lunes, 30 de enero de 2012

Pavlova, las flores y los viajes


Hace dos sábados estábamos Conchi, Rosa, Aurelia y yo en una de nuestras comidas de chicas solas, en uno de los sitios más bonitos del centro de Málaga. Al pie de la Alcazaba, que está sobre el teatro romano, que a su vez está sobre los restos fenicios con los depósitos de garum, que el alcalde ha cubierto con una pirámide de cristal como la del Centro Pompidou en Paris, pero en versión Pocoyo , que como no tengas cuidado al acercarte, te metes el vértice de la pirámide en un ojo, os aviso para que lo sepáis.

Comentaba yo que en cuanto tuviera tiempo, subiría a Guisadora la receta de Conchi de la Pavlova. Es la más exquisita que he probado, que dan ganas de pedirle a Conchi que salude a los comensales y entregarle un hermoso ramo de flores, como las grandes de la danza. Y dijo Rosa ¿recuerdas cuando apareciste con un ramo de flores enorme en el aeropuerto de Nueva York, que llevaste desde Málaga?

Fue en mi primer viaje a Norteamérica, que ya cuento mis viajes como Colón, el primer viaje, el segundo, el tercero... porque siempre me pasa algo. Como era la primera vez, una amiga de la familia me esperaba en Nueva York para llevarme al aeropuerto de los vuelos domésticos porque tenía que ir hasta Norfolk en el estado de Virginia. A mi madre no se le ocurrió otra cosa que mandarle un gran ramo de flores que, por supuesto, tenía que llevar yo.

- Pero mamá ¿Cómo quieres que lleve las flores desde aquí?
- Anda, anda, que eso no te estorba y además no te cuesta ningún trabajo.

Pues salí con las maletas, la guitarra en su funda, el bolso en bandolera y la flores. Lo que nunca le conté a mi madre es que intenté dejar las flores en todos los aviones que cogí. Facturé las maletas y ahora sólo llevaba la guitarra, el bolso y las flores. Al llegar a Madrid, donde tenía que tomar el vuelo transoceánico, ya casi había salido del avión, cuando la azafata llegó corriendo con las flores Señorita, que se olvida las flores... Debió pensar que eran un regalo de algún enamorado, por cómo me miró y tuve que agradecérselo, encima.

Subí a un Boeing 747 de la Pan Am, grandísimo, con unas escaleras por dentro y todo porque tenía dos pisos. Todavía los asientos eran amplios y cómodos, de modo que a cada poco, cambiaba las flores de asiento y siempre las azafatas me las traían. Al final, ya nos sentamos juntos el bolso, la guitarra, las flores y yo. Cuando llegamos al John F. Kennedy, abandoné las flores otra vez y de nuevo la azafata Miss, miss, don't forget your flowers. Con la de cosas que se deja la gente en los aviones y nadie les dice nada. Recogí las maletas, que se sumaron a mis posesiones y me dispuse a pasar la Aduana.

- No puede pasar esas flores, por una cuestión fito-sanitaria. Esto lo dijeron en inglés, pero os lo pongo traducido. O sea, yo intentando perder las flores y me dicen que no las puedo pasar ¡por encima de mi cadáver! Ahora es cuando las paso, como me llamo Maricruz. A partir de ese momento, yo ya no sabía inglés, sólo español. Y se armó un jaleo. Me lo dijeron de todas las maneras, gesticularon la mar de bien haciendo nonono con las manos, y hasta escenificaron una plaga de microbios europeos escondidos en las flores, que los mataba a todos de una manera horrible. Yo, aparte de todo,  quedé como cortita de mente, porque había que ser muy boba para no entender lo que decían, pero me daba lo mismo, yo tenía que pasar las flores. Buscaron un intérprete de español pero como era tarde, no había ninguno por allí, que en los años setenta, la gente  en Nueva York no sabía tanto español como ahora, eso me salvó.

Para que os hagáis una idea, el ramo era como el doble de éste, una exageración de ramo.


Los de mi vuelo habían pasado la Aduana hacía ya mucho rato,  yo seguía allí aguantando mecha, la amiga de mi familia me miraba detrás de unas cristaleras sin entender lo que pasaba y con tanto tira y afloja con las flores, nadie me revisó las maletas, que llevaba yo escondidos 1 kg de jamón serrano, dos salchichones de Málaga y una ristra de chorizos de Ronda. Espero que el delito haya prescrito.

