viernes, 13 de diciembre de 2013

Cazuela malagueña de rape con almendras y una historia con final feliz


Mi amiga Marta es malagueña pero hace dos años escasos que vive en Madrid con Juan, su marido.
Después de pasar una jornada haciendo gestiones en el banco, el notario y de un agradable almuerzo con sus amigas, tomó el metro para volver a casa. Llevaba dos bolsas de Carolina Herrera que acomodó entre sus piernas en el asiento y puso en una de ellas el fular super estiloso que llevaba al cuello, de manera que sobresalía, no tuvo en cuenta el detalle.
Cuando se puso de pie para salir en su estación, la bolsa no estaba; sólo había una. Habían robado la bolsa donde precisamente llevaba documentación que no cabía en su bolso, la del fular. Llamó al marido que estaba en viaje de negocios y después fue a la Comisaría del distrito a poner la denuncia.

 Allí le preguntaron un montón de cosas, y le pidieron una descripción de lo que llevaba en la dichosa bolsa. Dio todos los detalles: la documentación, el fular, las medicinas de su suegra que también había metido en la bolsa... pero se calló lo de las bragas limpias de repuesto, que Marta suele llevar cuando sale 'por si acaso'. Es que no encontró la manera de decir con naturalidad ah, y también las bragas limpias de repuesto. Asegura que lo intentó pero no pudo.













En el portal de su casa se encontró a su vecino Manolo que había trabajado en una agencia de investigadores privados aunque ya está jubilado después de dos anginas de pecho y un infarto de miocardio. Le dijo que no dudara en llamarlo si lo necesitaba que los chorizos son mala gente.
El día siguiente, llamó la suegra por teléfono a Marta.
- Marta, hija, que aquí hay una mujer con una bolsa que dice que es tuya, que te la has dejado olvidada en el metro. Que en unos papeles del banco viene esta dirección, te la paso.
- Hola buenos días ¿Con quién hablo?, dijo Marta que es muy educada aun en las ocasiones más extrañas.
- Mire, que me he encontrado una bolsa que se ha dejado olvidada en el metro, y he venido a devolvérsela. En el banco no se han querido quedar con ella y como viene esta dirección, pues aquí estoy.
- Ah... Es que ya no vivimos ahí, eso fue mientras encontrábamos piso, ¿sabe?
- Bueno, pues usted dirá qué hacemos.
- Uhmm... ¿Puede llevármela a la parada del autobús que hay en la calle 'tal' del distrito 'cual'?
- Sí, pero tiene que ser esta tarde a las seis que yo tengo muchas cosas que hacer.














Llamó corriendo a su vecino Manolo que le dijo que no se preocupara que él y su sobrino Pedro estarían por allí discretamente, que con esa gente nunca se sabe.
A las seis menos cuarto estaba Marta sentadita como una niña buena en un hueco de la parada de autobús entre dos señoras mayores, una de ellas con una bolsa y bastante sorda al parecer.
- ¿Qué?, esperando al autobús ¿No?
- Pues sí. Marta no quería hablar mucho, por si aparecía la de su bolsa y no se acercaba al verla acompañada, cosas que nos pasan cuando vemos muchas pelis en la tele...
- ¿Cómo?
- Que sí, que sí, ¡esperando al autobús!
- Este bus que se acerca, ¿no será un 34?
- No señora. La otra señora que estaba con ellas, se subió al autobús. Ahora sólo quedaban la señora con dificultades auditivas y una Marta gritona y gesticulante.
Cuando por fin llegó un 34, la señora subió y como por arte de magia, había un chico con pantalones vaqueros sentado junto a Marta.
- Esa señora tan mayor, no era ¿verdad?
- Uy, qué susto me has dado. ¿Tú eres Pedro?
- Sí, tranquila. Mi tío anda por aquí... Se levantó e hizo como que miraba un escaparate de una tienda cercana.










Marta no recuerda en qué momento apareció la mujer con su bolsa de Carolina Herrera, que se sentó junto a ella. La miró con el ceño fruncido y le dijo que no estaba segura de que ella fuera la dueña de la bolsa, porque ni le había dado las gracias cuando la llamó por teléfono, que ella una vez perdió algo y cuando lo encontraron lo había agradecido mucho. Así que mejor que dijera lo que había en la bolsa porque si no, no se la daba. Con un par.
La sufrida Marta tuvo que recitar de nuevo el contenido de la bolsa y esta vez, ya de coraje, hasta lo de las bragas de repuesto.
- Ah, pues sí que parece que es usted la dueña. Le dio la bolsa y cuando Marta fue a comprobar el contenido, la mujer soltó:
- Está todo.
- Bueno, pues muchas gracias, muy agradecida, de verdad... mil gracias... no sabe cuánto se lo agradezco..., se enredó en repetir, no quería que le diera un tirón y le quitara la bolsa por desagradecida.











Manolo le había aconsejado que llevara algo de dinero por si le pedían una gratificación o así pero entre los nervios y que la mujer no dijo nada, salió pitando sin mirar atrás. Manolo la llamó al móvil alarmado porque no la veía. Marta iba en un taxi, el metro ha dejado de hacerle gracia.
Cuando llegó a casa, se tomó un tila triple y comprobó que, efectivamente, estaba todo.
Al final, ni Manolo ni Pedro; ni la suegra ni yo; ni Marta ni Juan su marido, hemos sido capaces de poner en pie esta historia. Emocionante, fue un rato...

