sábado, 3 de agosto de 2013

Calamares en salsa americana o los peligros de profetizar


 Estaba yo limpiando los calamares recién traídos del mercado cuando me encontré con una sorpresa al darles la vuelta - les doy la vuelta para limpiarlos bien, curiosa que es una -, uno de ellos acababa de comerse un lenguado.

Un lenguado pequeño sin digerir aun, suele pasar...
Aquí está, un poco 'pelado'












Tras la sorpresa inicial seguí con la tarea, dos calamares más también estaban recién comidos, lo mismo habían pescado una despedida de soltero o algo asi. El caso es que al final me vi con tres alevines, dos lenguados y un besugo o algo parecido.

Aquí los tres 'pezqueñines'

Llegados a este punto, pensé: esto lo encuentra Ferrán Adriá y hace un menú marinero con algas, sobre espejo de tinta de calamar deconstruido y espuma de mar al aroma de Cantinero de Cuba, Cuba, Cuba... y se queda tan pancho. Encima, te cobra un pastón.

Aunque lo que realmente me vino a la cabeza fue el momento en que los calamares atrapaban a los pececitos, todo para adentro en un pis pas, igualito que lo que le pasó a Jonás cuando se lo tragó el pez gigante, lo de la ballena ya es una leyenda urbana de la época. Y es que eso de ser profeta, era una profesión de alto riesgo y desagradecida además, sólo comparable a la de encargado de la ventanilla de reclamaciones.

Jonás era un profeta al que Yahvé ordenó que fuera a Nínive para anunciarles que en cuarenta días los iba a destruir a todos por lo de siempre, porque eran muy malos. Jonás que ya debía estar un poco harto de ser él quien andaba vaticinando desastres multitudinarios, salió pitando hasta un sitio que estaba más o menos donde hoy está Tel Aviv y allí se embarcó en un navío que iba para Tarsis. No se sabe si quería hacerse minero o que ya éramos destino turístico.


El caso es que nada más zarpar, se fue a dormir a su camarote pero Yahvé que de todo se enteraba, se dio cuenta, se enfadó y mandó una tempestad sobre el barco que se iba a pique. Los marineros despertaron a Jonás y le dijeron que rezara a su Dios como el resto de los embarcados y que de paso, les ayudara a echar por la borda todo lo que pudiera para aligerar el barco a ver si así mejoraba la cosa. En vista de que la tormenta arreciaba, echaron a suertes quien tiraban al mar como víctima propiciatoria que calmara a los dioses. Le tocó a Jonás, claro. Yahvé que todo lo puede hizo que fuera el agraciado. Entonces, confesó que había sido desobediente con su Dios y con más razón lo tiraron sin contemplaciones. Profeta al agua.

Ahí fue cuando se lo tragó el pez, que estuvo dentro tres días orando y arrepintiéndose, al cabo de los cuales Yahvé le dijo al pez: anda, escupe eso ahí, que ya vamos tarde para Nínive. El pez soltó a Jonás en una playa y se fue como nuevo, libre de digestiones pesadas por fin. Entonces, Jonás se fue a Nínive a gritar por las calles lo de los cuarenta días de plazo, pero los ninivitas se arrepintieron todos -hasta el rey, que se dice pronto-, se cubrieron la cabeza con ceniza y se vistieron de tela de saco para que fuera evidente la buena voluntad y los perdonaran.



Como a los cuarenta días todo seguía lo mismo, Yahvé no mataba a nadie ni hacía bajar fuego del cielo ni nada, Jonás se enfadó. De modo y manera que casi me ahogo, me traga un animal pestilente aquejado de meteorismo, me arrastro por medio mundo, me pongo en peligro anunciando algo horrible y ahora resulta que de lo dicho no hay nada. Me voy al desierto, que me quiero morir, ya he tenido suficiente. Yahvé hizo brotar una calabacera y una calabaza hacía sombra sobre Jonás que no se moría, por lo menos de insolación. El asunto era no ponerse de acuerdo uno y otro. Al final, Yahvé demostró que era misericordioso con los que se arrepentían y pedían perdón por sus pecados que, al parecer era de lo que se trataba. Jonás montó una Agencia de Viajes.

Calamares en salsa americana

Ingredientes.
2 kg de calamares en anillas, tentáculos y aletas troceados.
Para la salsa americana. Esta salsa es laboriosa pero no es difícil. No doy cantidades.
Aceite de oliva. 
Cebolla.
Tomate sin piel ni pepitas o tomate triturado.
Zanahoria en brunoise ( o sea, en taquitos pequeños).
Ajo.
Vino blanco de buena calidad.
Brandy.
Caldo de pescado.
Cáscaras y cabezas de gambas, langostinos...
Pimentón dulce.
Pimentón picante (opcional).
Sal.

Elaboración.
Saltear las cáscaras en aceite, regar con el brandy y flambear. Triturar y pasar por el colador. Reservar.
Sofreír en aceite, la cebolla, la zanahoria y el ajo muy picados. Espolvorear con un poco de harina y cuando esté cocida, el pimentón. Añadir un vaso de caldo de pescado y el vino blanco. Dejar cocer unos minutos. Por último, el tomate triturado y cocer hasta que se integre. Triturar, aunque hay veces que no la trituro, eso va en gustos.
Añadir ahora el triturado de cáscaras de marisco.
Introducir por último,  los calamares.
 Dejar hacer todo durante 15 o 20 minutos.
Si espesa demasiado, agregar más caldo de pescado.
Y si sobra, pues unos espaguetis.