jueves, 4 de diciembre de 2014

Albóndigas en salsa oscura y la pesadilla del chef


No he tenido yo suerte con esto de los talleres de cocina. Me apunté a uno de sushi y nos tuvieron esperando en la puerta cerrada a cal y canto. No había nadie. Llamamos al teléfono de contacto y nos dijeron que el chef tenía a un familiar en el hospital. Nos fuimos con los kimonos a otra parte.
Luego resultó que este hombre había viajado a Ceuta por motivos de trabajo y lo habían detenido porque los perros de la aduana descubrieron hachís en la estructura del coche. Pasó como dos semanas en prisión hasta que se aclaró que la droga llevaba allí desde que lo compró hacía muchos años y el pobre ni lo sabía. Contacté con él y como al parecer, no estaba pasando la mejor época de su vida, me despidió con cajas destempladas. Adiós taller y adiós dinero.

El sábado pasado, fui a un taller de arroces impartido por un chef, que incluía cuatro arroces diferentes más un arroz con leche de coco, anís estrellado y chocolate, de postre. Se hicieron cinco grupos y el chef repartió los platos para elaborar. Yo rogaba in mente: 'que no me toque el arroz con leche, por favor...', es un postre que hago muy a menudo y además no es que me atraiga especialmente. Pues le tocó a mi grupo - la primera en la frente - que éramos tres y había que hacerlo antes que el resto para que diera tiempo a que se enfriara.
Aquí os pongo la receta por si alguien quiere darse el capricho.











Al ver lo de los 85 grados en la receta, le pregunté.
- Miguel, lo de...
- Abel, me llamo Abel.
- Ay, perdona, es que no oigo bien de un oído, he entendido Miguel cuando te has presentado. Un nombre muy bonito por cierto, me gusta más que Miguel.
- ¿Y qué tiene de malo mi nombre?- dijo uno que lucía Miguel en su pegatina identificativa.
- Uy, vaya por Dios... También es bonito, que no es eso, a ver si me entiendes... Bueno Abel, que digo yo que si no tenemos termómetro para saber a qué temperatura están las yemas de huevo...
- Es que a más de 85 grados, se cuajan.
- Ya lo sé, pero si no tenemos termómetro...
- Lo que hay que hacer es tener cuidado -, dijo Abel dando el tema por zanjado. Ya íbamos por la segunda.

Parte de los ingredientes
Infusionando la leche con el anís estrellado


Estaban todos los ingredientes sobre la mesa de trabajo, menos la leche y la nata para la ganache, de la que me iba a encargar yo. Pregunté que dónde estaban y como nadie dijo nada, tuve que buscarme la vida, así que me fui al frigo y allí había, Poca, pero había. Puse el piloto automático y templé las dos cosas. Sin pensar, eché el chocolate, upsss. Así que cogí mi perolita y fui donde Abel.
 - Que he puesto el chocolate dentro, sin derretir. Da lo mismo ¿no?
- Tira ESO y empieza otra vez. 
- Pero Abel, fundiéndolo bien...
- Tira eso y sigue la receta. Esa fue la tercera.
- ¡Ahora mismo, faltaría más!

Abriendo el grano del arroz

Pues no quedaba suficiente nata. Ahí fue cuando me volví Roger Rabbit corriendo por toda la cocina, buscando en todos los armarios, abriendo cajones, y nada. Perdí la tarjetita adhesiva con mi nombre, creo que me quedé entre el frigo y el horno microondas.
- Oye - dije a una de las de mi grupo - ayúdame a encontrar la nata, que yo a Abel ya no le digo más nada, que me mira mal, como pensando '¿De dónde habrá salido esta mujer?' y yo creo que está nervioso y todo.
Abrimos una puerta que resultó ser la trastienda y allí nos dieron, menos mal.
En esto, la que tenía que calentar la leche de coco infusionada con el anís estrellado, preguntó.
- ¿Dónde está el azúcar?
- Ahí - dijo la otra del equipo, señalando un cuenco blanco.

La ganache
Ya terminado



A los pocos minutos, el chef Abel se acercó esgrimiendo una cuchara.
- Siempre hay que probar lo que se prepara, para ver el punto y poder rectificar la intensidad del sabor. Metió la cuchara, removió, sopló y probó. Todo el mundo pendiente.
- ¿¡Pero tú sabes qué has puesto ahí'? ¡¡Esto es sal, no es azúcar!! 
- Yo he preguntado y ellas me han dicho que era azúcar -, se justificó la compañera, señalándonos con un dedo acusador, qué poco sentido de equipo.
- Pues no hay más leche de coco, he traído la justa para la receta. ¡NO HAY POSTRE! Era la cuarta, ese hombre estaba enfadado de verdad y un chef enfadado es lo peor que hay, eso lo sabe todo el mundo. Se hizo un silencio espeso. Sugerí que podíamos hacer la ganache de todas maneras, y por lo menos, tendríamos trufas.
- ¿¡Trufas¡? ¿¡Trufas¡? ¿Y para qué quieres hacer trufas?
- Yo qué sé... para tener postre, ¿no?
Pues venga, ¡tú haz trufas, a ver qué te sale! 
- Hijo, yo era por ayudar... Qué nervio de hombre, dado a los demonios.

Risotto de setas y camembert
Arroz semi-caldoso de ibéricos










Alguien sugirió que podíamos hacer arroz con leche normal, y como no era yo, pues le pareció bien, aunque ya no era lo mismo, claro.
Fuimos a la trastienda otra vez y allí nos dieron leche y un contenedor de azúcar de esos de plástico estilo industrial de por lo menos 5 kg. Aun así, la probamos antes de usarla.
Terminamos la receta sin más problemas. A propósito, una yema de huevo son aproximadamente 20 gr, Abel dixit.
Los de los arroces salados se metieron en faena, las del desastre mirábamos, ayudábamos en lo que podíamos y me fui un rato a lavar cacharros, que mis Pipirranas me tienen muy bien enseñada a recoger. Las Pipirranas somos un grupo de blogueras de Málaga que nos reunimos de vez en cuando, yo hace mucho que no voy y las echo de menos, somos más relajadas en nuestros talleres. Chicas, esperadme para el siguiente.
El chef puso el turbo y a las 14:30 ya estábamos comiendo a toda velocidad. Todo muy bueno, incluido el arroz con leche famoso, que no era lo mismo como volvió a decir Abel y ya sabíamos todos.
No sé porqué, pero tengo la impresión de que estaban locos por que nos fuéramos.