Cazuela de rape con almendras.
Ingredientes.
1,5 kg de rape con su hígado.
1 cebolla.
2 clavos de olor.
5 ajos enteros y pelados.
600 grs de patatas peladas y a ruedas.
2 rebanadas de pan asentado.
Un puñado de almendras (15-20)
1 cucharada de pimentón dulce.
1 manojo de perejil fresco.
Harina.
Aceite de oliva virgen extra.
Agua.
Sal.

Elaboración.
Hacer un caldo con la cabeza del rape, dos dientes de ajo, el laurel y la cebolla pelada y con los clavos de olor pinchados. Colar, retirar la carne de la cabeza y reservar el caldo y el pescado.
Enharinar el hígado y freír. Reservar.
Enharinar las rodajas de rape y freírlas. Reservar.
En un fondo de aceite, freír el pan, los ajos y las almendras. Poner en el vaso de la batidora, añadir el perejil, parte del hígado y un cacillo del caldo. Triturar.
Disponer en la cazuela, añadiendo el pimentón y echar el caldo que habíamos hecho con la cabeza del rape.
Cocer ahí las patatas y cuando estén tiernas, añadir el rape frito y la carne que habíamos sacado de la cabeza cocida.
Servir bien caliente.
Nota: Se puede servir con parte del hígado que no hemos triturado pero es un sabor fuerte que no gusta a todo el mundo. A mí, me encanta así que me lo sirvo yo y todos contentos.





miércoles, 20 de noviembre de 2013

Caldero malagueño de pescado, el hermano en la fe o el día que comí dos veces.


Nunca pensé que Ezequiel el pescadero tuviera ese afán  evangelizador cuando fui por primera vez a su puesto del mercado. Comprar allí era como ir a una catequesis improvisada, que impartía mientras gesticulaba con los pescados, los evisceraba y te los cortaba como querías. Todo  muy bíblico. Él, su padre y su hermano tenían barcas de pesca y todavía no sé porqué nos tomó tanto cariño.

- Usted se va a venir conmigo a pescar en la bahía un domingo por la mañana tempranito-, le dijo un día a Manuel, que por poco se cae el suelo de la impresión.
- Uy, nonono, que yo me mareo mucho-, contestó Manuel poniéndose pálido.
- Es cierto-, apunté yo, que conozco desde siempre la persistencia de los mareos de Manuel- se marea desde el muelle, viendo cómo se balancean los barcos amarrados en el atraque... También se marea en el coche si no conduce él, y a veces incluso conduciendo... Vamos, yo creo que aprovecha que no tiene otra cosa que hacer para marearse de vez en cuando...
- Pero hombre, si eso no es nada, que uno se acostumbra-, insistió Ezequiel.
- Ah, pero no importa, yo no me mareo y me encantaría ir -, sugerí yo con la esperanza de que me llevaran.
- Señora, usted no se moleste, pero las mujeres no hacen nada en los barcos de pesca, ahí sólo vamos hombres.
Mi gozo en un pozo. Por lista.













Yo diría que ese hombre estaba predestinado por aquéllo de ser pescador, debe ser que lo da el oficio. El caso es que Ezequiel también sintió la llamada para convertirse en pescador de hombres pero de la iglesia Evangélica que, como suele pasar en todas las iglesias, siente predilección por los hombres. Hay más alegría por un pecador arrepentido que por una oveja descarriada hembra que vuelve al redil. Debemos estar en una proporción de 1 a 50 por lo menos, a favor de los hombres. Manuel se convirtió en su hermano en la fe. Yo me quedé en pariente lejana y gracias.

En vista que Manuel no se iba a convertir en pescador por el inconveniente de los mareos, Ezequiel se empeñó en que fuéramos a comer un sábado a su casa. Él, su señora y sus hijos estarían encantados de comer con nosotros a partir de las cuatro y media de la tarde, antes no podía ser porque tenían que recoger el puesto, limpiarlo y todo lo demás.



Como las niñas eran pequeñas, no podían esperar a comer tan tarde, comieron a las dos en casa. Yo había comprado mejillones, conchas finas y les hice una tortilla de patatas. Cuando me puse a darles la comida, me entró un hambre horroroso y empecé a picar de aquí y de allí: un mejillón al vapor que me encantan; una concha fina que me pierden; un trocito de tortilla que estaba buenísima... Ya no pude parar. Resultó que al final habíamos comido las tres. Tomé café y todo rematando la faena.

Y llegó la hora de marcharnos a casa del hermano en la fe. Manuel me miraba de reojo.
Nos recibieron encantados y amabilísimos.
- Espero que les guste la comida - dijo Ezequiel -, que ya me he dado cuenta que a usted le gustan los mejillones, la conchas finas, las coquinas... siempre la veo cuando compra en el puesto de la Rubia. Ezequiel no vendía marisco, sólo pescado.
- ¡Qué detalle! -, agradecí yo mientras contemplaba las dos fuentes tamaño XXL de mejillones y conchas finas que aparecieron en la mesa. Me sirvieron. Mucha cantidad. Me miraron ilusionados. Mucho. Manuel sonreía y me miraba divertido.
Ataqué con decisión y me lo comí todo.