Al final, me dejaron pasar las flores. Salí triunfante, y después de besar a nuestra amiga le solté estas flores son para ti, de parte de mi madre con sus mejores deseos, pero la próxima vez, ya te compraré yo flores aquí, que no veas tú el trabajito que me han dado las florecitas.

Al tiempo que nos reíamos, salimos pitando para el aeropuerto de La Guardia pero ya había perdido el vuelo de enlace. Tuve que ir en el último del día, que le llamaban "El lechero" porque paraba en todos los aeropuertos que había por allí abajo. Llegué cansadísima.

Ingredientes.

4 claras de huevo
200 gr de azúcar glas.
1 cucharadita de vinagre de vino blanco.
1/2 cucharada de maizena.
240 gr de nata espesa.
Fruta fresca troceada.
Azúcar glas para adornar.
Nata líquida.

Elaboración.

Poner las claras de huevo en un cuenco grande y batir con las varillas hasta que tomen volumen.
Ir añadiendo el azúcar glas en dos o tres veces, mientras seguimos batiendo, hasta que las claras se vuelvan brillantes y muy consistentes.
La prueba de que el merengue está hecho, es volcar el recipiente. No deben caerse del cuenco.
A continuación, añadir el vinagre y la maizena. Remover suavemente con una espátula.
Por último, colocar un papel de horno en la bandeja de horno, marcar un círculo de 18 cm aproximadamente, y extender el merengue.
Entrar a horno precalentado a 130º, durante 1 hora o una hora y 15 minutos. Depende del horno.
Debe quedar de un color dorado muy pálido, crujiente por fuera y cremoso por dentro.

A la hora de servir, montar la nata y colocarla encima del merengue.
Disponer la fruta lavada y cortada y espolvorear de azúcar glas.
Se puede regar cada porción con nata líquida.

NOTA: esta receta está tomada de "The joy of baking" y la ha hecho mi hermana Conchi, yo sólo hice las fotos, el vídeo y el relato.


sábado, 21 de enero de 2012

Trufas de chocolate al ron y las recetas dedicadas


A principios de Diciembre me dijo Maribel que si iba a subir alguna receta de dulces de Navidad, que por qué no subía alguna de trufas de chocolate que le gustaban mucho. Claro que tenía recetas de trufas de chocolate, lo que no tenía era tiempo. Ha sido muy paciente y ha esperado sin rechistar, se lo agradezco, así que no tengo más remedio que dedicarle esta entrada o post, dicho en lenguaje bloguero, que como siga así voy a tener que poner un apartado especial para Recetas Dedicadas lo mismo que antes se dedicaba música en la radio.

Recuerdo cómo oíamos a María Teresa Campos en Radio Juventud de Málaga, recitar a toda pastilla unas listas enormes de dedicatorias en el programa Discos Dedicados. Entonces la gente ya felicitaba públicamente a los demás en el día de su Santo, cumpleaños y otras efemérides, que estas cosas se hacían antes de Facebook.

Había dedicatorias típicas en el Día de las Madres, que sonaba Madrecita del alma querida, de Antonio Machín; y más tarde, Madrecita María del Carmen, de Manolo Escobar que llevaba un altar en su pecho ardiente a la madre que le dió el ser, qué agradecido. Aunque luego, le salió la vena racial y se negaba a que la novia o lo que fuera se pusiera la minifalda para ir a los toros, que la gente mira p'arriba porque quieren ver tu cara y quieren ver tus rodillas. Muy bonito, hombre, de modo que a las suecas que ya andaban por aquí sí se les podía ver todo lo que enseñaban pero a la española, que cuando besa es que besa de verdad, no.

El mes de Mayo, era un mes estrella que dejaba a Mari Tere sin resuello. Era el mes de las primeras comuniones y el artista favorito era Juanito Valderrama que cantaba con mucho sentimiento aquello de como una blanca azucena, lo mismito que un jazmín, mi niña va hacia la Iglesia, a la Iglesia de San Gil, la manía que tenía este hombre venga a hablar de San Gil en todas sus coplas. Esta canción se la dedicaban a las niñas que entonces iban vestidas de Sissi Emperatriz y los niños de almirantes de la mar océana, a los que no recuerdo yo que dedicaran canciones especiales.

Una de las canciones que más sonaba por aquel tiempo, era El Emigrante, de Juanito Valderrama una vez más. La cocinera de casa se emocionaba y la costurera siempre aprovechaba para tomarle el pelo por Dios, tata, cómo te puede gustar ese hombre, con lo feo que es, que tiene los ojos que son dos puñalás en un tomate. La tata aprovechaba para meterse con Juanita Reina o Marifé de Triana, que le gustaban a la costurera y al primer pasodoble que sonaba, se ponían las dos a bailar como si no hubiera pasado nada, eso es buena convivencia.

