viernes, 23 de octubre de 2015

Sardinas en moraga y lo que el tiempo se llevó.




Tempus fugit, o -dicho en román paladino-, el tiempo vuela. Caigo en la cuenta cada vez que oigo hablar de alguien que ya ha muerto:
- Pobrecito, se murió hace poco.
- ¿Cómo que hace poco? Murió hace ya tres años, mujer-, me advierten siempre, cambiando el lapso de tiempo según sea el caso.

A finales de agosto, Mari Carmen vino a pasar unos días a casa, y me contó que Miguelito el hijo de su sobrina Berenice, había descubierto las tarjetas postales y durante las vacaciones de este año, envió unas cuantas a otras tantas personas de la familia y amigos. Nadie le contestó y el pobre chiquillo se pasaba el día bajando al buzón de correos a ver si había respuesta. Así que decidimos escribirle una postal cada una. Compramos las postales, los sellos, y nos aplicamos a escribirle en la mesa de la cocina frente a dos tazas de café.

Lavar y limpiar las sardinas qutándoles la raspa
Remojar la cazuela de barro para que no se agriete











Al terminar, cuando me dispuse a ponerle el sello, Mari Carmen me miraba atentamente, y yo le dí un lametón para pegarlo.
- Ya no hay que chuparlo-, sentenció en plan oráculo de Delfos.
- ¡Ay, qué moderna eres Mari Carmen!-, dije yo riéndome-. De modo que estabas esperando el momento lametazo, ¿eh?  Digo yo, que debes ser la única persona de este país, aparte de los bancos, que envía cartas.  Hace tanto que no mando nada por correo ordinario, que hasta los sellos se han modernizado-.
 La postal, una preciosa panorámica de la ciudad desde el monte Gibralfaro, fue con mi ADN y todo. Completita. He descubierto que tenemos un buzón de Correos a treinta metros de casa. El niño no ha contestado.

Cortar las verduras y aliñarlas con sal y aceite
Poner un fondo de aceite en la cazuela










Cuando mis hermanas y yo teníamos los niños pequeños, no había tiempo para nada que no fuera noches en blanco, cambio de pañales, guarderías, visitas al pediatra, eclosiones de dientes, pataletas, calendarios de vacunas;  enseñanzas múltiples como uso del orinal, manejo adecuado de los cubiertos, hábitos de limpieza y buenas maneras; disfraces de Navidad, Carnaval, el Día de Esto y de lo Otro; fiestas de cumpleaños propios y de amiguitos del cole; venga a hacer tartas de galletas y chocolate, a lavar cabezas de niños y cambiar de vestiditos y peinados; excursiones escolares a todos-los-sitios; la Granja Escuela con la sempiterna vaca Margarita, las reuniones de los colegios, actividades extra-escolares..., y más que me callo, que me estoy empezando a agobiar.

Disponer una capa de verduras
Encima, una de sardinas 










Como ese plan era poco menos que insostenible, nos liamos la manta a la cabeza y decidimos ir al cine. A un Multicines, para ser más exactos, muy moderno para aquellos tiempos. Compramos las entradas, las palomitas y el agua, nos dimos una vuelta por el recinto buscando nuestra sala, y por fin entramos. Ya estaban los anuncios, la sala a oscuras.
- Pues ya ha empezado, no se ve nada.
- Un momento, que son anuncios-, dijo una de nosotras, en un arranque de mujer de mundo.
- ¿Y ahora qué hacemos?
- ¿Dónde estará el acomodador?-, nos preguntábamos.
- ¿Y si hay que salir a buscarlo fuera?
- ¿Eso cómo va a ser? Tiene que estar por algún lado, a ver si hay otra puerta.
- Ay, por dios, callaros, callaros, que estamos armando mucho jaleo-, y a todo ésto, un frío...
- A ver si vamos a tener que estar aquí de plantón hasta que acaben los anuncios y empiece la peli.
- Eso. Para que no enciendan las luces y sigamos a pie firme todo el rato.
- Pero, ¿dónde se habrá metido ese hombre, el acomodador?
- Ya no hay-, anunció una voz que parecía salida del averno-, y callarse ya, que con tanta bulla, aquí no hay quien se entere, ¡silencio!