- ¿Ves como ya te decía yo que es lo que más le gusta?- comentó Ezequiel a su mujer más contento que unas Pascuas.
- Venga, un poco más, que hay que reservarse para el caldero que ha hecho mi señora- Y me sirvió otra vez.
- Ay, no gracias, yo es que como muy poco -, me defendí como pude. En aquel tiempo yo no pasaba de los 48 kilos. Como el que oye llover: más mejillones y conchas finas. Manuel ya se reía a carcajadas con cualquier tontería que se comentara en la mesa. Empecé a sudar.
Cuando llegó el caldero, perdí el color.
- Esto es gloria pura- dijo no sé quién, y me sirvieron un buen plato. Yo sudaba más y cambié a un amarillo pajizo raro.
- Exquisito- dije yo porque era verdad pero ya no podía más, mientras me dedicaba a masticar y tragar; masticar y tragar, intentando pensar en otra cosa. Dice Manuel que ahí fue cuando ya me puse de un color verdoso muy feo.
El postre me lo perdonaron porque dije que yo nunca tomaba postre.
Cuando salimos de allí a las ocho de la tarde, llevaba un empacho que me duró dos días. Tardé mucho en hacer caldero, era pensarlo y me ponía malísima.




Caldero malagueño de pescado
Ingredientes.
Caldo de pescado. Ver receta Aquí
1 kg y 1/2 de pescado de roca.
Ajos sin pelar y dados un golpe.
Fideos nº 2
Aceite de oliva.
Sal.

Elaboración.
Preparar un caldo con el pescado y según la receta que indico.
Retirar el pescado, limpiarlo de piel y espinas y reservarlo.
En una paella o fuente de barro con un fondo de aceite, rehogar los fideos removiendo continuamente.
Deben dorarse, pero cuidado que se queman con facilidad.
Cuando estén dorados, añadir el caldo poco a poco y seguir removiendo.
Cuando los fideos estén al dente y hayan absorbido el caldo necesario (dependerá de la cantidad de fideos), retirar y dejar reposar unos instantes.
Servir con alioli y el pescado desmenuzado.









jueves, 17 de octubre de 2013

Peras al vapor al aroma de menta, el Máster en cuerpo de casa y Reinapor un Día




Estábamos Bere, Mari Carmen y yo tomando una infusión en el jardín después de la cena. La noche estaba templada y un grillo cantaba por allí. Mari Carmen que ya había dado más de una cabezada dijo que se acostaba, así que entró en casa. A los cinco minutos, apareció con el barreño de la ropa lavada y se puso a tender como una loca, era la 1:10 de la madrugada, lo sé porque miré el reloj.

- Tita, por favor, ¿Te vas a poner a tender ahora?, dijo Berenice con cara de espanto.

- Es un momento, que si no mañana la ropa va a estar muy arrugada.
- Mari Carmen, mujer, que estamos de vacaciones... dije yo, un poco nerviosa.
- Tú no puedes estar todo el día trabajando, que es que no paras, siguió Bere con el tema.
- Mira, somos muchos y las cosas hay que hacerlas. Y siguió tendiendo como si fuera lo más natural del mundo.


Aquí está en modo "anónimo"
Total, que se sentó otra vez con nosotras y me temo que Berenice y yo le echamos la bronca, por empeñarse en tener todo a punto, sea vacaciones o no. Se defendió como pudo.
- Es que yo soy así, no lo puedo remediar, soy 'Mariquilla La Primera'. Porque vamos a ver: ¿Quién se metió anoche en la cocina conmigo? Maite y no vosotras - dijo mirándonos de manera acusadora.
- Es que tú te pasas tres pueblos, con tanto detalle. Porque, vamos... mira que ayer, cuando te vi levantarte en pleno desayuno y aparecer con la sombrilla de la playa para que no le diera el sol a Odiseo, que sólo te faltó ir detrás de él como Picasso en la foto de Robert de Capa, cuando le quita el sol a Francoise... 



Se subió al dormitorio y Bere y yo nos quedamos reflexionando cómo habíamos llegado al lamentable estado de 'Mariquillas las últimas', qué vergüenza. Hasta el grillo se dio media vuelta y enmudeció.

Al día siguiente fuimos Mari Carmen y yo a comprar las cosas para la mariscada que hacemos todos los veranos, Bere se quedó diciendo que tenía algo que hacer. Cuando volvimos con mil y una bolsas ya había hecho casi todo el cuerpo de casa, estaba terminando de limpiar el baño de abajo. Ya era tarde y Mari Carmen dijo que se iba a la playa, así que se colocó el bañador, el pareo, la pamela y salió por la puerta dejándonos a las dos Mariquillas Las Últimas con todo empantanado, donde se demuestra que la venganza es un plato que se sirve frío.