 En los 60 había mucho tráfico, venían los turistas, se iban muchos españoles a trabajar a Europa que entonces empezaba en Los Pirineos, y El Emigrante tenía muchos seguidores en los Discos Dedicados.
Comienza afirmando tengo que hacer un rosario con tus dientes de marfil, para que pueda besarlo cuando esté lejos de ti, lo que me parece una barbaridad, se mire por donde se mire. Bien podía llevarse una foto como todo el mundo y besarla todo lo que le diera la gana, pero lo de los dientes, por muy marfileños que fueran, es una burrada. En aquellos tiempos éramos todos un poco brutos, la verdad. Y sigue rogando que le ampare aquélla que está en San Gil, otra vez. No me extraña, si te vas después de arrancarle los dientes a una criatura que no tiene culpa de nada, éso sólo te lo puede arreglar la de San Gil.


Las dedicatorias eran muy curiosas y típicas, por otra parte. Para Pepito Pérez, de sus papás y sus abuelitos en el día de su cumpleaños, para que se coma toda la tarta, había que comer, todavía no estábamos obsesionados con la dieta. Para la niña Pepita García, que ha tomado el pan de los ángeles, que siga siendo buena siempre, o sea, la niña había hecho la primera comunión y la familia aprovechaba la ocación para chantajearla emocionalmente. Para Juanita González, de quien ella sabe, y que espera que no deje de ir al sitio de siempre, esto que parece una amenaza, era de algún pretendiente más o menos clandestino, que se hacía notar.

Y ahora, vamos con la dedicatoria de esta receta:
Para Maribel, que sé lo mucho que le gustan las trufas de chocolate, que las disfrute con su familia y amigos y que cuando las coma, se acuerde de su amiga Guisadora que tanto la quiere y que le manda besitos.

De las muchas recetas que tengo de trufas, esta es la que más me gusta y la más sencilla. La tomé de The Joy of Baking, que tiene unas recetas buenísimas.

Ingredientes.

230 gr de chocolate negro.
120 gr de nata espesa.
30 gr de mantequilla a temperatura ambiente y cortada en cubitos pequeños.
2 cucharadas de ron, o whisky o cualquier otro licor.
Cacao puro para rebozar.
Coco rallado para rebozar.

Elaboración.

Hervir la nata con la mantequilla a fuego medio. Cuando empiece a hervir, volcarlo sobre el chocolate troceado, rallado o triturado en una batidora.
Dejar un par de minutos para que se caliente el chocolate y remover con una espátula hasta que se disuelva todo. Si es necesario, calentar al micro unos segundos. Poner ahora el ron y remover bien.
Tapar y entrar al frigo para que se enfríe bien y tome cuerpo. Yo lo suelo dejar toda la noche.
Al día siguiente, dar forma a las trufas con una cucharilla, haciéndolas rodar entre las palmas de las manos como hacemos con las albóndigas.
Rebozar en cacao, coco rallado, o frutos secos muy picados.

martes, 17 de enero de 2012

Caldo gitano y la seña Lola


Hay estímulos que nos retrotraen de manera automática a otras épocas, eso nos pasa a todo el mundo. A mí, esta receta me sitúa en los tiempos en que vivíamos todos en casa, no había manera de estar sola porque siempre había un montonazo de gente por allí, el tiempo pasaba más despacio y no parábamos de hacer cosas.

Y es que las actividades extra escolares no son cosa de ahora, las actividades extra escolares las inventó mi madre que con tanto niño pululando por allí, durante el curso nos tenía bien atareados. Los chicos jugaban al frontón con mi padre, las chicas aprendíamos baile con el maestro Rosén y todos juntos tocábamos música.

Los jueves aparecía por casa Don Juan Ramón, que era el profesor de música, y tras los saludos de rigor, daba un La natural y después de unos cuantos cling-cling, clong-clong, y clang-clang, ya estaban los instrumentos afinados, listos para tocar. Éramos lo que el maestro llamaba pomposamente un Conjunto de pulso y púa, pero en realidad éramos más bien una rondalla, una especie de tuna sedente de cinco instrumentos. Había una guitarra, un laúd, una bandurria y dos que tocábamos el acordeón.