Otra de verduras
Una segunda de sardinas










Regar con un vaso de vino blanco y aceite de oliva

Pili agarró a Paloma de una mano, salió caminando pasillo adelante y yo detrás, susurrando.
- Esperadme, por favor, que al final ya verás tú que acabo sentándome encima de alguien.
Nos sentamos como Dios nos dio a entender, y cuando encendieron las luces, sólo estaba el señor del silencio y dos o tres más desperdigados por toda la sala, vaya chasco.
- Esto pasa por venir a la sesión de las cinco-, comenté yo-. Y la próxima vez, me traigo una linterna, que lo sepáis.
Así lo hice, pero no tuve ocasión de usarla, llegamos cuando aún no habían apagado las luces. Como mis bolsos son una especie de pozo de los deseos, que todo lo que entra allí se queda, estuve una considerable temporada acarreando la linterna, enorme por cierto. Menos mal que lo de guardarme los paquetitos de mantequilla que ponían en los restaurantes para el pan fue en una época posterior. A mis hijas les daba una vergüenza horrorosa y a mí se me olvidaba que los llevaba. Más de una vez sacaba las llaves, o lo que fuera, con una pringue tremenda. Un dineral en kleenex, que me costó aquella costumbre.
 Ya no ponen mantequilla en los restaurantes. Hubo un tiempo que aparecían con aceite para mojar que, aunque solía ser con denominación de origen y todo, y lo servían en carrachitos de diseño, pues no era lo mismo. A ver cómo me apropio yo de semejante artefacto. Me quedé sin diversión y mis hijas recuperaron el sosiego.



Tapar y cocer a fuego medio
En diez o quince min., estará listo










Exprimir medio limón al momento de servir.
(Optativo)

Sardinas en moraga

Ingredientes.
1 kg de sardinas limpias, evisceradas y abiertas sin la espina central.
2 tomates rojos.
2 ó 3 pimientos verdes de freír.
1 cebolla grande, o cebolletas.
1 vaso de agua (250 cc), de buen vino blanco seco. 
1 chorreón de aceite de oliva.
Sal.

Elaboración.

Lavar, limpiar y cortar las verduras en trocitos pequeños. Yo le quito las semillas a los tomates, una manía que tengo.
Colocarlas en un cuenco grande y aliñarlas con aceite y sal. Remover bien.
Si hace tiempo que no se usa la cazuela de barro, es conveniente remojarla bien en agua fría para que no se agriete con el calor del fuego.
Colocar una capa de verduras en el fondo de la cazuela. Sobre ésta, una de sardinas. Continuar hasta acabar con las verduras y las sardinas.
Añadir el vino y el aceite.
Llevar a fuego medio durante 10 minutos aproximadamente, tapada y moviendo la cazuela de vez en cuando.
Antes de servir, me gusta exprimir medio limón. Me gusta el puntito ácido que da. 








sábado, 22 de agosto de 2015

Buey de mar relleno, el calor y el atontamiento



Hace calor, hace mucho calor desde hace muchas semanas y es un calor que no da tregua: mañana, tarde, noche y madrugada. Tenemos noches tropicales, que suena exótico pero en la vida real quiere decir que no puedes dormir porque el aire es sofocante y no sabes si irte a la cama o bajar a la playa y meterte por la blanda arena que lame el mar, hasta el agua profunda para recostarte arrullada por la canción que canta en el fondo del mar... la caracola; que es lo que hizo aquella Alfonsina de Mercedes Sosa por un sendero de pena y silencio, acompañada por sabe Dios qué angustia y por su soledad; buscando poemas nuevos y que una voz antigua de agua y sal la fue llevando allá como en sueños, vestida de mar y nunca más volvió. Una pena. 

