miércoles, 18 de marzo de 2015

Huevos al nido de casa, las familias felices y dedicatoria.




Cada vez que hago estos huevos al nido, regreso a mi infancia cuando en casa hacían huevos al nido y a mí, que era inapetente, me parecía una comida interminable. Recuerdo a mi familia como una familia feliz, de esas que se parecen todas como dijo Tolstoi. Más aun, éramos una familia de muchos: ocho hermanos, papá y mamá, amén de los cargos de libre designación, a saber: la cocinera, la niñera, la chica de cuerpo de casa y la costurera que venía casi todos los días.

Los ingredientes


Cortar la parte superior del bollito











Tengo la suerte de ser la hija del medio - la mayor nació ocho años antes, la pequeña ocho años después, y las tres en el mes de octubre -. No era la pequeña de los mayores, que iban por otros derroteros; tampoco fui la mayor de los pequeños que eran más afines, estilo los Tres Mosqueteros. Yo era independiente, iba a mi aire que es lo que más me gusta. Sí recuerdo jugar con los pequeños, especialmente en las tardes de invierno que no te dejaban salir a la calle porque estaba oscuro y el tiempo no era bueno.

Regar con leche el interior
Y también el exterior


Jugábamos, por ejemplo,  a 'Tinieblas en la noche', que consistía en que uno se 'quedaba' y los demás nos escondíamos en el dormitorio de las niñas, el más grande. Cualquier sitio era bueno: encima de un armario, debajo de las camas, debajo de los armarios que tenía patas, dentro de la cómoda que tenía una falda, dentro de los armarios que eran grandes... Apagábamos las luces y al grito de '¡Ya vale! entraba quien fuera. No se podía encender la luz, pero sí se podía hacer ruidos extraños, tocar el pelo de la víctima, agarrarle de un tobillo, hacerle cosquillas... todo por el gusto
de pasar miedo y reírnos a gritos.

Tapizar con el jamón troceado
Colocar en la sartén










 Quizá por eso, uno de los pequeños un día que ni siquiera estábamos jugando, quiso meterse debajo de un armario y se quedó atascado: la cabeza dentro y el cuerpo fuera. Empezamos a oír como desde el fondo de un pozo,
- Un voluntario, que venga un voluntarioooo...
Era el niño, al que costó mucho sacarlo porque tenía una buena cabeza, augurio de una alta estatura. Allí estaba, rubio, guapísimo con sus grandes y dulces ojos marrones, la sonrisa siempre asomando, arranado, ni para adentro ni para afuera.

Incorporar el huevo

Bañar con el aceite para cuajar la clara

Una mañana de las vacaciones de Navidad, parece ser que andábamos medio aburridos. Estábamos asomados al patio interior desde el patinillo de casa. La cocinera de los del primero, que también eran muchos y habían instalado la cocina en su patinillo, había puesto un puchero. Nos encontrábamos en los puntos extremos de la hipotenusa de un triángulo.
- ¿A que soy capaz de meter una papa en el puchero de los Maldonado? -, dije yo que siempre estaba pensando y no me aburría nunca.
- Anda ya... -, me retaron.

Dicho y hecho. Elegí una papa de tamaño adecuado, la sopesé lanzándola al aire varias veces, nos fuimos al cuarto de las muchachas desde donde teníamos mejor perspectiva y... ¡¡CHOF!! No me lo podía creer, dentro a la primera. La pobre mujer miró al cielo, luego a la olla del puchero, removió con el cucharón, volvió a mirar a las alturas... y nosotros riéndonos como locos agachados bajo la ventana, nos asomábamos por turnos como las marionetas de los teatrillos, para contar y ver qué hacía.

Esa vez no nos pillaron, menos mal, porque desde que un 28 de diciembre dejé en la puerta de Julia la portera un canastito con una docena de huevos vacíos de los que mi padre sorbía crudos por las mañanas por aquel entonces (no sé quién le había dicho que aquello era muy sano), y de manera inexplicable se supo inmediatamente que había sido yo, me culpaban de todo lo que pasaba. Cría mala fama...


Huevos al nido de casa

Ingredientes por persona.
1 panecillo redondo. Que no sea de los de hamburguesa, de panadería.
Leche a temperatura ambiente.
Jamón ibérico, de bellota si es posible. Si no, de recebo o de cebo que también están muy buenos.
1 huevo.
Aceite de oliva para freír.

Elaboración.
Quitar la parte superior del panecillo. Reservarla.
Retirar casi toda la miga. Mojar el panecillo con la leche por dentro y también por fuera, esto último para que al freírse, quede crujiente.
Escurrir unos minutos boca abajo en un colador de malla fina o similar.
Rellenar con el jamón cortado a trocitos.
Calentar el aceite en una sartén, colocar el panecillo e inmediatamente, volcar el huevo dentro.
Ayudándose de una cuchara, ir regando la clara del huevo para que se fría y quede la yema líquida (esto va en gustos). Si queremos la yema cocida, echamos el aceite por todo, obviamente.
Conseguido el punto deseado, apartar, emplatar y servir bien caliente.

Nota y dedicatoria.
Suelo anunciar en mi página de Facebook, con una foto, mis próximas entradas en este blog. Cuando subí la foto de este huevo al nido, un amigo virtual Raúl Martín Entero, madrileño, sospecho que castizo, buen gourmet y cocinero aficionado, la celebró tanto, que no tengo más remedio que dedicarle esta entrada con todo mi cariño y agradecimiento: ¡Va por ti, Raúl! A ver si es verdad que la haces y me envías la foto. Besitos.