viernes, 21 de septiembre de 2012

Flores de sartén, para una pequeña guisadora feroz


La seguidora más joven de mi blog tiene ocho añitos y se llama Lucía, como la protagonista de aquella canción de Serrat - vuela esta canción para ti Lucía, la más bella historia de amor que tuve y tendré...- que siempre me ha gustado, y sospecho que es la responsable de muchas Lucía en este país.

José Luis Maldonado, conocido como 'mi Pepe' en mi familia que ya es como suya desde hace más de veinte años, es su profe y siempre está hablando de sus alumnos, a los que llama cariñosamente 'mis pollitos' y los quiere como si los hubiera parido, o empollado en este caso. Me ha hablado tanto de la niña feroz, que desde el primer momento he querido conocerla y aunque lo hemos intentado un par de veces, no ha podido ser. A la tercera, será la vencida.

No se lo digas a nadie, Lucía, pero eres uno de sus alumnos favoritos. Fíjate lo que me escribió tu 'profe feroz' cuando le pedí que me hablara de ti para dedicarte esta entrada:



BIOPIC DE LUCÍA

Nombre: Lucía Durán Navarro.               
Edad: 8 años.
Curso: 4º de Primaria.
Nick: “La niña feroz o terrible”
Madre: Carmen Navarro
Hito: Follower más joven de GUISADORA DUNCAN
Le gusta leer y escribir historias, cocinar con su madre, jugar y le encanta el colegio.
Su asignatura preferida es Cono, pero la parte en Inglés y Lengua.
Es muy imaginativa y muy creativa. Siempre vive en su mundo de fantasía.
Es muy cariñosa y su ilusión es conocer algún día a Guisadora Duncan.
Su profe preferido soy yo, “El profe feroz” porque su cuento favorito es Caperucita Roja y un día contando yo el cuento cuando estábamos en segundo de primaria, terminé tergiversando el cuento y yo pasé a ser de lobo a maestro feroz y ella, en vez de ser caperucita, pasó a ser la niña feroz.

ANÉCDOTA GRACIOSA EN EL COLE

Como actividad para celebrar el Día de Andalucía, estaba organizado un concurso de recetas andaluzas... Ella, ni corta ni perezosa, tomó prestada una receta del blog (ella sabe que soy uno de los administradores, pero no le importó). Yo, para pincharla le pregunté:
-        Lucía... ¿De dóndes has cogido esa receta? No sé, pero me suena de algo...
-        “Es de una amiga mía que tiene un blog de cocina muy chuli”
Jajajaja, es genial!
Las magdalenas las ha preparado ella para su tía con su madre y seguramente me habrá guardado alguna para que me la coma en el recreo, porque cuando hace bizcocho, siempre me trae un trozo para que lo pruebe.
Definitivamente me tiene conquistado el corazón!






Y estas son las magdalenas de las que habla el profe feroz, que me mandó la foto al móvil por WhatsApp y me ha costado darle mil vueltas a la cabeza para arreglármelas y ponerlas aquí, pero lo he conseguido. Definitivamente, un profe te hace pensar.

Le pedí la receta de las magdalenas y me dijo que no, que eso no importaba. Pero Pepe, hombre, que tienen una pinta estupenda y esto es un blog de cocina, a ver si no cómo quedamos la niña y yo con estas magdalenas que están diciendo cómeme, sin dar una mísera explicación de cómo se hacen. En fin...

Por eso, he preparado estas flores de sartén, para mi niña Lucía que estoy deseando conocer. He pensado que te vengas una tarde y hagamos una receta con mi nieta Sofía, que ya es mi pequeña guisadora, todo sea que montemos El Club de las Pequeñas Guisadoras, ¿tú que dices?

Aquí os presento a Lucía, con el permiso de su mami, para que veáis lo guapa y graciosa que es, y la cara de lista que tiene. ¡Para comérsela!



Para hacer las flores de sartén, necesitas un molde especial que venden en ferreterías y grandes superficies y no las hagas sola, siempre con un adulto.
La masa es muy sencilla, y siguiendo unas cuantas normas, no hay problemas:

  • Hay que calentar el molde sumergido en el aceite, antes de sumergirlo en la masa, porque si no, no sale nada bien.
  • La temperatura del aceite, más bien alta.
  • Hay que sacudir el molde a los lados para que se suelte la masa y se acabe de freír.
  • No hace falta dar la vuelta a la masa.
  • Se hacen muy deprisa, así que más vale andarse lista para que no se quemen.
  • Es mejor no lavar el molde, sólo hay que secarlo muy bien al terminar con un paño o con papel de cocina. Si se oxida, luego se agarra la masa y es un desastre.
Ingredientes.
1 huevo.
1 cucharada de azúcar.
1/2 cucharadita de sal.
110 gr de harina.
1 dl de leche.
1 cucharada de aceite.
Azúcar glas para adornar.

Elaboración.