Para compensar, traigo una receta fácil y con pocos ingredientes, de esas de diario y que gustan a todo el mundo.


Albóndigas en salsa oscura

Ingredientes.
500 gr de albóndigas ya fritas.
2 cucharadas soperas de harina normal.
1 cacillo del aceite donde se han frito las albóndigas.
El zumo de 1/2 limón.
1 hoja de laurel.
Agua, o caldo de verduras, o caldo de pollo.
Sal.

Elaboración.
Preparar unas albóndigas de las que solemos hacer. Sirve cualquier tipo de albóndigas porque lo que se pretende es mostrar la salsa que, de puro fácil y sencilla puede que se haya quedado sin publicar en los blogs gastronómicos.
Una vez fritas, las disponemos en una cazuela. Añadimos un cacillo del aceite donde las hemos frito y cubrimos con agua, o caldo de verduras, o caldo de pollo. Depende de lo que tengamos de fondo de nevera. Poner la hoja de laurel.
Salar y cocer tapadas.
Cuando estén tiernas, tostar la harina en una sartén sin aceite ni nada, removiendo hasta que tome un color lo más oscuro posible sin llegar a quemarse. Añadir el zumo de limón, y volcar sobre las albóndigas. 
Dejar que ligue todo junto, emplatar y servir.
Lo acompañé con arroz integral cocido, aromatizado con ralladura de limón.




jueves, 30 de octubre de 2014

Bacalao dorado y una mañana de cuento.


Desde que aparecieron los smart-phones, las salas de espera de los Centros de Salud ya no son lo que eran. La mayoría de la gente anda dando toquecitos y pellizquitos a las pantallas, ni te miran. Con lo bien que lo pasábamos antes oyendo los males de todo el mundo, las operaciones, los resultados de los análisis clínicos que ya entendíamos de colesterol, niveles de glucosa, y hasta de partos por cesárea y demás historias truculentas.
Pues ahora ya no dan números; ahora dan horas y minutos. De modo que tú no tienes el número 15, ahora tienes 'las y veinte',por ejemplo, lo que es un jaleo para mí, que nunca sé cómo preguntar lo de la hora.

Los ingredientes
Freír las patatas paja










- Buenos días, ¿Quién está dentro? - pregunté la semana pasada.
- La doctora - contestó alguien mientras hacía cosquillas a su móvil. Ahí lo llevas, pensé yo, por hacer preguntas tontas.
- Quiero decir, qué hora está dentro -. Ahora es cuando me dicen que no es una hora, que es una persona quien está dentro, ya verás.
- Las y media -. Ah, pues mira, esta vez era esa la pregunta, dije yo entre mí.
- Uh... como ya son menos cuarto...
- Sí, es que va con retraso. Claro, como dan cita cada cinco minutos, uno de estos días, esta pobre mujer, la doctora digo, va a salir como el conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas, que siempre va tarde. Me senté y me puse a dispuse a pasar el rato en compañía de los fanáticos de los móviles y la gente normal, como las señoras que van a las consultas con el carrito de la compra.
- Si llego a saber que tarda tanto, habría hecho la compra, me habría dado tiempo -, dijo una.
- No hay nada interesante, ¿Alguien sabe por qué el marroquí no ha abierto hoy? -,dijo otra que, por lo visto, ya había comprado.
Perfecto, ahora teníamos hasta un sombrerero loco, con acertijos y todo...

Añadir el bacalao desalado
Sofreír la cebolla











Al ratito, llegó una señora mayor.
- ¿Quién tiene menos cuarto? Nadie, estuve a punto de decir yo, porque ya eran las diez, pero no dije nada, no iban a entender esta lucha sin sentido que me traigo yo con las horas.
- Yo -, dijo una señora rubia.
- Entonces, yo voy detrás de usted, tengo las menos diez-, apuntó la nueva.
- NO -, aclaré yo. - Usted NO tiene las menos diez; las menos diez la tengo YO. 
- A mí me han dado la cita por teléfono.
- A mí también.
- Yo es que soy de D. Antonio.
- Yo también -, contesté yo. D. Antonio es nuestro médico de cabecera, pero como está de vacaciones, la doctora se hace cargo de nosotros, que al final estamos allí como de prestado.
Así que le aguanté la mirada y aquéllo se convirtió en una escena tipo Alicia y La Reina de Corazones, cuando alguien dijo desde su móvil,
- Es que a veces se equivocan y dan la misma hora a dos personas. 
- Pues me da igual, a menos diez entro yo -, avisé a mi contrincante que, rápidamente y por sorpresa, cogió carrerilla, abrió la puerta de la consulta y se metió dentro.

Los huevos batidos
Por último, las patatas











 Momento que aprovechó uno de los carritos para salir andando.
- Su carrito se le escapa-, avisé.
- Es esa señora, que le ha rozado. 
- Oh - fue lo único que pude articular, mientras pensaba: ahora es cuando sale y dice aquéllo de 'que le corten la cabeza'. Salió Su Majestad a los pocos segundos y me miró de nuevo.
- Le he preguntado a la doctora y lo ha mirado en el ordenador. Tenía usted razón: tiene menos diez y yo menos cinco.
- Ah -. Me había vuelto monosilábica de la impresión.
- Para que vea que le he  hecho el favor de preguntar si le tocaba a usted o no. 
- Muy amable, muchas gracias -. Le sonreí, que no hay que fiarse de una persona que tiene esos arranques.
- No me dé las gracias, no las merece-, me contestó toda sonrisas, como el gato de Cheshire. Yo casi rebusco en el bolso el hongo que hace crecer, por si las moscas.
- ¿Por qué hora va?-, dijo un señor recién llegado.
- Como diga usted que tiene menos diez, ¡me tiro al suelo!
Hasta los móviles empezaron a reírse.
Cuando me tocó, la doctora comentó que hacía un ratito que entraba la gente muy sonriente, qué bien.
- Es que los de D. Antonio somos muy animados-, dije yo rematando una disparatada mañana de cuento en la Seguridad Social.