Aprendimos pasodobles, pasacalles y otras piezas, nunca dimos ningún concierto. Bueno, la guitarra y la bandurria tocaron una vez en un teatro de Málaga en una función benéfica y las del acordeón tocamos en la sede de Cáritas, teníamos menos caché. Llegamos a interpretar  La Barcarola de los Cuentos de Hoffman y Santa Lucía con bastante dignidad y deslizándonos, como decía el maestro, que la música debía ir con suavidad, nada de andar a porrazos y trompicones. Yo era la de menos edad del grupo y también me encargaba de la percusión, o sea, las castañuelas y la pandereta, aunque nunca me dejaron dar saltos por el salón con la pandereta, que es lo que a mí me hubiera gustado.

Con el tiempo, un amigo del que tocaba la bandurria también se sumó y era muy gracioso. Diré que se llamaba Paquito, aunque no se llamaba así, pero le pongo ese nombre para seguir las normas del buen bloguero y respetar su privacidad. También tocaba la bandurria, creo. Pues no sé de dónde salió la idea, pero alguien le puso letra al pasodoble Carrascosa, que como todo el mundo sabe, es instrumental como nuestro Himno Nacional. Paquito lo cantaba con mucho arte y una voz cristalina que ya quisiera Joselito con su Campanera. De modo que dábamos la entrada con los instrumentos y en el momento adecuado, Paquito arrancaba:

La seña Lolaaa, la del estancooo,
ésa que tieneee los pelos blancooos,
la seña Lolaaa, del estanquillooo,
va a casar a su hijaa, con Don Juanillo.

Y ya no recuerdo más. La canción seguía hasta el final, y todos acompañábamos con mucho ritmo y entusiasmo, mientras Don Juan Ramón marcaba el compás y miraba con orgullo a la concurrencia, que eran los tres más pequeños a los que aprovechaban para dar la cena, y mi madre.

Os pongo la Carrascosa, por si quereis probar a cantar La seña Lola. En 0:22 tomáis aire y en 0:23 ya podeis cantar. Suerte.



Tampoco sé de dónde vino este Caldo gitano, que a mi padre le encantaba y a mí, nada. Era oir que había caldo gitano para comer y empezaba a resoplar, hasta que mi madre me miraba de aquella manera y tenía que parar. Según he ido cumpliendo años, me ha ido gustando y ahora la hago de vez en cuando mientras canturreo Carrascosa y me contoneo por mi cocina.

Supongo que era una receta de la cocinera de casa y parece el antecedente de la Vichyssoise, lleva puerros y patatas, pero no está triturada y tampoco lleva leche ni nata.

Ingredientes. (Para 4 personas).

1 kg de puerros.
1 kg de patatas.
1 huevo por persona.
2,5 l de caldo de pollo o de verduras, aprox.
Aceite de oliva.
Sal.
Agua, si no teneis caldo y lo haceis con caldo concentrado, como lo he hecho yo esta vez.

Elaboración.
Limpiar y lavar bien los puerros, aprovechando la parte verde. Cortarlos en trozos grandes, dos o tres, según sea su tamaño.
Rehogarlos en un fondo de aceite en la cazuela y añadir el caldo o el agua. Dejar cocer hasta que estén casi tiernos.
Pelar y cortar las patatas a trozos grandes, chascándolas y añadir al guiso. Salar.
Servir todo junto y tomar primero el caldo.
Freír los huevos y colocarlos sobre los puerros y las patatas que habrán quedado en el plato.



sábado, 14 de enero de 2012

Plum cake para Isabel



Cuando en este país nuestro todavía andábamos comprando en las tiendas de la esquina y en los comercios de toda la vida, en Estados Unidos había unos centros comerciales enormes, a los que ahora también nos hemos acostumbrado nosotros. Son los mall.

Estábamos en Virginia, y mis amigos me dijeron María, vamos a pasar el día a un mall, que te va a gustar. Yo, encantada, de modo que cogimos los coches y nos fuimos al mall más cercano, a dos o tres horas de camino, allí la gente no tiene pereza para ir a cualquier sitio, no como en Europa que si tardas más de media hora, preparas el pasaporte, las maletas y te despides de tu familia como si fueras de expedición al Polo Norte.

El mall era precioso y ellos, tan orgullosos de enseñar a una jovencita española de 18 años una de las maravillas modernas de su país, y encima, grande. A mí todo me parecía estupendo y a ellos les gustaba que así fuera. Me sorprendió la cantidad de tiendas, cafeterías, restaurantes, supermercados, cines... Todo lleno de gente que parecía que vivía alli.

