lunes, 15 de agosto de 2016

Merluza en salsa



Parece que este verano va a ser de Levante. Andamos todos con los pelos revueltos y yo, que tengo la cabeza llena de remolinos y por eso llevo un pelado cortito, vuelvo a casa como la Pantera Rosa después de salir de la secadora. Aun así el lunes ya no pude más y bajé a la playa, que todo el año viendo el mar tan cerca y los vecinos todos negros como Conguitos, yo sigo pareciendo recién llegada de los países nórdicos. Esto no puede seguir así, me dije a mí misma. Preparé mi bolsa de playa, producto de uno de mis viajes a EEUU, que tiene siete bolsillos con cremallera por fuera formando la palabra "Newyork" donde meto las llaves, algo de dinero, los kleenex, el móvil, un espejito y el protector labial; dentro la toalla, un peine, un fotoprotector 50, una botellita de agua y listo. Me puse un bañador nuevo de este año, de estilo palabra de honor monísimo, una camisola a juego y mis chanclas de goma que en otros tiempos llamábamos japonesas  y que ahora se llaman flip-flop. Crucé el paseo marítimo dispuesta a todo, y me uní a la concurrencia de bañistas, por fin.

Pasar la merluza por harina y freír
Reservar











Ocupé una de las hamacas que gestionan los del chiringuito Gutiérrez, de esas que son super cómodas, con una sombrilla de paja colgante alrededor con penacho arriba y todo. Son como un iglú pero en versión estropajosa, es la moda de este año. Dejé la bolsa y me acerqué a la orilla a ver cómo estaba el agua de temperatura, porque revuelta ya sabíamos que estaba. Unas olas de las que rompen a traición y además con resaca fuerte. El vigilante de la playa que es un joven normal y corriente, no como los de la serie,  y que nunca he visto en la arena, que parece que vive en lo alto de esa escalera como si fuera un Simeón Estilita moderno, izó la bandera amarilla. Uh, no parece que esto vaya a amainar, me volví a decir a mí misma.

En el mismo aceite, freír los ajos
Añadir el vino y el caldo de pescado










- ¿Ha visto usted la mala mar que hace hoy? -, comentó una señora que se puso a mi lado. Por cierto, llevaba un bañador con faldita, negro con lunaritos blancos, o topos que se llaman ahora. Siglos hacía que no veía yo un bañador de esos.
- Pues sí, como tengamos muchos días de Levante, nos vamos a quedar sin arena.
- Una pena, porque el agua no está fría, ¿Verdad? Yo, con estas olas no me meto, ¿usted se va a bañar?
- Mujer... No creo, no tengo ganas de andar saltando olas y menos con este esguince en el pie...
Justo cuando le iba a enseñar mi tobillo, el mar pegó un arreón y se llevó la chancla del pie izquerdo.
- Oh, ¡mi chancla! -, exclamé con sorpresa.
- A ver cómo la coge usted, que se ha ido para adentro.
Y nos pusimos a otear el rompeolas intentando localizarla.
- Bueno, como vivo ahí enfrente me da lo mismo ir descalza-, dije yo que me conformo enseguida con lo que no tiene importancia ni remedio.

Agregar las almejas lavadas
Cocer tapado para que no se seque










- Ah, ¡mira aquí está! -. Algo me estaba rozando el pie. No era la chancla, eran unas gafas de bucear. Increíble.
- ¡Qué cosas, he perdido una chancla pero he encontrado unas gafas de buceo! Me puse a reír y la señora del bañador con faldita se puso a reír también tan contenta como yo.
- Dicen que el mar devuelve siempre lo que no es suyo, pero en este caso se ha equivocado en la entrega, debe haber alguien por ahí intentando bucear con mi chancla.
De repente me señaló como unos treinta metros a la derecha.

Incorporar las gambas al final
Y el perejil muy picado











- ¡Por allí está su chancla!-. Y lo dijo en el mismo tono que el capitán Ahab de Moby Dick cuando alertaba "¡por allí resopla!", así que salí corriendo como un gamo, con un pie descalzo, procurando que no se me fuera la chancla del otro y las gafas ajenas colgando de un brazo. Después de tres o cuatro intentos, tragando agua y arena, la pesqué. Ahora tenía mis chanclas, unas gafas de bucear, una pinta lamentable, la camisola chorreando y a los de las hamacas pendientes de la peripecia. Cuando volví a mi sitio, todos sonreían con alivio. Poco me faltó para saludar estilo campeona de algo. El vigilante izó la bandera roja. Prohibido el baño. A mí, tanto me daba, ya tenía rebozado para un rato. Me di una ducha.

Calentar todo junto 


Ayer fui a comprarme unas sandalias de goma, de las que antes llamábamos esqueléticas y ahora se llaman cangrejeras. Esas por lo menos, no las voy a perder, pero en cambio si te las dejas puestas, se quedan los pies con unas señales blancas a tiras muy poco estéticas. No me acabo de decidir. Lo mejor va a ser tener cuidado y dejar las flip-flop al pie de la hamaca antes de acercarme a la orilla. Y si acaso, se las subo al vigilante, que aparte de izar banderas cuando ya estamos todos medio ahogados, no tiene otra cosa que hacer.

Emplatar  y servir

Merluza en salsa

Ingredientes.
Una rodaja de merluza de unos 200 gr por persona.
200 gr de almejas, lavadas y limpias de arena.
250 gr de gambas peladas.
5 ó 6 dientes de ajos pelados y en rodajas.
un buen manojo de perejil cortado finamente.
300 cc de caldo de pescado.
200 cc de vino blanco de buena calidad.
Un poco de harina para rebozar el pescado. Si es harina gruesa, mejor.
Aceite de oliva.
Sal.

Elaboración.
Salar las rodajas de merluza, pasarlas por la harina y freír en un fondo de aceite. Reservar.
En el mismo aceite, freír los ajos hasta dorarlos, pero teniendo cuidado de no quemarlos, da muy mal sabor.
A continuación, verter el vino blanco. Cuando se evapore el alcohol, el caldo.
Esperar a que se caliente y volver a poner el pescado con las almejas.
Tapar para que no se seque el guiso.
Mover la cazuela para que se abran las almejas pronto y ligue la salsa.
Al final, las gambas y el perejil. Calentar todo junto sólo un momento.
Emplatar y servir.