Bacalao Dorado

Ingredientes.

300 gr de bacalao desalado y desmigado.
400 gr de patatas paja.
5 ó 6 huevos.
300 gr de cebolla en juliana.
Pimienta negra.
Aceitunas negras. Opcional. No tenía el día que hice la receta.

Elaboración.

Pelar, lavar y rallar las patatas para freírlas en patatas paja. (*)
Una vez fritas, reservar.
Sofreír la cebolla en un fondo de aceite y cuando esté blanda y transparente, añadir el bacalao.
Dar una cuantas vueltas hasta que coja cuerpo, procurando que no se seque.
Incorporar ahora los huevos batidos ligeramente y revolver a fuego bajo.
Moler pimienta negra por encima.
En el último momento, las patatas paja y dejar que se unan a la preparación.
Emplatar y servir.

(*) Para mi gusto, lo que todo el mundo llama 'patatas paja' son patatas cerilla. Siempre he hecho las patatas paja rallándolas, y una vez fritas, son mucho más ligeras que las otras. 
Lo explicaré en otra entrada.



lunes, 1 de septiembre de 2014

Caracoles al estilo Tano, los mercadillos, las mudanzas y el estrés


Parece ser que hay situaciones que generan estrés como: casarse; tener el primer hijo; las suegras;  trabajar dentro y fuera de casa; intentar que todo el mundo esté contento; la marcha de los hijos de casa - esto se llama Síndrome del nido vacío-; las tertulias de la radio y la tele; Paulo Coelho y sus frases;  la jubilación... y las mudanzas entre otros muchos estresores que ya puestos a tener estrés casi todo sirve.
A mí no me estresa mudarme, a mí me gusta. En esos días no hay horarios ni sitio fijo para comer; ni para dormir; ni para nada. En esos días ya te puedes olvidar de todo lo establecido que no pasa nada, estamos de mudanza. De modo que cuando en casa me han visto mirando los anuncios de inmobiliarias, se han echado a temblar. Yo tan contenta porque siempre ha sido para mejorar.


La última mudanza trajo un regalo extra: a dos minutos de casa había un mercadillo los miércoles y los sábados. Y es que a mí también me gustan las bullas. Agarras tu carrito, metes el dinero y las llaves en un bolsillo de los vaqueros y a disfrutar dando caderazos  aquí y allá. Es la batalla de mercadillo en la que o ganas tú o te quedas con las ganas de lo que sea: una prenda de vestir, una fruta, una tela monísima para hacer un mantel que termina estorbando por todos los cajones de la casa, plantas de interior o de exterior eso da lo mismo; zapatos, encurtidos, cacharritos variados... de todo oiga, que me lo quitan de las manos.











Un consejo: antes de meterte estilo kamikaze en la vorágine del mercadillo, hay que estudiar bien por dónde fluye todo. Es importante que entres en el carril de gente que lleva tu misma dirección, porque si no te encuentras luchando contra una corriente de personas que chocan de frente contigo sin miramiento alguno. El resultado es que no avanzas y te cansas antes de empezar. Las leyes de tráfico de los mercadillos no son las normales, son las que son. No todo fluye por la derecha, fluye hacia donde le dio la gana al primero que llegó y puede que te encuentres mirando los puestos hacia tu izquierda en vez de hacerlo hacia la derecha. Hay que poner atención a las islas que se forman cada vez que se paran dos o más personas a charlar en mitad de la vorágine, porque entonces aparecen unas líneas de flujo similares a las que se dibujan en los jardines Zen alrededor de las piedras con lo que se altera de velocidad de la marcha. Nada importante porque una vez que te dejas llevar por el gentío, ya puedes dedicarte a mirarlo todo. Te sales, miras lo que sea, das unas vueltecitas alrededor de las piedras parlantes, y luego te incorporas dando el caderazo correspondiente.


En los mercadillos hay que tener pocos remilgos. No pidas probadores. No hay. Pero puedes probarte la ropa allí mismo. Un día que vino mi amiga Mercedes, se quiso comprar un sujetador y la gitana se lo puso encima de la ropa, le quedaba perfecto según opinamos todos los que estábamos alrededor, y tanta gente no iba a equivocarse. Se lo llevó. Más complicado fue lo de los vaqueros, que yo me los pruebo en casa y el día de mercadillo siguiente los cambio si no me quedan bien pero ella no iba a venir desde Pedregalejo. Hicimos una especie de parapeto con una sábana que sujetábamos la vendedora y yo; Mercedes llevaba unas bragas color visón muy monas, que las vio media Málaga por una zona que no pudimos cubrir. No se los compró, de repente le entró un agobio un poco tonto que no entendimos nadie.












Lamentablemente cerraron el mercadillo porque los vecinos protestaron. O sea, un montón de años funcionando y lo cierran a los pocos de llegar yo allí, también es casualidad.
Menos mal que todavía nos queda el Tano, que es un bar de por aquí famoso por sus caracoles. Este es mi versión o propuesta, que diría todo cocinillas que se precie.


Caracoles guisados estilo el Tano

Ingredientes.
1 kg de caracoles precocidos.
Un puñado de almendras crudas repeladas.
1 rebanada o 2 de pan asentado.
2 dientes de ajo.
2 guindillas.
1 vaso de vino blanco.
Especias para caracoles.
1 cucharadita de Ras el Hanout.
Semilla de cilantro.
1 cucharada de pimentón dulce o picante.
2 hojas de laurel.
Hojas de menta al gusto.
Azafrán.
Sal.