Y de repente, no los veía. Habíamos entrado en una tienda y debí salir por otra puerta, el caso es que por mucho que miraba, no estaban, vaya por Dios. Me había perdido. O sea, que allí estaba yo, en un país que no era el mío, en un mall como un demonio de grande y sin teléfono móvil porque todavía no se habían inventado, míra que bien. Hice lo que hubiera hecho cualquiera, busqué a un vigilante de seguridad

- Excuse me sir, I'm lost...
- You're what??

Vamos a ver, me dijo, ¿no será que has perdido a un niño o algo así? Pues no, me había perdido yo y aquel hombretón me miraba, yo lo miraba a él y así estuvimos un ratito, hasta que me dijo Vale, ven conmigo. Y me llevó a un mostrador, donde una señora muy amable me preguntó mi nombre, agarró un micrófono y se oyó por todo el recinto: se ruega a los amigos de María, que vengan a recogerla al meeting point, que-se-ha-per-di-do. Estupendo, ahora cientos de seres humanos sabían que me había perdido, qué vergüenza.




Y me llevaron a la guardería, donde estaban los nenes que los padres dejaban allí mientras compraban o estaban en el cine y los otros nenes que también se habían perdido, los nenes y yo somos así. Cuando fueron a por mí, me encontraron sentadita en una sillita tamaño mini, en una mesita y un grupito de nenes gesticulando mientras yo cantaba lo de "Había una vez un barquito chiquitito..." , una monería de niños, haciendo las olas con las manitas y que no podía navegar con sus deditos, tan contentos todos. Al irme, me dieron besitos pringosos de caramelos y chuches.

Para que me perdonaran el mal rato, los invité en una cafetería donde tomé un plum cake delicioso, muy parecido a éste que yo hago.

Esta receta tiene dedicatoria y es para mi sobrina Isabel, que me pidió que la subiera hace ya unos cuantos meses. Es que no encontraba fruta escarchada, Isa, que he tenido que esperar a Navidad, que entonces, todos los supermercados la tenían. Perdona la dilación, guapa. La mala noticia es que tu tío Manuel, empezó mmm... qué bien huele... Y cuando lo abrí para hacer la foto final, ya no aguantó más, cortó una rebanadita, luego se puso otra y se lo ha comido en dos días. Haré otro y te lo llevaré, te lo prometo, aunque tenga que encerrar a tu tío en su despacho bajo siete llaves.

Ingredientes.
250 gr de harina.
250 gr de mantequilla.
250 gr de azúcar.
4 huevos.
La ralladura de un limón.
160 gr de pasas y frutas confitadas.
1/2 sobre de levadura royal.
1 taza de brandy.

Elaboración.
Colocar las pasas y la fruta confitada en un cuenco, regar con el brandy, entrar al frigo y dejar macerar. Yo lo dejo de un día para otro.
Batir la mantequilla con el azúcar hasta que esté bien integrado todo. Añadir los huevos uno a uno y batir cada vez para que la masa lo absorba bien.
Rallar ahora el limón y añadirlo.
A continuación, la harina mezclada con la levadura, yo la paso por un cedazo. Seguir batiendo hasta que la masa esté suave y homogénea.
Por último, la fruta macerada y el líquido que tenga. Remover bien con una espátula.
Llenar un molde de plum cake encamisado, y entrar al horno precalentado a 200º. A los cinco minutos, bajar a 180º y tenerlo durante 45 ó 50 minutos, con el horno arriba y abajo y sin turbo.
Comprobar si está hecho con una brocheta. Ya sabes que si sale limpia es que está listo, si no, lo dejas hasta que salga seca la brocheta.
Si ves que se tuesta demasiado, lo tapas con papel de aluminio, no hay problema.
 Sacar del horno y desmoldar cuando esté tibio.
Enfriar en una rejilla.
Servir en una fuente o bandeja bonita y ya está.

Espero habértelo explicado bien. Siempre te puedes venir a casa y lo hacemos juntas, a ver si tu tío se atreve a meterle mano a tu plum cake. Besitos.


miércoles, 11 de enero de 2012

Callos a la andaluza de Maricarmen, la reina del tuneo


 Nos vamos a  llegar en un salto al super, que necesito comprar turrón sin azúcar para María, dijo Maricarmen mientras desayunábamos en su casa de Sevilla. Asentí con la cabeza mientras masticaba un trocito de tostada con aceite, porque yo por las mañanas digo que sí a todo, hasta pasadas las tres tazas de café y las tostadas.