- Ay, Bere, tenemos que darnos prisa, que ya es muy tarde, y está todo por medio, qué desastre.
- Venga, que termino con el salón y me vengo a la cocina contigo.
- ¡Qué barbaridad! ¿Para qué habremos comprado tanta cosa? Esta nevera está atiborrada, ahora tengo que entretenerme amontonando las cosas estilo 'Tetris' para hacer sitio, uff. No nos va a dar tiempo, como venga tu tía y vea todo manga por hombro, no veas...


Pelar las peras y frotarlas con limón
Añadir la menta al agua con azúcar












Me puse a sudar, entre las prisas, los nervios y el sol de justicia que entraba desde el jardín. Puse a cocer los bígaros, las cañaíllas y los langostinos. Las nécoras entraron la lista de espera. Guardé los berberechos. Me puse a limpiar un kg de boquerones para ponerlos al limón, que compramos a Miguelito porque le gustan mucho.

Mientras tanto, le contaba a Berenice que cuando yo era pequeña, había un programa en la tele que se llamaba 'Reina por un día'. Recuerdo que sonaba una cancioncilla que le canté:

Reina por un día, día de ilusión
Dulce melodía en tu corazón
Tus anhelos y deseos
Hoy se cumplirán
Y tus ansias y tus sueños
Realidad se volverán.

Y allí estaba la afortunada, sentada en un trono, con una corona de oropel y un manto de armiño de guardarropía, recibiendo regalos tan interesantes como una lavadora, una plancha o una aspiradora. Al final, lloraban todos mucho de alegría, de ilusión, de anhelos, ansias y deseos cumplidos. 


Cocer al vapor 20 minutos

- Oye, vamos a empezar la Operación Reina por un día, para tu tía. El asunto es que se colmen sus deseos de que dejemos de ser la vergüenza de las perfectas amas de casa, de las que ella es el vivo ejemplo.
- Maricruz, mujer... Dijo Bere ya riéndose.
- Que sí, que sí, que como no tenemos una corona, le podemos hacer una con un mocho de fregona bien bonito, y como cetro un plumero de esos estilosos con muchos colorines. Yo le canto la canción, que todavía me acuerdo ¿Vale?

Tuvimos que parar un rato, que con la risa no podíamos más. 
Y volvió Mari Carmen de la playa, más contenta que unas Pascuas y desde la puerta de la cocina nos dijo con mucha guasa que qué nos pasaba, que teníamos unas caritas de cansadas espantosas.


A partir de entonces estuvimos pendientes a más no poder de todo, tarea inútil porque Mari Carmen seguía siendo 'Mariquilla La Primera' en cuanto nos descuidábamos.
- No te muevas, no te muevas, que ahora mismo traemos la mantequilla...
- Tú tranquila, que ya ponemos la mesa nosotras...
- Ya cargamos nosotras el lavavajillas...
Unas carreras...
 Hemos tenido la casa de vacaciones más relimpia de Andalucía; Bere se ha pasado tendiendo y recogiendo a toda velocidad la ropa en cuanto estaba lista; yo tenía la cama hecha y el cuarto en estado de revista antes de las doce de la mañana; hemos refregado los baños una y otra vez, y todos han tenido una estancia de príncipes.
 Incluso Mari Carmen, cuando ya nos veníamos, nos dijo que nos habíamos esforzado bastante . Aun así, no hemos conseguido el diploma del Máster en cuerpo de casa, no hay quien llegue a su nivel. El próximo verano, Bere y yo hemos pensado incluir en el fondo común el presupuesto de una limpiadora, ya no queremos ser 'Mariquilla La Primera', que eso es un no parar. 

Peras al vapor al aroma de menta
Ingredientes.
1 kg de peras conferencia. 
Un buen manojo de menta fresca.
200 gr de azúcar.
200 gr de agua.
1 Limón.

Elaboración.
Pelar las peras conservando el rabillo. Frotarlas con el limón para evitar que ennegrezcan.
En una vaporera, colocar en el fondo el azúcar y el agua. Disolver bien.
Añadir la menta.
Disponer las peras en el cestillo, tapar y dejar cocer 20 minutos aproximadamente.
Colar el almíbar que se habrá hecho durante la cocción.
Servir frío o caliente, regando las peras con el almíbar.







lunes, 2 de septiembre de 2013

Ternera al vermú, las vacaciones en El Puerto y el jamón.


Había encargado este año Mari Carmen el jamón para las vacaciones en una fábrica de embutidos, secadero y bodega de jamones que hay en la provincia de Badajoz. El día 14 de agosto, todavía no había llegado y todos nos preguntábamos qué pasaba, así que llamó por teléfono y nos enteramos que había habido una confusión. Ellos esperando la transferencia y nosotros esperando que nos dijeran el precio para poder hacerla. Total, que unos por otros, la casa sin barrer.

Cuando parecía que estaba todo solucionado, el jamón seguía sin venir. Venga a llamar por teléfono y nada, que no había manera. Ya estábamos todos pendientes, sobre todo Berenice, su hijo Miguelito y yo, que cada vez que oíamos que alguien paraba una furgoneta al otro lado de la valla del jardín, nos volvíamos locos gritando: "¡el jamón! ¡el jamón!". A Mari Carmen le daba una vergüenza espantosa.