Elaboración.
Hervir los caracoles siguiendo las instrucciones del fabricante. Enjuagar y escurrir.
Freír los ajos, las almendras y el pan. Triturarlo añadiendo una hojas de menta. Reservar.
Majar en el mortero las semillas de cilantro junto con las especias para caracoles, a las que se puede incorporar más guindillas si queremos que suba el pique.
Disponer los caracoles en una cazuela y añadir el resto de ingredientes. 
Ajustar de agua, de manera que cubra todo. Salar.
Cocer 30 minutos mínimo.
Servir bien calientes.
Mejoran de un día para otro.






martes, 1 de julio de 2014

Ensalada malagueña y el proceloso mundo de las telecomunicaciones



 Parece ser que una Central Telefónica es un sitio donde van los cables de los abonados, como los ríos que van a dar a la mar que es el morir, que diría Jorge Manrique en "Coplas por la muerte de su padre", y allí tienen lugar los enlaces de comunicación y otros procesos de los que no entiendo, ni falta que me hace. Que eso es lo que yo creía, hasta que la central telefónica donde están los cables de mi teléfono fijo, ardió. Se quemó un sábado y se produjo lo que llaman una incidencia. Pues será una incidencia,  pero es un latazo horroroso: el teléfono se quedó mudo y la conexión a Internet desapareció. Y comenzó la parte 'que es el morir', o Síndrome del Hotel California donde una vez que entras ya no puedes salir; te instalas en una especie de bucle maligno que no tiene fin.

Limpiar de sal el bacalao
Asarlo sobre la llama
Llamé al 1004 y ahí me dijeron lo de la incidencia, yo creía que era una avería, pero bueno. Una señorita me preguntó si el problema era en la línea de voz o en la de datos. 
- Pues... que no tengo línea en el teléfono, ni acceso a Internet, eso es lo que me pasa.
- Si, pero ¿su incidencia es acerca de la línea de voz, la de datos, o ambas?.
- Mire, que no funciona nada, que está todo muerto, que no sé yo cómo se llama eso, que no estudié Telecomunicaciones porque en mis tiempos no había, y de todas maneras no me gusta. Así que usted verá cómo le llama, yo quiero conectarme a Internet y hablar por teléfono como siempre.
- Bueno, entonces las dos - sentenció.
Mientras tanto, cocer las patatas
Poner en agua un par de horas
Que en 48 horas todo lo más la incidencia estaría solucionada. A los cinco días de incidir todo el tiempo, me compré un pincho USB y por lo menos pude usar el portátil, aunque iba tan lento que cada vez que intervenía en los foros  profesionales donde estoy dada de alta, cuando salía mi comentario ya habían pasado a otro tema. A punto estuve de cambiar mi nick por el de tengounaincidencia.
Estuve llamando a averías y ya no salía nadie, directamente te enchufaban una grabación donde no había opción a hablar, sólo podías pulsar 'uno para ésto'; 'dos para lo otro'; 'tres para lo de más allá'... 
A las dos semanas, sonó el teléfono, qué nervios.
- ¿Diga?
- ¿Pili?
- Ay, lo siento pero aquí no hay nadie que se llame así.
- Perdone.
- No pasa nada - dije yo un tanto desilusionada. 
Y sonó el teléfono de nuevo.
- ¿Diga?
- ¿Pili?
- Ah, es usted otra vez... pues sigue sin haber ninguna Pili por aquí, ya le digo. ¿No le habrán dado mal el número?
- Pues no creo, Pili es mi sobrina, hija de mi hermana Mª Luisa, llevo llamando a este número muchos años. ¿Ese no es el 952 xx xx xx?
- Uh, no se parece en nada... No sé qué pasa, desde que ardió la central telefónica esto está desastroso.

Colocar sobre las patatas cocidas, la cebolleta y la naranja
- Pues vaya... en fin, perdone otra vez.
- Nada, no es culpa suya, mujer.

Llamé a mi número desde el móvil, y ni un tono. Muerto. Ploff. Desaparecido en el ciberespacio, dando vueltas con la perrita Laika, la del Sputnik, qué pena.
El día siguiente, otra vez una llamada. Era Antonia, la tía de Pili y hermana de Mª Luisa, que probaba a ver si ya podía hablar con la familia. 
Me contó su vida, y hablando, hablando, nos enteramos que Pili, su madre Mª Luisa, su padre Paco y yo, éramos vecinos. Muy amena, Antonia. Como ser amable no cuesta nada, y dado que llamaba casi todos los días, yo le contaba si Pili y sus padres estaban bien, información que me pasaba el conserje para que Antonia estuviese tranquila, que llamaba desde el pueblo y no tenía ni móvil ni nada.

Añadir las aceitunas, aliñar y remover

El único esquinado de esa familia resultó ser Paco, el padre, que me llamó un día.
- ¿Es usted la que tiene mi número de teléfono?
- Bueno, vamos a ver: yo soy la que contesta cuando alguien marca su número de teléfono, que no es lo mismo.
- Da igual. Quiero advertirle que como aproveche usted que tiene mi teléfono (y vuelta la burra al trigo...) para hacer llamadas de esas que cuestan un pastón, la demando, que me voy a dar cuenta cuando llegue la factura.
- Mire usted Paco, que sé que se llama así porque me lo ha dicho su cuñada Antonia que me llama a menudo: ¿De verdad usted piensa que he estado toda mi vida esperando a que ardiera la Central para llamar a Kathmandú, Anchorage o San Petesburgo? No tengo necesidad de hacer nada de eso,  a ver si va a resultar que se cree el ladrón que todos son de su condición; que no se puede ser tan grosero, hijo mío.
- ¡Oiga, no insulte!
- Hala, demándeme por insultos. Y que sepa que ya no le digo más a Antonia cómo están Pili y los demás, que agarre el autobús y baje del pueblo. ¿Será posible? ¡CLONCK! Colgué.