Cocer a fuego vivo y tapado 8 min.
Sacar y dejar enfriar











A mí el calor me atonta, no estoy en lo que estoy. A otras personas las vuelve irritables, como comprobé la semana pasada cuando fui al cajero automático del banco una mañana asfixiante que caminábamos todo el mundo pegados a las paredes como las lagartijas, pero mucho más despacio. El cajero está en una esquina donde confluyen cuatro calles, pasa mucha gente, hay tráfico y una barbaridad de ruido. Cuando quise meter la tarjeta, no entraba. Lo intenté unas cuantas veces, y nada.
- @##@@### ... EEETAAAA-, oía yo en medio del barullo envolvente.

Partir por la mitad
Abrir y quitar las barbas










Los viejecitos  que se pasan la vida sentados en un banco enorme, cuadrado y adornado con azulejos, cortesía de la Asociación de Vecinos, me miraban muy atentos apoyados en sus bastones y andadores, mientras yo me empeñaba en que entrara la tarjeta.
- ¡¡@###@@###... EETAAAA!!-, seguía oyendo yo cada vez más fuerte.
Los viejecitos señalaban ya con los bastones a mi derecha. Allí había un hombre agarrado a la puerta del banco, con medio cuerpo fuera que gritaba con desesperación.
- ¡¡Que no meta la tarjeta!!
-Ah, que es a mí... Oiga, que no hace falta que grite de esa manera, hombre.
-Es que llevo un rato diciéndole que-no-meta-la-tarjeta, y usted, ¡nada!
- ¿Y yo qué sabía que era a mí?  ¿Usted piensa que voy a estar pendiente de todo lo que grita la gente? Además, ¿Por qué no suelta usted la puerta, viene hasta aquí y me lo dice en un tono normal? ¿Van a quitarle el puesto si sale usted del banco?
- Que estamos actualizando el cajero, si mete la tarjeta se le va a romper.
- Vale, pero no me grite, que no es necesario, no estoy acostumbrada yo a semejantes voces, hijo mío.
-Pues meta la tarjeta, a ver si se le rompe, y ya está. 
Dio un portazo y se metió dentro.
- Sí que le sientan mal a este hombre los calores -, opiné dirigiéndome al senecto público de la grada.
 Los viejecitos cabecearon apoyados en sus adminículos ortopédicos y me fui a otro cajero.


Limpiar, sacar el coral y la carne
Separar las patas y limpiar











Cascar las pinzas. Un martillo, es perfecto.

Lavar el caparazón y reservar
(éste era precioso...)













Esta vez sí entró la tarjeta, qué suerte. Siguiendo las indicaciones de la pantalla, tecleé el número secreto, pulsé la opción de 'sacar dinero', dije que no quería comprobante, que no deseaba hacer otra operación después de esa, leí que querían ser mi banco como siempre y,  como siempre, murmuré con hastío: 'si ya sois mi banco, por dios...' 
Y de repente: 'operación anulada, retire su tarjeta'. 
- ¿Aquí qué pasa ahora? 
Pues pasaba que la tarjeta que salió, era la tarjeta sanitaria de la Seguridad Social que, entre el calor que me atonta y que todavía seguía pensando en el sujeto vociferante, me había equivocado. Ese cajero automático había leído el chip de una tarjeta que no era de ningún banco, y fue tan considerado que me la devolvió sin más. Me quedé como congelada en el tiempo, la tarjeta entre el pulgar y el índice, estilo árbitro de fútbol, hasta que reaccioné a carcajadas mientras repetía la operación, esta vez con la tarjeta adecuada.
 La próxima vez, pruebo a pedir cita para el médico, a ver si hay suerte. 

Hacer la farsa
Salen fácilmente




Rellenar y servir
Buey de mar relleno

Ingredientes.