Atar la carne

Una tarde estábamos tan tranquilos y paró una furgoneta de reparto. Repetimos la algarabía. El repartidor se bajó con un paquete, entró en nuestra calle y pasó de largo, qué chasco.
- ¿Mira que si es el jamón y se está equivocando de casa?
- Tita, tita -, dijo Miguelito -, ¡corre que se lleva el jamón!
- Oiga, oiga, ¿Para quién trae usted ese paquete?, escuchábamos que decía Mari Carmen al de reparto mientras corría como un gamo detrás de él. Se había contagiado de nuestras tonterías, la pobre. Era un paquete para dos casas más abajo, que no había nadie. Mala suerte. Volvió a entrar en casa y allí nos encontró a los tres a carcajada limpia, llorando de risa.
- Desde luego, qué vergüenza, la que estáis liando con el dichoso jamón. Y yo, corriendo detrás del pobre hombre, espero que no me haya visto nadie.

Entrar al horno, todo en crudo

Al día siguiente, volvió el mismo repartidor. Seguía sin haber nadie y le oímos hablar por el móvil con su jefe, que a ver qué hacía con el paquete, que no podía estar viniendo todos los días con el calor y todo eso. Le dijo a Mari Carmen que si quería quedarse ella con el paquete y dárselo a la vecina cuando volviera, pero dijimos que si no era un jamón, que no. Qué vida más injusta, Dios le da pañuelo al que no tiene mocos, como dice el refrán.

Menos mal que vino 'Odiseo' (ese no es su nombre, es que no quiere que diga el suyo y hemos consensuado este), a pasar dos días y trajo jamón, buenísimo por cierto, y bombones de Pancracio. Lo siento 'Odiseo', ahora todo el mundo sabe que estás en Cádiz. El jamón se acabó en los desayunos y otra vez nos entró la perrera con el jamón, para desesperación de Mari Carmen.

Estuvimos gritando "¡el jamón!" cada vez que oíamos el motor de un coche e incluso cuando estábamos charlando, nos volvimos obsesivo-compulsivos. Una mañana pasó la máquina barredora del Ayuntamiento y los tres gritamos a la vez: "¡el jamón!" y venga a reírnos como tontos.

Bañar a menudo con el jugo
Pasar la salsa











El día 22, a eso de las 12 llegó el del jamón. Bere y Miguelito estaban en el jardín, Mari Carmen en la cocina y yo andaba dentro de casa haciendo no sé qué. Berenice abrió la puerta en bikini porque ya se iba a la playa con Miguelito, que estaba preparado con la gorra de visera más grande que he visto en mi vida y saltaba como un guerrero Masái , "¡el jamón, el jamón, el jamón!" repetía como si nos hubiera tocado la lotería. Yo aparecí con la túnica que uso para estar en casa y Mari Carmen directamente se escondió en la cocina y no quería salir.
- Tita, que salgas a firmar, dijo Bere.
- Que no, que no, firma tú, se escuchaba a Mari Carmen que debía estar a punto de meter la cabeza en el horno.
- Que salgas, tita, que yo no voy a firmar.



Yo salí corriendo a por la cámara de fotos que estaba en la mesa del jardín y le dije al repartidor:
- ¿A usted no le importa que le haga una foto entregando el jamón? Es que llevamos más de dos semanas esperando a que lo traigan... Le aseguro que no saldrá su cara, si no quiere.
- No me importa, señora, dijo aquel hombre, que sudaba a chorros y a pesar de eso lucía una gran sonrisa.
- ¡Mierda! No me lo puedo creer, dos semanas esperando el jamón y ahora va la cámara y dice "Change battery". 
Salí pitando en busca del iPad para hacer la foto y en la cocina me crucé con Bere que ya venía con su móvil a inmortalizar el momento-entrega-del-jamón-por-fin. Mari Carmen firmó el albarán, Bere hizo las fotos, Miguelito lo pasó en grande, el repartidor se fue pensando que estábamos todos locos y yo me fui a darme un baño fresquito que me dejó como nueva.
Al día siguiente compramos una tabla para el jamón, no hubo manera de encontrar la que teníamos.
'Odiseo' volvió a pasar un fin de semana con nosotros pero le dijimos que ya no hacía falta jamón, que si quería traer más bombones Pancracio, que agradecidos. Así lo hizo, 'Odiseo' es un encanto.

Y aquí está el famoso jamón, salió exquisito.

El momento de la entrega



















 Ternera al vermú

Ingredientes.
1.800 gr de aguja de ternera.
Cebolla dulce en juliana, al gusto.
100 gr de aceite de oliva virgen.
1 vaso de los de agua de vermú blanco seco.
Pimienta en grano variada: negra, blanca, roja y verde. O una mezcla de 5 pimientas de las ya preparadas.
2 ó 3 hojas de laurel.
Ralladura de un limón, sólo la parte amarilla.
3 cayenas enteras.
Sal.
Pimienta negra recién molida.