Servir

Así que llamé a otro operador de telefonía, ellos me gestionaron todo, cambié a fibra óptica y me arreglaron lo del número de teléfono, que lo tenían todo hecho un asco desde el incendio o incidencia y se acabó la historia. El conserje me dijo que este Paco era un poco bruto. No lo pongo en duda.






miércoles, 28 de mayo de 2014

Albóndigas de choco en salsa de curry suave y una historia del CSI.


Estaba yo hace una semana tan tranquila pensando en mis cosas, cuando sonó el teléfono. Era mi amiga Mónica.
- Ay, Maricruz, que acabo de llegar de Barcelona y cuando he subido a casa me he encontrado la puerta reventada, ¡me han robado!
- Anda ya... Si tú tienes una puerta con no sé cuántos anclajes y de madera maciza...
- Pues han debido meter una palanqueta o algo así, está toda destrozada y la casa revuelta. Estoy muy nerviosa.
- ¿Has llamado a la Policía? ¿Y Hugo, dónde está? Y sobre todo, no toques nada- Hugo es su pareja pero cada uno vive en su casa. Han estado unos días visitando Barcelona y acaban de volver.
- Hay una patrulla de camino. Hugo está en su casa, viene para acá también. Qué disgusto.


Como aparecieron los de la patrulla, la dejé con ellos y la fui llamando a ver cómo iba la cosa.
- Mónica ¿Cómo va todo?
- Los de la patrulla le hicieron una foto a mi carnet de identidad y la mandaron a la Central, como en las películas, oye.
- ¡Qué fuerte! Tú no seguirás teniendo ese DNI en el que sales con un ojo morado y con un aspecto lamentable de cuando te robaron en el metro de Madrid, que te desmayaste de la impresión y un señor te avisó de que tenías una lentilla en mitad del pómulo cuando te reanimaron ¿no?- Ahí fue cuando ya nos dio la risa porque a Mónica le robaron dos veces en el metro en Madrid, una de ellas le rajaron el bolso, le quitaron la cartera y ni se enteró. Seguro que la tienen en el fichero de 'Cacos Sin Fronteras', siempre le toca a ella, que ya sólo le falta que la asalten por la calle estilo Manos-arriba-esto-es-un-atraco, alguien con antifaz y camiseta a rayas horizontales.

Lo de la risa no es por los atracos, es porque cada vez que tenía que enseñar el carnet en cualquier sitio, se liaba a dar explicaciones de porqué tenía esa pinta de haber sido atropellada por un autobús.  La gente ponía unas caritas que no veas y a punto estaban de darle el pésame y todo.


- Y están aquí los de la Policía Científica, tomando fotos y huellas dactilares.
- ¿¡Qué me estás contando!? ¿Y van con los monos blancos y los plásticos en los pies como en el CSI? 
- No, pero vienen con un especie de caja de herramientas, han sacado los guantes, una lupa y el polvo para las huellas. Lo están poniendo todo perdido de un polvo negro que dan con un pincel, no es blanco como en las pelis. Te dejo que ha llegado el cerrajero.

Al filo de las ocho de la tarde, fue ella quien llamó.
- Esto se ha puesto interesante de verdad. 
- No me digas más: ha estado Grissom.
- Que no mujer, déjate de bromas. Ha venido un inspector y ha dicho que hay una banda por aquí, que entran en las casas cuando no hay nadie. Ya han robado en seis o siete casas.
- Eso te pasa por vivir en un barrio tan postinoso... ¿Y el cerrajero?
- Ha hecho un apaño hasta que los del seguro coloquen una puerta blindada. Ah, y no veas el ratito que he pasado cuando Hugo, que como es argentino habla un español del siglo XVII, le ha dicho muy serio: 'ya ha estado aquí el herrero'. Y yo he pensado: 'osti, a que va a resultar que tengo caballos y no me he enterado...'
Y claro, vuelta a reírnos y Hugo que no daba crédito a tanto jijí-jajá.
Total, que al final ha contratado una empresa de alarmas anti-robo, con cámaras de vigilancia, posibilidad de activar y desactivar desde el móvil, puede ver y oír lo que pasa en todo momento... sólo le falta una habitación del pánico, qué moderna.
Y le han puesto un cartel la mar de cantoso al lado de la puerta con el nombre de la empresa. Yo le he sugerido, que ya que está, coloque otro cartel que diga: "los vecinos tienen cosas mejores; a mí ya me han robado". Pero dice que a lo mejor a los vecinos no les hace gracia.

Albóndigas de choco.
Ingredientes.

500 gr de choco (sepia, jibia).
2 huevos.
1 cebolla.
2 dientes de ajo.
1 tomate sin piel ni pepitas y troceado pequeño.
Fumet de pescado.
1 cucharada sopera de curry suave.
Pan rallado.
Perejil.
Aceite de oliva.
Sal.

Elaboración.

Trocear los cuerpos de los chocos a cuchillo o en la máquina de picar.
Colocarlos en un cuenco grande con media cebolla, los dos ajos y perejil al gusto, todo muy troceado. Salar.
Añadir los dos huevos batidos y el pan rallado suficiente para que amalgame, procurando no excederse para que la masa quede suave y no se endurezca.
Dejar reposar unos 30 minutos.
Formar las albóndigas con las manos mojadas en agua, la preparación estará algo pegajosa. Pasarlas por pan rallado y freírlas hasta que estén doradas. Reservar.

Para la salsa:
Calentar unas cucharadas de aceite en una sartén o cazuela, y freír la cucharada de curry. Ahí mismo, hacer un sofrito con la media cebolla restante bien picada, los ajos y el tomate. Cuando esté listo, añadir una cucharada de harina, rehogarla bien. A continuación el fumet de pescado y calentar.
Introducir las albóndigas y cocer hasta que estén tiernas.
Las he acompañado de arroz basmati con pasas hidratadas en te caliente, orejones y piñones tostados.

