martes, 1 de julio de 2014

Ensalada malagueña y el proceloso mundo de las telecomunicaciones



 Parece ser que una Central Telefónica es un sitio donde van los cables de los abonados, como los ríos que van a dar a la mar que es el morir, que diría Jorge Manrique en "Coplas por la muerte de su padre", y allí tienen lugar los enlaces de comunicación y otros procesos de los que no entiendo, ni falta que me hace. Que eso es lo que yo creía, hasta que la central telefónica donde están los cables de mi teléfono fijo, ardió. Se quemó un sábado y se produjo lo que llaman una incidencia. Pues será una incidencia,  pero es un latazo horroroso: el teléfono se quedó mudo y la conexión a Internet desapareció. Y comenzó la parte 'que es el morir', o Síndrome del Hotel California donde una vez que entras ya no puedes salir; te instalas en una especie de bucle maligno que no tiene fin.

Limpiar de sal el bacalao
Asarlo sobre la llama
Llamé al 1004 y ahí me dijeron lo de la incidencia, yo creía que era una avería, pero bueno. Una señorita me preguntó si el problema era en la línea de voz o en la de datos. 
- Pues... que no tengo línea en el teléfono, ni acceso a Internet, eso es lo que me pasa.
- Si, pero ¿su incidencia es acerca de la línea de voz, la de datos, o ambas?.
- Mire, que no funciona nada, que está todo muerto, que no sé yo cómo se llama eso, que no estudié Telecomunicaciones porque en mis tiempos no había, y de todas maneras no me gusta. Así que usted verá cómo le llama, yo quiero conectarme a Internet y hablar por teléfono como siempre.
- Bueno, entonces las dos - sentenció.
Mientras tanto, cocer las patatas
Poner en agua un par de horas
Que en 48 horas todo lo más la incidencia estaría solucionada. A los cinco días de incidir todo el tiempo, me compré un pincho USB y por lo menos pude usar el portátil, aunque iba tan lento que cada vez que intervenía en los foros  profesionales donde estoy dada de alta, cuando salía mi comentario ya habían pasado a otro tema. A punto estuve de cambiar mi nick por el de tengounaincidencia.
Estuve llamando a averías y ya no salía nadie, directamente te enchufaban una grabación donde no había opción a hablar, sólo podías pulsar 'uno para ésto'; 'dos para lo otro'; 'tres para lo de más allá'... 
A las dos semanas, sonó el teléfono, qué nervios.
- ¿Diga?
- ¿Pili?
- Ay, lo siento pero aquí no hay nadie que se llame así.
- Perdone.
- No pasa nada - dije yo un tanto desilusionada. 
Y sonó el teléfono de nuevo.
- ¿Diga?
- ¿Pili?
- Ah, es usted otra vez... pues sigue sin haber ninguna Pili por aquí, ya le digo. ¿No le habrán dado mal el número?
- Pues no creo, Pili es mi sobrina, hija de mi hermana Mª Luisa, llevo llamando a este número muchos años. ¿Ese no es el 952 xx xx xx?
- Uh, no se parece en nada... No sé qué pasa, desde que ardió la central telefónica esto está desastroso.

Colocar sobre las patatas cocidas, la cebolleta y la naranja
- Pues vaya... en fin, perdone otra vez.
- Nada, no es culpa suya, mujer.

Llamé a mi número desde el móvil, y ni un tono. Muerto. Ploff. Desaparecido en el ciberespacio, dando vueltas con la perrita Laika, la del Sputnik, qué pena.
El día siguiente, otra vez una llamada. Era Antonia, la tía de Pili y hermana de Mª Luisa, que probaba a ver si ya podía hablar con la familia. 
Me contó su vida, y hablando, hablando, nos enteramos que Pili, su madre Mª Luisa, su padre Paco y yo, éramos vecinos. Muy amena, Antonia. Como ser amable no cuesta nada, y dado que llamaba casi todos los días, yo le contaba si Pili y sus padres estaban bien, información que me pasaba el conserje para que Antonia estuviese tranquila, que llamaba desde el pueblo y no tenía ni móvil ni nada.

Añadir las aceitunas, aliñar y remover

El único esquinado de esa familia resultó ser Paco, el padre, que me llamó un día.
- ¿Es usted la que tiene mi número de teléfono?
- Bueno, vamos a ver: yo soy la que contesta cuando alguien marca su número de teléfono, que no es lo mismo.
- Da igual. Quiero advertirle que como aproveche usted que tiene mi teléfono (y vuelta la burra al trigo...) para hacer llamadas de esas que cuestan un pastón, la demando, que me voy a dar cuenta cuando llegue la factura.
- Mire usted Paco, que sé que se llama así porque me lo ha dicho su cuñada Antonia que me llama a menudo: ¿De verdad usted piensa que he estado toda mi vida esperando a que ardiera la Central para llamar a Kathmandú, Anchorage o San Petesburgo? No tengo necesidad de hacer nada de eso,  a ver si va a resultar que se cree el ladrón que todos son de su condición; que no se puede ser tan grosero, hijo mío.
- ¡Oiga, no insulte!
- Hala, demándeme por insultos. Y que sepa que ya no le digo más a Antonia cómo están Pili y los demás, que agarre el autobús y baje del pueblo. ¿Será posible? ¡CLONCK! Colgué.

Servir

Así que llamé a otro operador de telefonía, ellos me gestionaron todo, cambié a fibra óptica y me arreglaron lo del número de teléfono, que lo tenían todo hecho un asco desde el incendio o incidencia y se acabó la historia. El conserje me dijo que este Paco era un poco bruto. No lo pongo en duda.