jueves, 25 de abril de 2013

Cinco semanas y media, y una receta

Otra vista


Mi cocina antes
- Vamos a cambiar la cocina - dije yo un día con los brazos en jarras después de medir con la vista una vez más las dimensiones de la estancia.
- ¿Le pasa algo a la hornilla? - dijo Manuel un poco mosca.
- No, no, vamos a agrandar la cocina, estoy muy incómoda yo en esta cocinita de Pin y Pon  - 
Siempre me han gustado las cocinas grandes, las he tenido en todas las casas en donde hemos vivido, menos en esta, que para mí era pequeña, y lo que más me gusta es tener a toda mi gente allí mientras cocino, charlamos y pasamos la mayor parte del tiempo. No he tenido más remedio que darle a la cocina la habitación de al lado, casualmente el despacho de Manuel donde se amontonaba todo lo que estorbaba por ahí.

Como la última vez que hice una obra terminé hartita de lidiar con la cuadrilla y su jefe, contraté un equipo, y nos embarcamos en el proyecto. Margarita ha coordinado, Pepe ha sido el decorador y Manuel - otro, no el mío -, el jefe de obra. No he tenido que luchar con nadie, de eso se ha encargado Margarita, santa mujer.
En principio íbamos a cambiar el suelo, los muebles y poco más. Pero a lo tonto, a lo tonto, hemos levantado el suelo, las paredes y el techo; las conducciones de agua, gas y electricidad; las ventanas y hasta el calentador de gas.

La cocina antes de...
Total, que teníamos que salir de casa porque la obra ha sido de aúpa. Mi hermana Conchi nos dio asilo. Salimos el 18 de febrero Manuel, Natacha, las maletas, el virus de la gripe que nadie sabíamos que venía, y yo. Cuando llegamos, yo ya iba fatal. Los dos primeros días los pasé en la cama, malísima hasta que fui al médico, que me diagnosticó la gripe de moda y me recetó antibióticos. Estaba tan malita, que por las mañanas salía de nuestro dormitorio con todo lo que pensaba que me iba a hacer falta en el bolso, para no tener que andar dando viajes por toda la casa de Conchi que es preciosa y muy grande, que para ir a la cocina desde el cuarto de la tele, tenía que hacer un descanso a la altura del cuarto de Miguelito y cuando recuperaba el resuello, me arrastraba lo que quedaba. Lo mismo a la vuelta. Me acostumbré a llevar la botella de agua en el bolso, las gafas de leer, el jarabe, los kleenex, el móvil por si tenía que pedir auxilio, junto con todo lo que suelo llevar. Pesaba mucho, la verdad.

Lo hemos pasado muy bien, sobre todo, una vez que me recuperé. Hemos cenado chino, japonés, camperos malagueños, pizzas, en plan tapitas... Hemos dado paseos los días que no llovía - porque mira que ha llovido este año -, hemos charlado y nos hemos reído a carcajada limpia, como la tarde en que llegó nuestra hermana Rosa a hacernos compañía y no podíamos abrirle la puerta. Conchi, al salir, había echado la llave y no había manera, hasta que nos dimos cuenta, buscamos las nuestras y cuando por fin pudimos abrir, allí estaba Rosa sentada en los escalones como un personaje de Dickens, una penita que daba.... Puede que fuera ahí donde cogió frío, fue la siguiente en enfermar.

Durante
Durante











Con esto de las obras, se aprende mucho. Ya sé dónde se piden los permisos municipales para colocar la cuba de los escombros, la licencia de obra y sobre todo, cuánto vale: un disparate. Tuvimos que ir a la Gerencia de Urbanismo porque esas cosas no se pueden hacer online. Un edificio muy bonito, la verdad, con gente encantadora y me temo que habrán enfermado unos cuantos de gripe porque tuve que ir en plena ebullición griposa. Lo siento, yo no quería, de verdad. Si pudiéramos hacer las gestiones telemáticamente, no tendríamos que ir contagiando a los funcionarios. Si alguien tiene contactos por allí, que lo arreglen que la salud es lo primero.

Ahora sé lo que es el shunt, que ellos le llaman chun y resultó que es el conducto de ventilación de la cocina. En cada baño tenemos uno, estamos muy ventilados. Pero lo que más me ha gustado es lo de la perlita, que la única que yo conocía era la Perlita de Huelva, que cantaba aquéllo de precaución amigo conductor, la senda es peligrosa; que te espera tu madre o esposa, para darte su abrazo de amor... y todos los taxistas y camioneros llevaban un San Cristóbal y las fotos de sus niños con la leyenda: "no corras, papá", así te costaban las carreras de taxi un dineral, circulaban todos de un despacito desesperante, y encima no podías decir nada, a saber si los niños se iban a disgustar. Bueno, pues la perlita es lo que ponen en las paredes para enfoscarlas, no me gusta ni el alicatado ni el gotelet. Han quedado estupendas.



Con la prueba del color

No os quiero aburrir con los detalles de la obra. Al final, llegó el gran día de nuestra vuelta. Hicimos las maletas, nos despedimos de Conchi con pena, nos habíamos acostumbrado a la convivencia, y al salir, Natacha que es rusa pero muy graciosa, dijo:
- Como se suele decir: gracias a esta casa, nos vamos a la nuestra. Nos tuvimos que reír...






















Faltan las cortinas que las están haciendo y algún detallito más, pero ya estamos instalados en la nueva cocina que también es la vuestra.
La receta, aquí



Albondigón en salsa de cebolla o albondigón de la tita Mari


Este es el albondigón que hace mi amiga Mari Carmen todos los viernes - Tita Mari - , para Miguelito.  Si queréis saber más de nuestros momentos, click aquí y aquí.


Dar forma al albondigón.











Ingredientes.
750 gr de carne picada de ternera, o mitad ternera y mitad cerdo.
3 ó 4 huevos, según tamaño.
1 cebolla.
2 ó 3 dientes de ajo.
Miga de pan remojada en leche.
Perejil.
Sal.
Pimienta.

Para la salsa:
2 cebollas.
1 vaso de vino blanco.
Agua.

Elaboración.
Colocar en el vaso de la batidora los huevos, la cebolla picada, los ajos, el perejil, la miga de pan escurrida, la sal y la pimienta.
Batir y mezclar con la carne.
Mojarse las manos con agua y hacer un rulo o dos para poder manejarlos mejor.
Pasar por harina y dorar en un fondo de aceite. Reservar.
En el mismo aceite, hacer la salsa de cebolla.
Freír las cebollas y cocerlas con un vaso de vino blanco. Pasar y volver a colocar en la cazuela.
Añadir el albondigón y una hoja de laurel. Cocer una media hora a fuego moderado.
Servir loncheado con la salsa por encima. Poner el resto en una salsera.


Sellar
Cocer con la salsa