1 buey de mar, mejor si es hembra.
1 copa de vino blanco seco de buena calidad, o brandy.
1 huevo cocido.
2 ó 3 cucharadas de mayonesa casera. También puede ser de bote, pero me gusta más hecha en casa.
El zumo de medio limón.
1 cucharada de mostaza suave.
  • Para cocer el buey: Agua que lo cubra, un vasito de vinagre, granos de pimienta al gusto, 2 hojas de laurel, y 4 cucharadas de sal.
Elaboración.

Si el buey está vivo, partir de agua fría. Si no, cocer en agua hirviendo. Éste lo compré vivo, pero entre el calor y lo que tardé en volver a casa, se murió. 
Zambullir el buey en el agua hirviendo y cuando recupere el hervor, contar 8 minutos con la olla tapada. Sacar y dejar enfriar.
Abrirlo y quitar las barbas. 
Limpiar el caparazón por dentro, sacar las huevas (era hembra) y las partes comestibles. Hay una especie de telillas y una bolsa justo debajo de la boca, que hay que tirar.
Lavar bien el caparazón y reservar.
Cascar las pinzas con un martillo u otro instrumento pesado, así salen con toda facilidad.
Desmenuzar la carne, retirando una pluma que tienen en medio.
Retirar toda la carne que hay en la zona adyacente a las patas. Esto es lo más tedioso.
Colocarlo en un cuenco grande, añadir el zumo de limón, el vino blanco o el brandy, el huevo duro cortado en trozos pequeños, la mostaza y la mayonesa. Mezclar bien.
Rellenar el caparazón y refrigerar hasta poco antes de servir para que se atempere.
Emplatar y servir.

Nota: no hay vídeo, hice las fotos de noche y la luz no era buena. 



lunes, 3 de agosto de 2015

Merluza al Oporto a la Montignac, y el técnico de la hornilla.


Nadie me dijo, cuando puse la cocina nueva, que la hornilla de cinco fuegos y 70 cm de ancho que tan alegremente elegí, era una hornilla semi-profesional. Y por lo tanto, que había que limpiar los chiclés todos los años. Yo, que ni sabía que eso tenía chiclés, empecé a notar que cada vez salía menos gas por los quemadores, y visto lo visto, pensé que la compañía de gas natural estaba dando menos por el mismo precio, hasta que me di cuenta de que no pasaba lo mismo con el calentador del agua. Por esta vez, no me timaba ninguna compañía. Eso va a ser la hornilla pensé, e ipso facto, llamé al servicio técnico.

Pasar por harina de garbanzos y freír
Añadir los ajos picados










Vinieron dos operarios, uno de ellos cojeando porque se acababa de machacar el pie con la puerta de la furgoneta, y los dos sudando a mares gracias a la ola de calor que nos alegra los días y las noches.
- Uhh... ¿Cuánto hace que no limpian los chiclés?
- Los ¿qué?
- Los chiclés, señora.
- Pues... nunca, a mí nadie me ha dicho que esto tiene algo que se llama chiclé, la verdad. Y la hornilla tiene dos años y tres meses. Además, a las otras hornillas no han tenido que limpiarle los chismes esos nunca.
- Ya, pero es que ésta es una hornilla semi-profesional, ¿Sabe usted? Y tal y como está el asunto, va a haber que cambiarlos.
- ¿No los podemos limpiar con lo que sea?-, dije yo, viendo venir la factura.
- No señora, esto hay que hacerle un mantenimiento por lo menos una vez al año, que se nota que aquí guisa usted mucho. Es que están prácticamente obstruidos, no se pueden limpiar. A los restaurantes vamos cada tres meses no le digo más.
- Bueno, ¿y cuándo van a cambiar los chiclés?
- Hay que pedirlos a Barcelona, en una semana o diez días, los tendremos aquí.


