptando hasta la cama con bolso y todo. Los demás, hacen como si no pasara nada, pero más de una vez me ha parecido oir un redoble de tambor, no sé yo...
Y esta es la escalera, para que veáis.



Antonio vive solo, pero su casa está siempre llena. Yo he compartido ducha con una salamanquesa pequeñita, color verde esmeralda, simpatiquísima; hemos tomado el aperitivo bajo el emparrado con arañitas hacendosas tejiendo sus telas, hormiguitas disciplinadas desfilando en perfecto orden, abejorros zumbadores, libélulas de alas como de tul... Y por las noches, he leído en la cama con un grupo encantador de insectos, de los que sólo pude identificar una mosca, los demás no los había visto en mi vida. Tenemos que salir más al campo, por mucho que Manuel diga que tanto oxígeno le sienta fatal.
No hay nada como ser recibidos por el anfitrión perfecto. Antonio tenía todo preparado: los menús de desayunos, comidas y cenas; los aperitivos; los vinos. Incluso preparó tortitas para el desayuno, que las iba haciendo in situ, en una cocina portátil, con su mantequilla para untar, mermeladas, miel y hasta trocitos de panal. Si esto no es como estar en el séptimo cielo, y no lo digo sólo por las alturas, se le parece mucho ¿es o no?
Este arroz con conejo se lo enseñó una amiga levantina y él me lo enseñó a mí hace mucho tiempo. El video del paso a paso está hecho en su casa, el otro día.

Ingredientes.
1 conejo limpio y troceado.
400 gr de arroz.
1 tomate rojo rallado o troceado sin piel ni pepitas.
1 ñora.
6 clavos de olor.
8 pimientas negras enteras.
Azafrán o colorante alimentario.
Aceite.
Agua.
Sal.

Elaboración.
Dorar el conejo troceado, a fuego lento en una cazuela de barro.
Cuando esté hecho, añadir sobre él, el tomate y la ñora troceada. No es necesario remojarla ni nada, sólo se le quitan las semillas. Morear todo junto unos minutos.
Añadir agua suficiente, los clavos y las pimientas, sal, y que hierva de 20 a 30 minutos, tras los que se vierte el arroz y el azafrán o colorante.
Dejar hervir hasta que el arroz esté cocido entero, y el guiso seco.
Acompañar con un ali-oli bien fuerte.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Tortilla Sacromonte en Granada y rescate de Carmen


Ayer tuvimos la comida de los hermanos de cada mes, y le tocaba hacerla a la prima Maribel que vive en Granada. Había preparado un menú exquisito: entrantes variados, vichyssoise, merluza de pincho a la vasca, piononos y tortilla sacromonte que no puede faltar porque a Marisa le encanta.

Íbamos Manolo, Marisa, Manuel y yo en el coche de Manolo que conducía con mucho cuidado porque es de dominio público que mi Manuel se marea si no conduce él. Y si conduce él, nos perdemos fijo, que siempre acabamos en sitios rarísimos a donde nunca tenemos intención de ir. Lo bueno de todo esto es que hemos conocido pueblos sorprendentes y parajes muy interesantes, como callejones sin salida, riberas enfangadas de ríos, barrios pintorescos y recónditos, caminos forestales ... en fin.

Pues llegamos a casa de Maribel más o menos a la una y media de la tarde, los tiempos se estaban cumpliendo con toda normalidad, sólo tuvimos un pequeño inconveniente: ninguno recordaba el número de la calle ni el piso. Llamamos a Conchi que iba por su cuenta con Antonio y nos lo dijo, aunque se equivocó en la planta, nos dijo que era una tercera planta y resultó que era una segunda.
Conchi, por Dios, que hemos tenido que llamar a todos los vecinos para que nos abrieran, dije yo nada más entrar. ¿Y eso es un problema? ¿¿Eso es un problema, vamos a ver?? ¡Problema es lo que tenemos aquí, que Carmen se ha quedado encerrada en el cuarto de baño y no hay manera de abrir la puerta!

Y era verdad. Llevaba ya como 45 minutos en ese cuarto de baño, todos trasteando en el picaporte y la cerradura que es como un pivotito que da la vuelta, que se había atascado al parecer.
Le habían pasado por la ventana un destornillador y todo, con el que intentó desmontar el mecanismo, pero ni el mismo McGiver habría podido con aquéllo.

Como ya estábamos todos, empezamos una especie de Lluvia de Ideas para encontrar soluciones y la cosa fue a peor. Intentamos abrir con una tarjeta de crédito vieja, con una radiografía que todos hemos oído que la gente abre las puertas así, pero definitivamente no parece que sirvamos para la actividad de asaltacasas, con un abrecartas y hasta con una lima de uñas metálica. Nada. Hasta pensamos en que alguien que estuviera fuertote, Manolo por ejemplo, abriera la puerta de una buena patada, pero nos pareció que a Maribel no le iba a hacer gracia tener la puerta del baño reventada, así que ni lo intentamos.