Fuimos a comprar el turrón y volvimos con 1 kg de chocos, ternera para estofado, magro de cerdo, dos tarros de crema facial hidratante anti-envejecimiento, un bote de espárragos tamaño XXL, una botella de Limoncello, tisanas relajantes, dos tabletas de chocolate de cobertura, dos barras de pan, una bandeja de callos, un manojo de perejil, una bolsa de mejillones cocidos envasados al vacío, nata para montar, tres barquetas de frutas del bosque y el turrón.

Nos pusimos en la cola de una cajera la mar de eficiente, iba rapidísimo y cuando llegamos nos dice ¿Ustedes no se han dado cuenta de que esta es una caja rápida? Pues no y llevábamos bastantes más cosas de las permitidas. Nos perdonó y pasó los artículos, los de detrás no decían nada, sólo notábamos un viento helado en el cogote que nos puso un mal cuerpo que no veas.

Ya en casa, Maricarmen empezó con su habitual manera de guisar: puso naranjas a confitar, los callos a hacerse, un pollo ganador del concurso campo a través, en pepitoria, y la carne para los canelones del día 1. Los cuatro fuegos a la vez, como quien no quiere la cosa.

Esta es su cocina, donde pasamos mucho tiempo y donde más nos gusta estar a todos.



Y sonó el teléfono. Esto también es normal, atiende las llamadas mientras sigue con las tareas.

- Diga
- (..........)
- Hola, guapa, buenos días.
- (..........)
- ¿La tarta de manzana? Pues verás, forras un molde desmontable con masa quebrada...
- (........)
- Ahhh ¿que no tienes masa quebrada ni te apetece hacerla? Bueno, entonces, con hojaldre también vale
- (........)
- Ahhh, que no tienes hojaldre... Bueno, pues haces un bizcocho y le pones manzana por encima al hornearlo
- (........ ....)
- Ahhh ¿que tampoco tienes manzanas? Entonces, ¡haces un flan! Pones 3/4 de litro de leche a hervir, con una ramita de canela, una piel de limón...

Esa es Maricarmen, la reina del tuneo y de las soluciones. Para ella no hay problemas, es como un pura sangre en plena carrera de obstáculos. Toma velocidad, salta las vallas, supera los setos, sortea los vados, y llega la primera sin despeinarse ni perder la sonrisa.

Los callos a la andaluza, llevan garbanzos. También hay quien le pone patatas, pero yo no las pongo nunca. Si queremos que estén verdaderamente untuosos, hay que cocer al mismo tiempo una mano de cerdo, aunque hay quien la cuece antes y la echa al guiso con un poco del caldo de haberla cocido. Eso es a gusto de cada uno.
En Sevilla les llaman a los callos, menudos, pronúnciese menúos y básicamente son como los del resto de Andalucía. Es un guiso que hay que vigilar de vez en cuando y esperar a que esté todo tierno, no tiene más secreto.
Antes era muy trabajoso hacer callos, ahora vienen ya preparados y limpios que da gusto. Hay quien les da un hervor antes de guisarlos y tira el agua, yo entiendo que no hace falta, es que ya vienen como una patena de limpios, repito.
En esta receta no doy cantidades, es una cuestión de proporciones, una cosa son callos con garbanzos y otra garbanzos con callos, pero vosotros mismos, aquí no hay dogmas.

Ingredientes.
Callos limpios.
Garbanzos remojados del día anterior.
Chorizo para guisar.
1 hueso de jamón.
1 cabeza de ajos asada.
1 cebolla pelada y entera.
1 tomate rojo.
1 pimiento verde.
1 ó 2 guindillas.
1 cucharada sopera de carne de pimiento choricero.
Pimentón dulce.
1 rama de perejil.
1 hoja de laurel.
1 chorreón de aceite de oliva.
Agua.
Sal.




Elaboración.
Poner todos los ingredientes en crudo en una olla o cazuela. Salar y cubrir de agua y llevar a ebullición y cocer hasta que estén los callos y los garbanzos tiernos.

Buen provecho.