Hoy no hay paso a paso ni video. No hice las fotos del proceso... 



domingo, 18 de mayo de 2014

Alubias blancas guisadas con codorniz en escabeche y el Juanito


Fue un amor a primera vista, un flechazo, la respuesta a mis oraciones. Allí estaba, en el gran centro comercial, blanco inmaculado, fuerte y al mismo tiempo suave, con gran apostura y capaz de hacerse cargo de todo lo que a mí me incomoda: era el cubo de basura perfecto; el que siempre estuve buscando. De 50 litros de capacidad, que no entiendo el porqué de los litros, ya que líquidos es lo último que se debe tirar a la basura y además, me hago un lío al comprar las bolsas que vienen por tamaño en centímetros y todavía soy incapaz de averiguar cuántos litros caben en 52x60 cm. El que teníamos era de 20 litros, de modo que compré este y al día siguiente lo llevaron a casa.

Y aquí está
Aquí cuando estoy guisando





















- ¿Y esto?-, dijo Natacha al verlo.
- El cubo de basura nuevo- contesté más contenta que unas Pascuas.
- Ahh... ¿Y aquí por dónde...?- preguntó mientras le daba la vuelta.
- A ver, por esta ventanita, se tiran las cosas pequeñas y cuando esté guisando, se levanta todo y aparece el cubo abierto. Mucho más cómodo. Y cada vez que meta un limón pocho, o una patata o algo así desde lejos, gano tres puntos-. Tuve que explicarle que esto último era broma, que no íbamos a organizar ningún concurso de triples en la cocina porque empezó a mirarme de una manera...



Desde entonces, todo el que llega se fija en el cubo y se asombra.
- Uhhh... ¿eso qué es?
- ¡Madre mía! ¡¿Qué es eso?!
- ¡Qué barbaridad! Es como un supositorio gigante.
- ¡Anda! Como dicen en mi pueblo, si sólo le falta hablar... - soltó Antonio cuando lo vio uno de los muchos días que viene a estar con nosotros.
Y yo tan divertida con los comentarios. -¿A que parece R2D2, el de la Guerra de las Galaxias?-
Cuando llegó Mari Carmen a pasar un finde, rápidamente dijo que era Obi Wan Kenobi.
- Mujer, ése era un humano, caballero Jedi por más señas y el personaje lo interpretó Alec Guinness.
- Bueno, da lo mismo.











Yo, acordándome de lo que había dicho Antonio, que sólo le faltaba hablar y como lo de "Wan" suena a "Juan" en español, decidí que lo íbamos a llamar Juanito. Hay quien cosifica a las personas; yo personalizo las cosas, manías que tengo.  Y como R2D2 es más difícil de pronunciar pues Juanito.
Cuando recogemos la cocina, si alguien pregunta,- ¿Esto dónde va?
- Eso, al Juanito- lo más normal del mundo.
Hace unos días, estaba yo trabajando en mi despacho y llegó Natacha poniendo su dedo índice entre mis gafas de leer y el teclado.
- ¡El Juanito me ha mordido!- Había tirado algo por la ventanita y se le atascó el dedo.
- Pues nada, ahora mismo voy y lo saco al patinillo al lado de la lavadora para que piense en lo que ha hecho.

Alubias blancas guisadas con codorniz en escabeche.
Ingredientes.

Alubias cocidas de bote de buena calidad.
1 l. de caldo de pollo o de verduras. En este caso, de pollo.
1 bote de muslos de codorniz en escabeche, especial para ensaladas.
1 cebolla grande.
1/2 cabeza de ajos.
Pimentón dulce.
Tomates secos rehidratados en aceite de oliva virgen extra *
Tomillo o romero.

Elaboración.

Disponer en la cazuela la cebolla, el tomillo, las alubias lavadas y escurridas, 3/4 de l. del caldo de pollo y 7 u 8 tomates.
Llevar a ebullición y mantener a fuego medio hasta que espese.
Hacer un sofrito con los ajos pelados y cortados y una buena cucharada de pimentón dulce.
Añadir al guiso y ajustar de caldo con el 1/4 de l. que hemos reservado.
Deshuesar los muslitos de codorniz y volcarlos sobre la cazuela.
Calentar a fuego suave y servir.

* Estos están preparados con: Ajos enteros pelados, tomillo, romero, mejorana, hojas de laurel, guindillas, pimienta negra en grano, sal y aceite de oliva virgen extra. 







lunes, 5 de mayo de 2014

Sardinas marinadas sobre crujiente de hojaldre roto con manzana asada, y el Reto de Canal Cocina


A Lope de Vega, Violante le mandó hacer un soneto y los de Canal Cocina enviaron a los blogueros cocineros un correo invitándonos a participar en un concurso: Reto Canal Cocina de recetas por 5 €.
Yo, tan contenta dije que sí y en mi vida me he visto en tal aprieto, igual que Fray Lope de Vega y Carpio por otros nombre conocido como El Fénix de los Ingenios o Monstruo de la Naturaleza, que ya suena un poco fuerte, la verdad.

Y es que me ha pasado de todo. Primero, me olvidé de subir que aceptaba el reto antes del día 7 de abril y cuando lo hice, resulta que no hubo manera de que pusiera el hashtag como es debido. Desde #retocanacocina, que le falta la 'l',  hasta #Retocanalcocina, he puesto de todo menos #RetoCanalCocina que es como había que ponerlo, cosas de no estar en lo que hay que estar que yo, cuando me despisto lo hago en condiciones, no de cualquier manera.