Conchi nos dijo que a las víctimas hay que hablarles para que no se sientan solas y sepan cuáles son los planes en cada momento. Y allí estábamos por turnos hablando a la puerta del baño mientras Maribel no sabía bien si terminar de hacer la comida o qué.
Manolo dijo que como el jamón estaba bien cortado, podíamos pasarle unas lonchitas por debajo de la puerta, pero pensamos que igual se iba a ensuciar un poco, así que le pasamos unas tapitas por la ventana. No quiso nada de beber, no tenía sed, agua precisamente no le faltaba lo que era toda una ventaja.

 No tuvimos más remedio que llamar a un cerrajero, que tardó lo suyo. Y justo antes de que llegara, mientras forcejeaban por enésima vez Carmen por dentro y Antonio por fuera ¡tacháaaan! se abrió la maldita puerta. Y apareció Carmen con el albornoz y duchada desde hacía dos horas, limpísima aunque un poquito nerviosa. Cuando llegó el cerrajero le soltó tan contenta ¡¡al final, he conseguido salir!!  O sea.

Ingredientes.
6 huevos.
1 sesada de cordero.
1 criadilla de cordero.
2 patatas grandes.
2 pimientos morrones asados, limpios y a tiras.
3 chorizos crudos troceados.
1 latita de guisantes cocidos.

Elaboración.
Cocer los sesos y la criadilla de cordero en agua hirviendo, hasta que los sesos blanqueen. Las criadillas tardarán unos minutos más.
Dejar enfriar y cortar con las tijeras en trocitos pequeños.
Pelar, cortar y freir las patatas en trocitos como para tortilla de patatas. Escurrir bien.
Escurrir y enguajar los guisantes.
Batir los huevos en un cuenco y añadir el resto de los ingredientes, salar.
Mezclar bien y proceder a freir la tortilla como una tortilla de patatas, a fuego suave.
Dar la vuelta y dejar hacer hasta que esté cuajada pero jugosa.


miércoles, 14 de septiembre de 2011

Los creps de la pequeña Guisadora, la tita Conchi y la estrella Mentolín

Pues resulta que mi hermana Conchi se cayó el miércoles pasado de la escalera mientras colgaba unas cortinas. Se lastimó el cuello y otras partes de su anatomía que no hace falta mencionar, pero que están ahí y después de pasar por la sala de urgencias, acabó con un collarín monísimo, tomando un relajante muscular por las noches y en casa con nosotros, más que nada para vigilarla y que no ande haciendo escaladas que luego pasa lo que pasa.
El viernes de buena mañana llegaron Sofía y Alberto, dos de mis amores. Sofía tiene 6 años y Alberto 3, son mis nietos y los adoro. Ea, pues ya estamos todos, dije yo encantada de la vida, mientras Conchi aparecía en plan pasarela, con el cuello bien estirado Mira lo que tengo, soltó con gran entusiasmo señalando el collarín, exactamente como si llevara una gargantilla de diamantes. Los niños levantaron la mirada y le dieron un besito con mucho cuidado, sabían que aquéllo no era muy normal que digamos, los niños se dan cuenta de todo.

Y aquí está Conchi con su collarín.

Abuela, ¿hacemos creps? sugirió Sofía con esa sonrisa picarona con la que me habla cuando quiere algo. Ahora mismo, corazón, contesté yo que ya estoy acostumbrada a que, nada más que llega, me propone que vayamos a la cocina, es mi pequeña Guisadora, le gusta enredar conmigo entre pucheros.
La tita Conchi hace unos creps buenísimos, mira tú por donde, nos vamos las tres ¿vale? Y es cierto, mi hermana es la reina de los creps, tiene una crepera y todo, pero en su casa, no caímos en el detalle de meterla en el equipaje cuando vino.
Alberto, viendo la movida, le dijo al abuelo que él quería churros, así que se fueron los dos a desayunar churros a una cafetería y a charlar de cosas de hombres, como: qué bien que este año vas al cole de los mayores o estás hecho un campeón, que ya no usas pañales ni chupe o ese coche de Rayo Mcqueen es el más guay de todos...
Mientras tanto, nosotras hicimos la masa de los creps bajo la dirección de tita Conchi, que iba dando explicaciones y Sofía y yo ejecutándolas. Mira, Sofía, el primer crep se tira, no suele salir bien porque absorbe la mantequilla y queda demasiado grasiento, decía ella, y yo le dije Pues podríamos aprovecharlo, hacemos un rollito y te lo pones en el cuello, debajo del collarín que el calor te viene muy bien. No quiso, dijo que ella ya tenía bastante con la almohadilla eléctrica y además, todavía hace mucho calor. Sofía no sabía de qué nos reíamos, pero también se sumó a las carcajadas y todo fue más divertido, si cabe.
Al final, salieron exquisitas y Sofía y yo le dimos a la tita Conchi una estrella Mentolín que sólo concedemos a las buenas reposteras, ella se la merece ¿es o no?
Esta receta es básica y se puede usar al momento o también puede reposar e incluso esperar dos o tres días en el frigo.
Dependiendo de cómo los terminemos, sirven para preparaciones saladas o dulces.