Elaboración.
Atar la carne para que conserve su forma. Salpimentar.
Colocar en la cazuela y añadir todos los ingredientes. Macerar unas dos horas, dando la vuelta para que se impregne bien.
Entrar al horno precalentado a 200º. 
A los 15 min., dar la vuelta y mantener otros 15 min.
Bajar el horno a 170º y calcular un tiempo de 30 minutos por cada 1/2 kg de carne.
Bañar a menudo con el jugo de cocción.
Cuando esté lista, sacar la carne y mientras reposa, triturar la salsa retirando las hojas de laurel, que ya habrán soltado su sabor y su aroma.
Lonchear, emplatar y servir.


sábado, 3 de agosto de 2013

Calamares en salsa americana o los peligros de profetizar


 Estaba yo limpiando los calamares recién traídos del mercado cuando me encontré con una sorpresa al darles la vuelta - les doy la vuelta para limpiarlos bien, curiosa que es una -, uno de ellos acababa de comerse un lenguado.

Un lenguado pequeño sin digerir aun, suele pasar...
Aquí está, un poco 'pelado'












Tras la sorpresa inicial seguí con la tarea, dos calamares más también estaban recién comidos, lo mismo habían pescado una despedida de soltero o algo asi. El caso es que al final me vi con tres alevines, dos lenguados y un besugo o algo parecido.

Aquí los tres 'pezqueñines'

Llegados a este punto, pensé: esto lo encuentra Ferrán Adriá y hace un menú marinero con algas, sobre espejo de tinta de calamar deconstruido y espuma de mar al aroma de Cantinero de Cuba, Cuba, Cuba... y se queda tan pancho. Encima, te cobra un pastón.

Aunque lo que realmente me vino a la cabeza fue el momento en que los calamares atrapaban a los pececitos, todo para adentro en un pis pas, igualito que lo que le pasó a Jonás cuando se lo tragó el pez gigante, lo de la ballena ya es una leyenda urbana de la época. Y es que eso de ser profeta, era una profesión de alto riesgo y desagradecida además, sólo comparable a la de encargado de la ventanilla de reclamaciones.

Jonás era un profeta al que Yahvé ordenó que fuera a Nínive para anunciarles que en cuarenta días los iba a destruir a todos por lo de siempre, porque eran muy malos. Jonás que ya debía estar un poco harto de ser él quien andaba vaticinando desastres multitudinarios, salió pitando hasta un sitio que estaba más o menos donde hoy está Tel Aviv y allí se embarcó en un navío que iba para Tarsis. No se sabe si quería hacerse minero o que ya éramos destino turístico.


El caso es que nada más zarpar, se fue a dormir a su camarote pero Yahvé que de todo se enteraba, se dio cuenta, se enfadó y mandó una tempestad sobre el barco que se iba a pique. Los marineros despertaron a Jonás y le dijeron que rezara a su Dios como el resto de los embarcados y que de paso, les ayudara a echar por la borda todo lo que pudiera para aligerar el barco a ver si así mejoraba la cosa. En vista de que la tormenta arreciaba, echaron a suertes quien tiraban al mar como víctima propiciatoria que calmara a los dioses. Le tocó a Jonás, claro. Yahvé que todo lo puede hizo que fuera el agraciado. Entonces, confesó que había sido desobediente con su Dios y con más razón lo tiraron sin contemplaciones. Profeta al agua.

Ahí fue cuando se lo tragó el pez, que estuvo dentro tres días orando y arrepintiéndose, al cabo de los cuales Yahvé le dijo al pez: anda, escupe eso ahí, que ya vamos tarde para Nínive. El pez soltó a Jonás en una playa y se fue como nuevo, libre de digestiones pesadas por fin. Entonces, Jonás se fue a Nínive a gritar por las calles lo de los cuarenta días de plazo, pero los ninivitas se arrepintieron todos -hasta el rey, que se dice pronto-, se cubrieron la cabeza con ceniza y se vistieron de tela de saco para que fuera evidente la buena voluntad y los perdonaran.



Como a los cuarenta días todo seguía lo mismo, Yahvé no mataba a nadie ni hacía bajar fuego del cielo ni nada, Jonás se enfadó. De modo y manera que casi me ahogo, me traga un animal pestilente aquejado de meteorismo, me arrastro por medio mundo, me pongo en peligro anunciando algo horrible y ahora resulta que de lo dicho no hay nada. Me voy al desierto, que me quiero morir, ya he tenido suficiente. Yahvé hizo brotar una calabacera y una calabaza hacía sombra sobre Jonás que no se moría, por lo menos de insolación. El asunto era no ponerse de acuerdo uno y otro. Al final, Yahvé demostró que era misericordioso con los que se arrepentían y pedían perdón por sus pecados que, al parecer era de lo que se trataba. Jonás montó una Agencia de Viajes.

Calamares en salsa americana

Ingredientes.
2 kg de calamares en anillas, tentáculos y aletas troceados.
Para la salsa americana. Esta salsa es laboriosa pero no es difícil. No doy cantidades.
Aceite de oliva. 
Cebolla.
Tomate sin piel ni pepitas o tomate triturado.
Zanahoria en brunoise ( o sea, en taquitos pequeños).
Ajo.
Vino blanco de buena calidad.
Brandy.
Caldo de pescado.
Cáscaras y cabezas de gambas, langostinos...
Pimentón dulce.
Pimentón picante (opcional).
Sal.