Hasta hoy día 5 de mayo, dos días antes de que acabe el plazo para publicar la receta, no he podido meterle mano al asunto, cosas de estar en cuarenta sitios a la vez que aparte de ser imposible, es muy inoperante. Ya lo dice el refrán: quien mucho abarca, poco aprieta. Como no soy Fénix de los Ingenios ni de nada ni falta que me hace, aquí estoy con la sensación de que me pilla el toro, se me acaba el tiempo, me quedo con la receta sin concursar, compuesta y sin novio, todo al mismo tiempo. Para colmo, no sé qué ha pasado con la web de Canal Cocina, que me dice que ha habido un problema para subir la receta, que lo intente pasados unos momentos. Pues creo que ya no me quedan muchos momentos. Si no fuera porque tengo mucha calma me agobiaría, pero no me agobio que eso es muy malo.
A ver si hay suerte y me entero de qué pasa con la web y mi receta. Mientras tanto, la pongo aquí para disfrute de todos.


Sardinas marinadas sobre crujiente de hojaldre roto con manzana asada.

Ingredientes.



250 gr Sardinas frescas
250 gr Masa de hojaldre congelada
100 gr Tomatitos Cherry
7 Dientes de ajo
3 Limones
Aceite de oliva virgen extra
Sal en escamas


Elaboración.

Limpiar las sardinas, quitarles la espina central y desangrarlas unos minutos en agua fresca.
Preparar la marinada con el zumo de los limones, sal, los dientes de ajo pelados y golpeados, un poco de agua y las cáscaras de los limones troceadas. Dejarlas un mínimo de tres horas.
Mientras tanto, descongelar el hojaldre, bolearlo y extenderlo con el rodillo en una lámina muy fina. Pincharlo y pintar con aceite de oliva.
Entrar al horno precalentado a 200º durante 15 minutos o hasta que esté dorado y crujiente.
Despepitar los tomates y cortarlos en brunoise fina.
Sacar las sardinas de la marinada, escurrir ligeramente, separar los lomos y cortarlas cuadrándolas al mismo tamaño.
Cortar el hojaldre con las mismas medidas que los lomos de las sardinas.
Montar el plato colocando una capa de tomate sobre el hojaldre, encima los lomos de sardina, pincelar de aceite con mucho cuidado y espolvorear con sal en escamas.
Acompañar con rodajitas de manzana reineta asada.






martes, 1 de abril de 2014

Espaguetis en salsa de almejas, Pizza Pino y La Pantera Rosa


Parece ser que a todo el mundo le gusta la pasta, menos a mí que le tomé manía en mi primer embarazo a raíz de unos espaguetis que comí con el estómago levantado y todavía me dura. Entre eso y que tampoco me gusta el queso, mejor que no me invitéis a ninguna pizzería que si hay que ir voy pero no me encanta especialmente y además nunca sé qué pedir. Siempre soy la rara del grupo.
Pues como la vida es muy absurda, resulta que pusieron un Pizza Pino en la placita de mi urbanización, qué monería. O sea, te asomas a la terraza y allí están  ellos con su horno para las pizzas, su comedor, su mostrador y sus mesitas fuera llenas de gente comiendo pasta, pizzas, mirando el mar y de paso hablando a gritos con los niños correteando, que a los nenes hoy en día no se les puede decir que se estén quietos, no se vayan a contrariar.












Y mira que a mí me gusta una bulla más que a nadie, pero a ciertas horas y con gente extraña no es lo mismo. Por ejemplo, las siestas en verano con los cánticos de cumpleaños feliz, los brindis, la apertura de regalos. O las comidas de empresa, la gente con las copas se desinhibe una barbaridad, os lo digo yo. Y venga con los flashes de los móviles haciendo fotos a todas horas.
 Los sábados por la noche en cuanto entra el buen tiempo que aquí va desde abril hasta mediados octubre, es un no parar. Primero vienen los que cantan boleros más o menos a las once de la noche y si estás tomando un te o una copita en tu terraza tampoco está tan mal, aprovechas para canturrear Si tú me dices ven, Toda una vida, o Sabor a mí mientras disfrutas del espectáculo, todo muy romántico.











Después, los del Estilo Chunguitos, cantando eso de todos los días paso por tu calle a ver si te veo Carmen, Carmen, Carmen, voy a tener que emborracharme y cosas así. Lo mejor es cuando atacan con aquello de dame veneno que quiero morir, dame veneno. Siempre he pensado que una pizzería no es el mejor lugar para ese tema, sobre todo porque la única vez que comimos ahí pedí unas crepes de postre y me las sirvieron recalentadas. Malísimas. Tuve que protestar y me ofrecieron otra cosa. Eso. Para que me pongan el tiramisú que sobró el día de la inauguración unos cuantos años antes, que yo ya no me fío y siempre pienso que como les dé alguien unas crepes, se van a enterar los de Los Chunguitos.
 A continuación, tenemos un intermedio pero tan pronto como has cogido el primer sueño, te despierta el del saxo. Es el momento Careless Whisper. Entonces es cuando sabes que debe ser medianoche, no tienes que mirar el reloj ni nada. Siempre el mismo repertorio muy bonito aunque un poco largo, y toca bien el saxo soprano pero es que a mí nunca me ha gustado especialmente Kenny G. En cuanto suena La Pantera Rosa, ya te puedes dormir; es la última pieza y los domingos te despiertas tarareando de manera un tanto obsesiva la música del saxo que se queda por ahí rondando entre las neuronas.

No todo son inconvenientes, los del primero que viven justo encima, tienen suelo radiante gratis en invierno; en verano tienen ampollas en los pies si no se ponen las zapatillas de andar por casa. Y si obviamos las dos veces que han tenido que llamar a los bomberos porque salía humo a todo meter, con todos los vecinos fuera, los abuelitos, los nenes, las mascotas y los nervios... era divertido.
Digo era porque se fueron. Parece ser que les subieron el alquiler una barbaridad y ya no era rentable. Los echo de menos, para que veas.


Espaguetis en salsa de almejas

Ingredientes.
Espaguetis. 100 gr por persona.
1 cebolla.
2 dientes de ajo.
2 guindillas.
1 cucharada de harina.
1 vaso de vino blanco.
750 gr de almejas.
Perejil picado.