Ingredientes.
1 taza de harina normal.
2 huevos.
1/2 taza de leche entera.
1/2 taza de agua.
1 cucharada de mantequilla.
Una pizca de sal.

Elaboración.
Colocar todos los ingredientes en la batidora y batir durante 40 ó 60 segundos.
Si se prepara a mano, mezclar los ingredientes por el orden en que están escritos.
Untar una sartén antiadherente con mantequilla ayudándose de papel de cocina, calentar y cubrir el fondo con la preparación. Desechar el primer crep.
Seguir con el segundo y dar la vuelta cuando empiece a burbujear por el centro y se despegue con facilidad de la sartén. Continuar hasta acabar con todo.
Colocar en un plato y apilarlos, poniendo entre cada crep una hoja de papel de cocina.
Untar con nocilla o azúcar o mermelada... Doblar en cuatro como un pañuelo y ya está.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Arroz negro de choco (jibia) y el castigo de Samuel


Este plato lo hizo Maricarmen en El Puerto, un día que Miguelito estaba loco por probar una tabla de bodyboard que le habían comprado sus padres Berenice y Beni. Berenice es sobrina de Maricarmen, los tres pasan el mes de agosto en la casa. Miguelito tiene siete años, es un encanto de niño.
Samuel es el hijo de Maricarmen, se lo pasa estupendamente con Miguelito y está casado con María Eugenia, una jerezana con la que nos reimos muchísimo.
Todos ellos son los treintañeros del grupo de El Puerto que, según Maricarmen, parecemos los de Mi familia y otros animales de Gerald Durrell, no diría yo que no...
Pues ese día todos teníamos cosas que hacer, así que Maria Eugenia viendo la ilusión que tenía el niño con su tabla nueva, dijo a Samuel que los llevara a la playa, pero a Samuel no le gusta la playa ¡vaya por Dios! De todas maneras, ella insistió y allí que se fueron los tres, Miguelito sonriente con la tabla ya amarrada a la muñeca y todo.
Cuando volvieron, estábamos solos Manuel y yo, Maricarmen había salido al super. ¡Hola cielo! ¿Cómo te lo has pasado?, dije yo al verlo entrar en la cocina. Muy mal, dijo el niño mientras salía al porche y se sentaba en el jardín con cara de cabreo, Samuel no sabe tirarme a las olas como mi padre, me ha tirado contra la más grande y luego me ha sacado tirando de la tabla, que yo iba detrás amarrado y por poco me ahogo.
Y debía ser verdad, porque María Eugenia venía regañando a Samuel, anda que tú también, mira que hacerle esas cosas al chiquillo... y Samuel, como si la feria no fuera con él, se fue tan tranquilo al jamón y empezó a cortar unas lasquitas que nos comimos de tapa mientras yo vigilaba el guiso de choco.
Miguelito debía estar pendiente, porque cuando volvió Maricarmen del super, oyó el coche antes que nadie, salió pitando a la puerta, metió la cabeza por la ventanilla, contó el suceso y pidió justicia como un desesperado Tita, tita, Samuel me ha tratado muy mal, tienes que castigarlo, hazle algo ¡hazle algo! Después de conocer con todo detalle las maldades de su hijo, un abogado con despacho en Madrid, parece mentira, Maricarmen pensó un momento y dijo que, en castigo, no iba a dejar que Samuel repitiera del arroz negro con choco que estábamos preparando, el que la hace, la paga.
En la sobremesa, cuando el niño ya estaba durmiendo la siesta, María Eugenia nos contó riendo que Samuel, cuando ella insistía en llevarlo a la playa le dijo vale, vamos a la playa pero yo a este lo ahogo un par de veces y ya verás qué pronto estamos de vuelta. Ay Samuel, qué vamos a hacer contigo...

Ingredientes para el guiso de choco.
1 choco (jibia) troceado.
1 tomate troceado.
1 pimiento troceado.
1 cebolla troceada.
2 dientes de ajo pelados y troceados.
1 vaso de vino blanco.
La tinta del choco.
Sal.

Para el arroz.
2 puñados de arroz por persona.
Caldo de pescado.
1 ó 2 dientes de ajo.
Aceite de oliva.

Elaboración.
Estofar el choco poniendo todos los ingredientes en crudo. No hace falta añadir agua, el choco soltará la suya y queremos una preparación cremosa.
Calentar la tinta del choco en un poco de agua y llevar a ebullición para que espese. Se puede añadir un vaso de vino blanco. Agregar al guiso del choco, una vez esté listo. Dejar reducir todo.
En una cazuela amplia, dorar uno o dos dientes de ajos en trocitos y morear dos puñados de arroz por persona más otros dos por si alguien quiere repetir, exceptuando a Samuel.
Calentar el caldo de pescado y añadir el doble de caldo que de arroz, es un arroz seco.
Dejar hacer entre 15 y 20 minutos. Reposar y servir.