Elaboración.
Saltear las cáscaras en aceite, regar con el brandy y flambear. Triturar y pasar por el colador. Reservar.
Sofreír en aceite, la cebolla, la zanahoria y el ajo muy picados. Espolvorear con un poco de harina y cuando esté cocida, el pimentón. Añadir un vaso de caldo de pescado y el vino blanco. Dejar cocer unos minutos. Por último, el tomate triturado y cocer hasta que se integre. Triturar, aunque hay veces que no la trituro, eso va en gustos.
Añadir ahora el triturado de cáscaras de marisco.
Introducir por último,  los calamares.
 Dejar hacer todo durante 15 o 20 minutos.
Si espesa demasiado, agregar más caldo de pescado.
Y si sobra, pues unos espaguetis.








jueves, 18 de julio de 2013

Marinera de almejas y mejillones. Los acúfenos, el tu-tú y Danielito.


Si oyes campanas y no sabes dónde; si hay agua manando de una fuente y estás en la cola del mercado; si la sirena de un buque atruena tu sala de estar... no te apures. No son alucinaciones auditivas, tienes acúfenos, o sea, ruidos en el oído también llamados tinnitus. Yo, por razones que no hacen al caso, tengo acúfenos aunque sólo en un oído que no digo cuál porque da lo mismo y además, no les hago ni caso. El asunto es que oigo en 'mono' en vez de oír en estéreo como casi todo el mundo. La consecuencia es que muchas veces me entero de todo al revés y me veo inmersa cual pececillo de pecera en situaciones la mar de chuscas.


Fui a hacerme un pre-operatorio precisamente para el tema del oído. Entre otras pruebas, te mandan una placa de tórax. Estábamos todos esperando en la clínica radiológica, cada uno para nuestras cosas, y me llamaron. Entré en esa habitación en penumbra donde te dan ganas de echar una siestecita, me dieron una bata de un color verde quirófano horrorosa, me pusieron delante del cristal ese que está tan frío, el radiólogo se fue a esconderse a su zulo y desde allí habló por el micrófono.
- Quieta, no respire... esto siempre te pilla con una necesidad de respirar tremenda
- Ya puede respirar... ufff.
- Ahora, una de perfil. Me doy media vuelta y espero la orden de no respirar, cuando noto que alguien me toca el hombro.
- ¡Que ya se puede usted vestir! Era ese hombre, que venía a ver porqué le daba la espalda y no me movía del sitio.
- Ay, perdone, que había entendido 'ahora una de perfil', que para eso es la placa, para operarme porque no oigo bien, y ando todo el tiempo orientando el oído bueno que parezco una imagen de un papiro egipcio, siempre de perfil, qué fatiga...
Mi hermana, que me acompañaba, dijo que se oían las carcajadas de los dos, desde fuera.



Mis hijas y yo salimos todas las Navidades a hacer las compras de los regalos.
- Bueno, niñas ¿Qué le vais a comprar a vuestros maridos?
- Yo, una cartera que la que tiene está muy usada, unos libros...
- Pues yo, un tu-tú.
- ¿¿Un tu-tú para tu marido?? Qué cosa más rara, hija...
- Noooo, ¡un tu-tú para el coche!
- ¿Un tu-tú para el coche? ¿Y eso qué es?
- Mamá, ¡Un bluetooth para el coche, para hablar por el móvil!
La gente se paraba a mirarnos, no podíamos ni andar de la risa y al final tuve que darles un empujón a ver si paraban ya, que yo estaba con las piernas cruzadas en una postura muy poco digna.











Pero lo que ha quedado ya para la historia familiar, es el día que estábamos todos en casa viendo una película en la tele.
- Ay, ¿Cómo se llama este actor? Ahora mismo no me acuerdo...
- Danielito, mamá.
- ¿Danielito? No me sonaba a mí mucho ese nombre, pero teniendo en cuenta que el personaje en cuestión es muy bajito... ¿¿Danielito??-, repetí yo un tanto asombrada.
- ¡Danny DeVito, mamá! 
Desde entonces, cada vez que pregunto por el nombre de alguien, se llama "Danielito".


Ingredientes.
2 kg de mejillones.
1 kg de almejas o chirlas.
1 vaso de buen vino blanco.
Salsa de tomate. Si es casera, mejor.
Dos guindillas (opcional).

Limpiar los mejillones rascando bien las valvas, aunque ya vienen todos depurados, pero nunca está de más.
Tener las almejas en agua con sal durante una hora para que suelten la arena.
Abrir los mejillones al vapor con las dos guindillas abiertas por la mitad, y reservar. Yo los voy sacando a medida que se van abriendo, así no se secan y están jugosos.
En el líquido que han soltado, abrir las almejas con la cacerola tapada para que no se sequen. Reservar.
Colar el líquido por una manga de tela para que se limpie de impurezas. Reservar.
Calentar la salsa de tomate, añadir el vaso de vino blanco y otro tanto del líquido de cocción que habíamos reservado.
Reducir.
Emplatar los mejillones y las almejas y cubrir con la salsa bien caliente. Añadir unos triángulos de pan tostado untado con ajo.