Elaboración.
Lavar bien las almejas y poner en agua salada media hora mínimo para que suelten la posible arena que traigan. Escurrir.
Trocear la cebolla y los ajos y sofreír en aceite de oliva en una sartén o cazuela baja, junto con las guindillas (son opcionales). Añadir la cucharada de harina y dar unas vueltas para que pierda el sabor a crudo.
Añadir el vino blanco y cuando espese, las almejas. Dejar hacer tapadas, moviendo de vez en cuando.
Cocer los espaguetis al dente, escurrir y salsear.
Emplatar, espolvorear de perejil picado y servir caliente.

Nota. Estas almejas no son salteadas ni a la marinera. En Málaga se llaman "mojete de almejas" y están muy sabrosas preparadas así.





domingo, 9 de febrero de 2014

Tortilla guisada, 'ponme pómulos' y otras frases que siempre he querido decir.


Hay frases que siempre  me han gustado, no por lo que puedan significar, sino porque me han hecho gracia, como: 'siga a ese coche'; '¿Es esto realmente necesario?'; 'esto no es lo que parece'; 'por encima de mi cadáver'; 'yo he venido aquí a hablar de mi libro' o 'ponme pómulos'. Y claro, siempre he querido decirlas, me ha parecido divertido jugar a ver en qué momento venían a cuento y ver la cara que ponía la gente.
Las hay con mayor o menor grado de dificultad, como la de los pómulos. Para decirla tienes que tener alguien que te maquille y eso no pasa todos los días. La primera ocasión que tuve de decirla fue cuando me llamaron de PTV, de un programa local que tenía Diego Gómez, para hablar del Juego Patológico.


Diego Gómez empezó en Radio Juventud de Málaga y era compañero de María Teresa Campos, quien luego dio el salto a la tele y se convirtió en 'chica Hermida', el que retransmitió la llegada del hombre a la luna como corresponsal en EEUU. Diego se quedó por aquí.  A Diego Gómez le gustaba mucho recitar, recuerdo cuando era pequeña su voz declamando en la radio "El seminarista de los ojos negros", una historia decimonónica de un seminarista y una señorita que ve pasar desde su balcón todas las tardes a los seminaristas que van de paseo y, al parecer se enamoran en la distancia y en silencio, hasta que una tarde ve pasar un entierro; era el seminarista que se había muerto, para abreviar. Las españolas de aquel tiempo lloraban a moco tendido por este drama ajeno que siempre es mejor que llorar por los propios. La radio era así.
Pues ese día llegué tan contenta a la entrevista pensando que por fin iba a poder decir los de los pómulos y resultó que no maquillaban a nadie.










 Durante la entrevista y de repente, Diego soltó:
- Y tú, con esos ojos, habrás convencido a más de un jugador para que deje el juego... Había inventado la oftalmoterapia, así como el que no quiere la cosa.
- Uh... Er... Yo... ¡Yo tengo mi título!-  contesté como una boba, mientras pensaba: ahora es cuando va y se lía a recitar lo del seminarista de los ojos negros, me da la risa y me echan. Pero no. Siguió hablando de mis ojos y de los ojos del resto de la gente. Reminiscencias del pasado, supongo.
 Volví varias veces más, pero quedamos en que él no hablaría de mis ojos y yo llevaría los pómulos puestos de casa.
Casi estaba resignada a no tener oportunidad de decir la frase, cuando me llamó alguien del equipo de Domi del Postigo, también ex-chico Hermida, de una emisora de televisión local, esta vez para hablar de las relaciones de pareja. Nos presentamos mis pómulos y yo a la hora convenida y ¡sorpresa! Me pasaron a maquillaje. Cosas de la vida, que cuando menos te lo esperas, salta un maquillaje.




De modo que me vi sentada frente a un espejo, con una maquilladora profesional rodeada de tarritos, pinceles, esponjas y borlas a mi lado y mientras trabajaba charlábamos. Cuando me puso el fondo de maquillaje, llegó el gran momento.
- Ponme pómulos, por favor - le pedí con mi mejor sonrisa.
- ¿Cómo? - preguntó ella a su vez, así como congelada en el tiempo.
- ¿Perdona? - repitió al ver que la miraba satisfecha como si hubiera llegado a la meta de una maratón y estuviera a punto de saludar a un público imaginario, brazos en alto y haciendo el signo de la victoria con los dedos ¡qué momentazo!
- Ay, lo siento, es que esa es una de las frases que siempre he querido decir. Y le conté lo de 'siga a ese coche' y todo lo demás.
- Ahhh...- dijo la pobre con cara de no entender nada.
- ¿Tú no tienes frases así, que te gustaría decir en algún momento?
- Pues no, la verdad - dijo ella pensativa.
- Pues yo sí. Y me quedé tan pancha.
- Bueno, pero ¿Te pongo pómulos o no te pongo pómulos?-, quiso saber ella echando mano de su profesionalidad.
- Venga, ya que estamos...
Al final, nadie se dio cuenta de que me habían puesto pómulos, pero eso era lo de menos, por fin había dicho mi frase que era de lo que se trataba. Todavía tengo pendiente lo de 'esto no es lo que parece', a ver si hay suerte.













Esta es una receta típica de aprovechamiento. Normalmente se hace para aprovechar las sobras de tortilla de patatas, yo la suelo hacer para aprovechar las sobras de las salsas. Ver la receta Aquí

Tortilla de patatas guisada

Esta vez no pongo ingredientes, sólo el procedimiento.
Si no tenemos restos de tortilla de patatas, hacemos una. Con cebolla o sin ella, como más nos guste.
Calentamos la salsa y cubrimos el fondo de una sartén o cacerola. Colocamos encima la tortilla y disponemos el resto de la salsa por encima.
Calentamos a fuego suave y eso es todo.

La salsa de tomate le va muy bien y una salsa de almejas a la marinera, mejor todavía.