Y la cebolla
añadir un poco de agua










Resumiendo, una factura disparatada, de la que tuve que pagar por adelantado el 50%. Ahora la que sudaba era yo.
- Menos mal que no ha sido la junta de culata - bromeé para quitarle hierro al asunto -, que una vez se rompió la del Peugot y me costó un ojo de la cara.
- Pues también hay que cambiar las gomas de las juntas, que están fatal.
No sé para qué hablo a veces, la verdad.
Y allí se fueron, mientras le deseaba una pronta recuperación al que cojeaba, que lo cortés no quita lo valiente.
Pasaron dos semanas, pasaron tres, y tuve que  llamar al taller. Que habían venido unos chiclés pequeños y los míos eran de los grandes, que acababan de llegar los nuevos y estaban descargando el camión. El técnico me llamaría al día siguiente. A la cuarta semana, llamé de nuevo. Resultó que el programa informático, cada vez que entraban para ver mi código de cliente, cerraba el pedido como si ya lo hubieran resuelto. Ese programa funcionaba fatal, y casualmente, sólo me había pasado a mí. Que el técnico iría el día siguiente a las diez de la mañana. A las diez y cuarto llamaba yo, que ya tenía costumbre de hablar con el servicio técnico y era como si me faltara algo. Estaba buscando aparcamiento. Me fui a la ducha porque tenía muchas gestiones que hacer y cuando salí ya estaba allí liado con la hornilla. Era el mismo del pie, que ya se le había curado y todo.

Removiendo


A continuación, el vino de Oporto


Empecé a recoger, de prisa y corriendo, todas mis cosas: las llaves, el monedero, las gafas de sol, el móvil... todo al bolso.
- ¿Y ahora qué le pasa al móvil?¿Pues no tiene otro fondo de pantalla? Oish, qué cosa más rara... ¡Y me pide un patrón de dibujo! Ya me han hecho la portabilidad los de Vodafone y me han cambiado la configuración, vaya tela...
- Eso del patrón de dibujo es para bloquear la tarjeta SIM, ponga uno que recuerde bien -, dijo Rosana que está a la última en esto de las telecomunicaciones.
- Uhmm... una cruz, y así no se me olvida.
'Patrón de dibujo no válido', dijo la pantalla. Dibujé una aspa. Lo mismo.
- Eso es que ya tiene usted uno, y no son esos.
- ¡Que yo no he hecho nada! Bueno mira, que me tengo que ir, ya lo veré después.

Las almejas
Y cuando se abran, el pescado











A los diez minutos, y en mitad de la calle, sonó el teléfono.
- ¡Ahora tiene el fondo de pantalla de antes!-, solté yo hablando sola.
- ¿ Y a esto qué le pasa? Sigue sonando y no hay registro de llamada, qué pesadez de móviles, un día tiro todos los teléfonos, y me voy a quedar en la gloria.
Dentro del bolso salia una luz y un zumbido. Saqué otro móvil igual que el mío, era el del técnico que lo andaba buscando y Rosana llamaba desde el suyo para ver si lo localizaban por el sonido. Entonces, llamó a mi móvil, y yo ya no podía hablar de las carcajadas que estaba soltando. Tan fuertes, que salió un señor a su terraza a ver qué pasaba, con su taza de café y todo. Tuve que volver a casa para entregar el móvil a su dueño, que era de un modelo más moderno que el mío, de ahí lo del patrón de dibujo. Siempre ha habido ricos y pobres.

Emplatar y servir caliente



Merluza al Oporto, a la Montignac

Esta receta es apta para el método Montignac, la harina para el rebozado de la merluza, es de garbanzos.

Ingredientes.

750 gr de merluza en rodajas.
3 dientes de ajo pelados y partidos.
1/2 cebolla en brunoise.
200 gr de almejas o chirlas.
Harina de garbanzos para rebozar.
1/2 vaso de agua.
1/2 vaso de vino blanco de Oporto.

Elaboración.