Poner todos los ingredientes en un cuenco grande y batir. Calentar el aceite con el molde dentro.



Sumergirlo en la masa, sólo hasta la mitad y llevarlo rápidamente a la sartén. Soltar la masa.


Escurrir en papel absorbente y colocar las flores en una fuente bonita. Espolvorear con azúcar glas cuando estén tibias o frías.



Espero que te guste, y haberme explicado bien. En todo caso, que te lo aclare el  maestro feroz que para eso está.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Mermelada de ciruelas imperiales, el campo y el Ratón Pérez




Los veranos en la finca de Alhaurín El Grande tenían su rutina. Bajábamos a la cocina a desayunar, te deslumbrabas con la luz que entraba por todos sitios y cuando te acostumbrabas, veías a todo el mundo sentado a la mesa, con los vasos de leche, las rebanadas de pan cateto con mantequilla y miel; mamá y Juanita la niñera.

El novio de Juanita era de Álora y venía a verla de vez en cuando a caballo, campo a través. A mí, esto de ver aparecer al novio de Juanita como si fuera un aguerrido  bandolero o algo así, me parecía de lo más exótico y glamuroso, yo creo que me emocionaba más que ella. A los siete años, todo te maravilla.

Después del desayuno, las dos niñas medianas teníamos que hacer deberes. Ahora que lo pienso, a los mayores nunca les vi hacerlos y los pequeños se quedaban con Juanita o vete tú a saber. El caso es que  mi madre nos sentaba en un poyete de piedra frente al porche de la casa, cerca de un nogal enorme y centenario que tenía un columpio al que ni le habían puesto una tabla de madera, de modo que a los dos minutos de balanceo sobre la soga desnuda, ya tenías el culo como el de un mandril. Ni aun así dejábamos de usarlo siempre que podíamos, a los siete años haces lo que sea divertido aunque estés incómoda.



Nos compraban los cuadernos Rubio, yo creo que ese hombre odiaba a los niños, siempre había un cuaderno Rubio para todo. Hacíamos caligrafía, eso que ya no se lleva, con plumín y palillero, que se lleva todavía menos, y mojábamos en un tintero de tinta Pelikan que olía muy bien. Practicábamos la letra redondilla, cursiva, inglesa…  y será por eso que no sé escribir más que con pluma estilográfica, los bolígrafos conmigo, van a su aire todos. También hacíamos ejercicios de cálculo de Rubio, cómo no. Y un dictado, que mamá elegía de cualquier lectura.

Alrededor de las once, ya estábamos listas y podíamos ir a la alberca a bañarnos. No era una piscina, era una alberca. Con su musgo, sus plantitas acuáticas, libélulas, esos insectos que tienen las patas largas y parece que caminan sobre el agua – zapateros, creo que se llaman –,  sus abejas y sus ranas. Era  muy entretenido perseguir a las ranas y cazar alguna de vez en cuando, que soltábamos luego. Por la noche, se vengaban armando una escandalera horrorosa junto con los grillos y el búho real que vivía en el nogal, un concierto de Crock-crock; Cri-cri y Uh-uh que a mí, contra todo pronóstico, siempre me ha gustado. 



 Teníamos toda la fruta al alcance de la mano, la alberca estaba en plena huerta. Uno de esos días, al morder una ciruela imperial, se me terminó de caer un diente de leche. Escupí el hueso y me tragué el diente, adiós al Ratón Pérez. Mamá dijo que como el Ratón Pérez era muy listo y yo le había dado todos los dientes que se me habían caído, seguro que me dejaba una moneda bajo la almohada, como siempre. 

 A la mañana siguiente, bajé a la cocina, me deslumbré con la luz como todos los días, allí estaba otra vez todo el mundo,  yo enseñaba muy contenta una moneda en mi mano, mamá sonreía y Enrique Montoya cantaba en la radio Esperanza… Esperanza… sólo sabes bailar cha-cha-chá, ay qué pena por Dios, esa muchacha tan graciosa pero que no era buena, porque no tenía corazón. Menos mal que ritmo sí parece que tenía.


Ingredientes.
Ciruelas imperiales.
El mismo peso de fruta limpia, de azúcar normal.
1 vaina de vainilla.
1 palo de canela.

Elaboración.
Lavar las ciruelas, deshuesarlas y pesarlas. Partirlas por la mitad.
Preparar el mismo peso de azúcar que de fruta.
En el recipiente en que se van a hacer, colocar capas alternas de azúcar y ciruelas, empezando y acabando siempre con azúcar.
Dejar reposar en el frigo una noche entera o un día, da lo mismo.
Llevar a fuego medio, añadiendo la vaina de vainilla abierta y la canela. Remover a menudo.
En 15 minutos aproximadamente, estará lista. Lo sabremos, porque el echar una gota en un plato de loza o cristal, resbalará muy lentamente.
Triturar ligeramente y llenar los tarros esterilizados en caliente. Enfriar boca abajo.