lunes, 9 de enero de 2012

Migas, para los días de lluvia



Había estado amenazando lluvia, y cuando salimos de trabajar por la tarde, diluviaba. Jose, mi compañero de trabajo de aquellos tiempos y yo recorríamos juntos la mitad del trayecto y al llegar a calle Hilera, ya no estaba la calle, ahora era un río fangoso, que separaba a los que bajábamos de Armengual de la Mota y los que subían desde la Avenida de Andalucía. Y allí estábamos unos y otros mirando la riada como el pueblo de Israel antes de que Moisés abriera las aguas del Mar Rojo. Como no pasaba nada de eso y la cosa iba a peor, le dije a Jose si tú te atreves, yo cruzo contigo, es que Jose era alto y estaba en buena forma física, los compañeros le llamábamos El Cuerpo. Dijo que sí, me agarré a su brazo y empezamos la travesía.
Parece mentira la fuerza que tiene el agua, pretendíamos ir perpendiculares a las aceras y por poco terminamos en el puente de la Esperanza que está llegando ya al Guadalmedina. Se nos hizo larguísimo, aunque ninguno decía nada, no se puede desperdiciar fuerzas mientras luchas contra los elementos, pero lo conseguimos. Yo perdí un zapato, El Cuerpo viró a Poniente, desapareció navegando a toda máquina y yo puse rumbo a Levante empujada por la corriente. Llegué a casa empapada y con el zapato en la mano.

Era el 14 de noviembre de 1989 y Málaga aguantó una de las inundaciones más célebres de su historia, que salimos en la tele y todo, porque aquí no llueve mucho pero cuando lo hace, caen chuzos de punta, las cosas las hacemos en condiciones.
Para que veáis lo que pasó, os pongo un vídeo, donde se recoge todo. Fue tremendo, hasta un contenedor de vidrio persiguió a una pobre mujer que subió a un autobús después de vadear unos cuantos remolinos, parece una peli de acoso de contenedores a la gente. Si no quereis verlo todo, avanzad al minuto 4:00 más o menos, que es cuando aparece el contenedor asesino.






Estuvimos casi una semana en alerta roja, sin colegio y sin poder ir a trabajar, aproveché para meterme en la cocina, guisar a todas horas y me dió por hacer migas, no sé aún porqué. Desde entonces, cada vez que hacía migas, Manuel las miraba como con cierto rencor, hasta que un día soltó ¡que a mí no me gustan las migas! Pues antes, se las comía divinamente. Por si acaso, he estado mucho tiempo sin hacerlas, porque creo que le provoqué un rechazo a las migas por sobredosis en las inundaciones de aquel año. Y cada vez que llueve, siempre digo lo mismo ¡Qué buen día para hacer migas!... Manuel hace como que no me oye.  Ayer las hice y le encantaron, menos mal, eso va ser que hacía un día magnífico.

Ingredientes.
Pan cateto del día anterior.
Panceta o bacon.
Chorizo para guisar.
Pimientos.
Ajos.
Aceite de oliva.
Agua.
Sal.

Elaboración.
La noche anterior, desmigar el pan a pellizcos con las manos, salpicar de agua salada hasta que estén húmedas, tapar el cuenco con un paño y dejar reposar hasta el día siguiente.
En una sartén grande, freír 1/2 cabeza de ajos enteros y dados un golpe y reservar.
En el mismo aceite, freir los pimientos y reservar.
A continuación, la panceta o el bacon troceado pequeño y reservar.
Luego, el chorizo también muy troceado y reservar.
Por último, las migas. Revolver muy bien, golpeando con el canto de la espumadera para romper los trozos más grandes de pan que hayan quedado.
Seguir friendo a fuego medio, hasta que estén doradas, crujientes y sueltas.
Se tarda entre 20 y 40 minutos.
Al final, volver a poner el resto de ingredientes para que se calienten con las migas, excepto los pimientos, que se servirán sobre las migas.
Si apetece, freír un huevo por comensal y colocarlo encima.
Están muy buenas con un racimo de uvas de acompañamiento.