lunes, 1 de julio de 2013

Boquerones en vinagre


No sé desde cuándo los malagueños nos llamamos boquerones pero me gusta, nos gusta. Tenemos una variedad conocida como boquerón victoriano, que algunos pronuncian vitoriano aunque es obvio que no son de Vitoria-Gasteiz, la capital de Álava o Araba en vascuence, lo mismo que a las Victoria - que había muchas por aquí por ser la Virgen de la Victoria nuestra patrona - las llamábamos Vitoria, Vitoti, e incluso Toti. Ya no se les pone esos nombres a los recién nacidos, ahora los papás quieren que sus bebés lleven nombres únicos, y al final todo el mundo acaba llamándose igual aunque con unos nombres muy raros, que yo siempre me pregunto ¿Qué ha pasado con las Victoria, los Juan, o sea, Guan o Guani,  y todo eso?; aunque me guardo muy mucho de decirlo en voz alta, que nunca se sabe si les puede sentar mal a los papás de ahora, sus bebés y el público en general.



Y es que todo cambia. Hace tiempo que me enteré de que había por ahí un Frente Bokerón que yo pensaba que eran como alternativos de algo y ha resultado ser un grupo de aficionados al fútbol, forofos del Málaga Club de Fútbol. Nada, que acabamos sabiendo de fútbol quieras que no. Es poner las noticias en la tele, y antes de que te des cuenta, estás mirando con toda atención el tiempo dedicado a los deportes, que dura más incluso que las noticias. No sólo ves una y otra vez los goles, sino que siempre salen futbolistas - los gladiadores modernos - hablando a un montón de micrófonos, con las marcas patrocinadoras que les llaman 'sponsors', por todas partes, y botellitas de agua a las que ni miran ni de las que beben pero que deben pagar algo y por eso están ahí chupando cámara. Y los entrenadores, que siempre están en la cuerda floja, porque si pierden partidos, los quitan de en medio de un plumazo. La manera moderna de echarlos a los leones. Lo cierto es que nunca entiendo de qué hablan, sobre todo si el gladiador de turno es extranjero y se expresa o pronuncia fatal, es que no pillo ni una.












Lo que más me sorprende es que la gente se pone la camiseta del club de sus amores cuando ve los partidos, aunque sea en un bar o en casa con los amigotes. No entiendo el sentido de este ritual. Es como si los taurinos se vistieran de luces en cada festejo. ¿Que el color favorito del torero al que admiras es malva? Pues todos de malva y oro. ¿Que toma la alternativa? Todos de blanco y oro. Los gordos, de picador o banderillero. La tradición es la tradición. Y que se aprendan los pasodobles, El Gato Montés, que es muy bonito: "Suena el clarín y sale el toro, ¡ole! gritan a coro...". No se puede comparar con: "De las glorias deportivas que campean por España, va el Madrid con su bandera limpia y blanca que no empaña...". Que no empaña... ¿el qué? O que no se empaña, como los cristales cuando hace frío fuera... Que no me entero.










Yo, que siempre he pensado que los 'balones de reglamento' se llamaban así porque reglamento era un tipo de material, algo como de cuero basto que hacía daño sólo con  mirarlo, no acabo de entender de fútbol ni las pasiones que levanta, de verdad. Lo entiendo todo al revés. Derby, sin ir más lejos. Toda la vida pensando que es una competición hípica y resulta que se trata de partidos entre equipos de la misma ciudad, o qué sé yo... Pero hay derbis casi todos los días, todo el mundo de los nervios.
Como que estoy por preguntar a los nenes que juegan al fútbol en mi urbanización, qué Derby es el suyo y cómo lo llevan. No me atrevo porque son muy brutos y pegan a dar.
En fin, que a base de insistir, ya sé lo que es un 'fuera de juego'. Creo...




Ingredientes.
1 kg de boquerones de buen tamaño.
Sal.
Agua.
Vinagre de vino blanco.
Ajo.
Perejil.

Elaboración.
Limpiar los boquerones. Descabezarlos y quitarles la espina central sin separar los lomos de la cola. Aquí explico cómo hacerlo.




Enjuagarlos bien bajo el grifo, hasta que suelten toda la sangre posible.
En este punto, los congelo durante 24 ó 48 horas, para matar el anisakis.
Descongelarlos pasado este tiempo.
Hacer una salmuera, que no es más que agua en la que se disuelve sal. Para hacerse una idea, el agua de mar tiene una concentración de 35 gr de sal por litro de agua. No necesitamos tanto. La salmuera es para que los boquerones no se pongan blandos, lo interesante es que estén firmes. Con 20 ó 25 gr por litro de agua, puede ser suficiente. Es cuestión de ir probando.
Añadir ahora el vinagre, y lo mismo. Depende de si lo queréis más fuerte o no. A mí me gustan fuertes, pero eso va al gusto de cada uno.
Introducir los boquerones, y tenerlos así alrededor de 4 horas en el frigorífico.
Sacarlos y disponerlos en un recipiente bien ordenados, por capas. Cubrir con ajo laminado y perejil cortado.
Cubrir con aceite de oliva de buena calidad.
Esperar un par de horas y ya están listos.