Pasar la merluza en rodajas por la harina de garbanzos y freír ligeramente. Reservar.
En el mismo aceite, sofreír los ajos y la cebolla. Cuando estén blandos, añadir el agua y remover unos minutos para que espese.
A continuación, el vino de Oporto. Llevar a ebullición e introducir las almejas (en este caso, chirlas de Málaga). Tapar.
En cuanto se abran, poner las rodajas de merluza y calentar todo junto 5 minutos para que se mezclen los sabores.
Emplatar y servir caliente.




sábado, 18 de julio de 2015

Rosas de manzana y hojaldre, oh là là!




Llevaba Mari Carmen largo tiempo queriendo ir de vacaciones ella sola, alquilar una casita en Francia durante dos meses y relajarse. Ella, que tiene una gran vida social no está a su aire nunca y pensaba que yéndose al quinto pino francés lo iba a conseguir, pero no. Ya se fue con ella hasta allí Tina, las dos en el coche que aprovechó para quedarse sin aire acondicionado así que lo primero que tuvieron que hacer al llegar al pueblecito de destino, fue llevarlo al taller... del pueblo de al lado.


- Ay Maricruz, no veas, tengo 'la voiture' rota-, me dice hablando por whatsapp, que se habla muy bien y es gratis, aunque se oye regular y lo que yo digo tarda mucho en llegarle, con lo que la conversación resulta extraña porque hasta que me oye, parece que no le hago ni caso. A propósito,  también se corta y entonces nos tiramos un rato hablando solas como voces que claman en el desierto ciberespacial.
- Perdona, que se ha cortado.
- Ya decía yo que tardaba demasiado en oirte.
- Bueno, íbamos por lo de 'la voiture'.
- Ah sí, que hemos pasado un calor... El pueblo es muy bonito y pequeño, los vecinos hablan muy rápido y tengo que decirles que no me entero.
- Pues hija, no sé para qué has estado todo un año con Jerôme, dando clases de conversación en francés.
- Es que no es lo mismo.

Descorazonar las manzanas
Cortar en láminas finas










Por lo pronto, Mari Carmen me habla en 'francesgnol', y nos tiramos de risa. 
- He comprado unos sobrecitos que ponen 'crème patissiere', y digo yo que eso será como las natillas, ¿no?
- Supongo, ¿allí no tendrán Flan Chino Mandarín, que es casi lo mismo y sirve también?
- Eso, para preguntar cosas así que estoy yo. Voy a hacer 'poulet en pepitoria' y quiero poner natillas de postre. 
- Mira guapa, entre mi Pepe que me habla mitad en español y mitad en inglés como los llanitos de El Campo de Gribaltar, y tú ahora con este galimatías, la que va a terminar yéndose, pero a una casa de reposo, voy a ser yo, no te digo más.


Cocer en agua con zumo de limón
Comprobar que están flexibles











Una semana más tarde, me cuenta que se le va la luz muy a menudo, y que llamó a su casera.
- Que pasa algo con la luz, debe haber un cortocircuito por algún sitio porque de repente me quedo sin luz en toda la casa y tengo que dar otra vez al interruptor general.
- Oiga, yo no puedo ir a visitarla cada vez que a usted se le antoja - Mari Carmen llamaba a la casera al más mínimo problema, claro.
- No, si yo no quiero que venga, lo que quiero es que venga un electricista.
Parece ser que no eran problemas de comunicación o idioma, la casera no quería molestarse con cuestiones banales.


Laminar el hojaldre y cortar en tiras de 6 cm aprox.
Untar con la mermelada 











A partir de ahí, le ha estado contando sus cuitas a todos los del pueblo. Ya es de dominio público que Marianne, la presidenta de la comunidad de paseantes del lugar no quiere que ella entre en el grupo, porque no ha pagado la cuota durante el año. En consecuencia, pasea sola y aprovecha para coger las rosas que hay por los caminos para alegrar su casita rural. 
- 'Je vole toutes les fleurs' -, dice orgullosa de su hazaña.
- Dí que sí, tú esquilma la flora del pueblo, a ver si es posible que te declaren persona non grata.