viernes, 6 de enero de 2012

Roscón de Reyes, la llamada del paje y el toque de diana

Nuestras cartas a los Reyes eran de lo más respetuosas Queridos Reyes Magos, o incluso Majestades de Oriente, (dos puntos). Este año he sido buena, aunque no te hubieran dado la medalla al Mérito ni te hubieran nominado para la Operación Plus Ultra que era la que daba premios a los niños que salvaban a personas, que llevaban a los hermanos impedidos a hombros a campo través hasta el colegio más lejano y otras heroicidades tremendas, que siempre me daba mucha angustia la vida de esas criaturitas; pero lo de ser bueno, era requisito indispensable para pedir, como es natural.
No me he peleado mucho con mis hermanos, aunque tampoco te hubieran nominado para el Nobel de la Paz, pero no era cuestión de que al final te dejaran carbón; y he aprobado todo. Esto último sí que era crucial, en aquellos tiempos había que estudiar y aprobar por méritos propios, a nadie le importaba si te frustrabas o no, lo único que importaba es que aprendieras a hacer lo que debías y si te frustrabas, encima te bronqueaban de lo lindo, por boba y por blandengue.
Y después de esto, ya podías pedir: me gustaría que me trajérais esto, lo otro y lo de más allá... Sólo quedaba despedirse con todo respeto y firmar.
Entonces, era cuando tu madre leía la carta y empezaba uhmm... ¿no crees que a lo mejor has pedido demasiado? Ten en cuenta que los Reyes tienen que llevar regalos a muchísimos niños, que hay niños que no tienen de nada, que vosotros tenéis de todo, bla, bla, bla... Que además de crear conciencia social, te dejaba pensando si eras una abusona de marca mayor, era como una tradición más de las Navidades.
El día 5 de enero, llamaba a casa el paje de Sus Majestades de Oriente y pedía hablar con los más pequeños. Un año, una de nosotras que tenía como seis añitos o así, agarró el teléfono con mucha emoción mientras los demás estábamos pendientes del asunto. El paje también aprovechaba para insistir en lo de haber sido bueno, lo de los estudios y el buen rollo con los hermanos, más que nada para que no fuéramos a creer que todo el monte es orégano. Total, que al final, va la niña y dice Adiós, tío Pepe, y colgó. ¿Pero qué tío Pepe ni tío Pepe, niña? ¿No ves que era el paje del Rey Melchor? dijo mi madre que no acababa de creérselo Que no, mamá, que ese paje tenía toda la voz del tío Pepe, y además, hacía unas cosas muy raras con la voz, que parece que le pasa algo malo...
Ese fue el último año que llamó el paje.



Por la tarde, íbamos a la Cabalgata, aguantábamos los empujones de la gente, los caramelazos de los de las carrozas que, a esos seguro que no les dejaban nada los Reyes porque siempre han tirado a dar, y volvíamos a casa a cenar y acostarnos tempranito.
Dejábamos los zapatos, agua para los camellos y una copita con algo de picoteo para Sus Majestades que por muy magos que fueran, les gustaba tener alguna cosita que llevarse a sus regias bocas.
Y por la mañana, no te podías levantar hasta que mi padre tocaba diana. Creo que debía ser la única manera de mantener a raya a tanto niño, ni hablar de tener a unos y otros dando vueltas por la casa desde la madrugada. Se ponía en un extremo del pasillo que era larguísimo y tocaba aquéllo de quinto levanta, tira de la manta, y todos en tropel hasta el salón donde estaban los regalos ¡habían venido los Reyes!

Este roscón es el de http://mariatesouro.blogspot.com/2012/01/roscon-de-reyes-thermomix.html, que lo ví el otro día y me gustó. Gracias María.

Ingredientes.
  • Para el azúcar glas aromatizado.
120 gr de azúcar.
La piel de un limón.
La piel de una naranja.
  • Para la masa madre.
70 gr de leche.
10 gr de levadura.
1 cucharadita de azúcar.
130 gr de harina de fuerza.
  • Para la masa.
60 gr de leche.
70 gr de mantequilla a temperatura ambiente.
2 huevos.
20 gr de levadura prensada, de panadería.
30 gr de agua de azahar.
450gr de harina de fuerza.
1 pellizco de sal.

Elaboración.
Pulverizar el azúcar 30 seg, velocidad progresiva 5-10
Añadir las pieles de limón y naranja y programar 15 seg, velocidad progresiva 5-10. Reservar.
Poner los ingredientes de la masa madre en el vaso y programar 15 seg, velocidad 4. Retirar, formar una bola sobre la encimera y colocarla en un cuenco con agua templada. Esperar a que doble su volumen y flote. Tarda 10 minutos aproximadamente.
Poner en el vaso el azúcar glas aromatizado, los ingredientes de la masa y la masa madre. Programar 30 seg, velocidad 6.
Amasar programando 3 minutos, vaso cerrado, velocidad espiga. Dejar reposando dentro del vaso hasta que la masa salga del bocal. Tardará mínimo una hora.
Bajar la masa con la espátula y volver a amasar dentro del vaso, programando 1 minuto, vaso cerrado, velocidad espiga.
Retirar la masa del vaso, aceitar la encimera y las manos y darle forma de bola alisándola bien con las manos. Colocarla en la bandeja del horno forrada con papel de hornear.
Abrir la masa desde el centro para hacer el agujero, pincelar con huevo batido y adornar con fruta escarchada y azúcar humedecido.
Dejar reposar hasta que doble su volumen.
Hornear a 200º en el horno precalentado, entre 20 y 25 minutos. Bajar la temperatura a 180º a los 5 ó 10 minutos de horneado.