Colocar encima la manzana y espolvorear canela
Doblar por la mitad











Al final, no ha estado sola, ha ido media Sevilla a visitarla, y gran parte de Barcelona que está más cerca. Lo han hecho por turnos, organizados sí que son. Tuvo que comprar en Carrefour (ellos dicen Caggg-fuggg, aclara) un colchón hinchable que ha inflado con el secador de pelo porque no tiene bomba, ha cocinado mucho y ha 'nettoyé beaucoup' es muy bien hecha Mari Carmen,  y hasta la han invitado los vecinos a una velada musical en el jardín.
Y aunque no ha conseguido ser eremita por un tiempo, la experiencia ha sido estupenda. Ha caído muy bien entre los paisanos, ella es muy sociable.
Yo creo que si vuelve el año que viene, la van a recibir con la banda del pueblo y todo. Persona gratísima, la van a nombrar, se lo ha ganado.


Enrollar desde un extremo
Y poner de pie











Mari Carmen, para que no añores las rosas de La Provence, aquí tienes estas rosas de manzana y hojaldre, que no están tiradas por los caminos, hay que hacerlas, tú las harás en menos que canta un 'coq', te saldrán estupendas y seguro que las tuneas.


Una vez horneadas y frías, espolvorear con azúcar glas

Rosas de manzana y hojaldre

Ingredientes.

3 manzanas rojas (pink lady, ambrosía...)
Mermelada. No importa el sabor, la que tengáis o la que más os guste.
500 gr de masa de hojaldre.
El zumo de 1/2 limón.
Canela molida.
Azúcar glas.

Elaboración.

Lavar y secar las manzanas. Quitarles el corazón (yo lo hago con un sacabolas, es lo más cómodo y fácil, quedan perfectas), y los extremos. 
Partirlas a láminas semicirculares finas y colocarlas en una cacerola cubiertas de agua con el zumo de limón. Cocer durante 15 minutos aproximadamente.
Pasarlas por agua y comprobar que están flexibles y no cuesta trabajo darles forma.
Estirar el hojaldre muy fino y hacer tiras de 6 cm más o menos. Saldrán 6 o 7.
Pincelar las tiras con la mermelada, colocar las medias lunas de manzana dejando la mitad inferior libre y espolvorear con la canela.
Doblar el hojaldre sobre la parte que está cubierta con las manzanas y enrollar partiendo de un extremo. Al poner de pie, ya tendremos una rosa. Terminar con todas y colocar en moldes de magdalenas.
Llevar al horno precalentado a 200º, calor arriba y abajo. Tardarán 35 minutos pero hay que vigilarlas. Si la manzana se tuesta demasiado, tapar con papel de aluminio.
Desmoldar y enfriar en una rejilla.
Espolvorear con azúcar glas antes de servir.





martes, 14 de julio de 2015

Alitas de pollo al horno con jengibre y laurel. Método Montignac


Ya comentaba en una entrada anterior, que me he apuntado al método Montignac, que es una manera diferente y más sana de comer, y a mí me gusta porque las comidas no caen pesadas, tomas más fibra, no tienes que andar mirando calorías, ni pesando las raciones. Es más: aconseja que no te quedes con hambre, es la primera vez que me lo dicen ¡increíble! En realidad, no suelo pasar hambre, no soy de mucho comer, tampoco era de engordar. Mi problema es de malos hábitos: sedentarismo y una ingesta inadecuada. Demasiados hidratos de carbono y fritos.

 Montignac era francés, y digo era, porque se murió en el año 2010, Dios lo tenga en su santa gloria. Según contaba él mismo, tenía tendencia a engordar por familia -no se sabe si por línea materna o paterna-, y harto de seguir dietas que cuando las dejaba era peor, se dedicó a experimentar con él mismo. Eso es estar desesperado y saber salir airoso.

 En cambio, y como no hay nada perfecto en este mundo, los hidratos de carbono, los azúcares y los fritos (ay, mis boqueroncitos fritos de mi alma), están super prohibidos. También tienes que andar mirando las tablas del Índice Glucémico de los alimentos, será por mirar;  hasta que te las aprendes, que no se tarda tanto. Es curioso, porque la gente que está a dieta se mata a comer sandía y melón, y Montignac debe revolverse en su tumba. Demasiado azúcar: prohibido.

Con estas recetas 'a la Montignac', no voy a contar mis historias. A ver si soy capaz de hacer una pequeña introducción y pasar directamente a lo que importa. Las que no tengan la etiqueta 'Montignca' seguirán con mis cosas de siempre, que tengo mucho que contar aún.

Alitas de pollo al horno con jengibre y laurel

Ingredientes.

1 kg de alitas de pollo.
1 cabeza de ajos.
100 ml. de aceite de oliva virgen extra.
200 ml. de vino blanco de buena calidad.
4 ó 5 hojas de laurel.
Jengibre fresco rallado.
Sal.
Pimienta.

Elaboración.

Pasar las alitas por la llama para quitar restos de plumas y pelos. Disponer en una fuente que vaya al horno y salpimentar.
Rallar el jengibre y emulsionarlo con el aceite en un cuenco. Añadir el vino blanco y batir con las varillas. Volcar sobre las alitas.
Dar un golpe a los dientes de ajo y esparcirlos sobre las alitas, así como las hojas de laurel rotas con las manos.
Entrar al horno precalentado a 200º, calor arriba y abajo. A los 30 minutos, dar la vuelta y seguir durante 30 minutos más, hasta que estén bien doradas. Sacar y reservar calientes.
Triturar la salsa y colocar en una salsera. Emplatar y servir.






domingo, 5 de julio de 2015

Lomos de bacalao con pisto

Pues esta es otra de esas recetas que se pueden hacer por dos vías: la rápida, o utilizando el carril lento, como en las autovías. Si tenemos productos de buena calidad, no tiene por qué haber problemas, el resultado es bueno en ambos casos.

La manera lenta, ya la conocemos todos: se ponen los lomos de bacalao a desalar durante 24 ó 48 horas, cambiando el agua cada 12; se hace el pisto con las verduras y se guisa todo junto. El inconveniente es que hay que acordarse de poner el bacalao en agua que, no sé vosotros, pero yo siempre me acuerdo cuando ya estoy en la cama medio dormida y no veas el agua de Levante que me entra, y luego está lo de cambiar el agua cada 12 horas, que también tiene una guasa.

En cambio, haciéndolo con los lomos de bacalao ya desalado y en su punto de sal, que los hay muy buenos, y echando mano de unos pistos enlatados muy aceptables que venden, todo son ventajas. Y si el caldo de pescado que usamos también es de los que vienen en brick, ya es como para salir en el Guinness World Records.

Se puede hacer con lomos de cualquier otro pescado: rape, merluza, rosada, pez de San Pedro, pez espada... Siempre que los lomos no tengan espinas, al tener las verduras por encima, no se verían y no es agradable ni seguro encontrarse espinas al comer. No es cuestión de salir corriendo a urgencias con una espina de pescado atravesada en la garganta.


Ingredientes

3 ó 4 lomos de bacalao desalado.

1 lata de fritada de verduras (pisto) de 400 gr.

1 vaso de caldo de pescado en brick.

Harina.

Aceite de oliva.


Elaboración

Enjuagar y secar los lomos de bacalao. Pasarlos por harina y freirlos ligeramente en aceite de oliva por los dos lados. En cuanto tomen color, añadir el contenido de la fritada de verduras y una vez haya tomado temperatura, el caldo de pescado.

Cocer a fuego medio unos minutos, lo justo para que evapore el exceso de líquido.

Emplatar y servir caliente.

La única complicación de este plato, es que hay que tener mucho cuidado para que el bacalao no se seque, tiene que quedar muy jugoso.