domingo, 30 de octubre de 2011

Croquetas de salchichón de Málaga, el catering de cumpleaños y sonoroestreno en Makro.

Mi hermana Conchi y yo cumplimos años el mismo mes, pero con tres días de diferencia, ella es más joven que yo. Hace poco, estábamos tomando un te en la cafetería Lepanto de Málaga y  me dijo el camarero: se nota que usted es su madre, ¡son igualitas las dos! No pude más que contestarle: pues sí, la parí a los ocho años... Conchi dijo que éramos hermanas, el camarero dijo que habría sido mejor que hubiera estado calladito y yo me reí. Desde entonces, miro con más interés las clínicas de estética.
El año pasado, Conchi contrató a una empresa de catering para celebrar nuestro cumpleaños, estuvo todo muy bien, pero le salió carísimo. De modo que este año, me tiré a la piscina y se me ocurrió que lo hiciéramos todo nosotras dos, ha sido divertidísimo, nos hemos matado a trabajar, nos ha salido más caro que el año anterior y ahora tenemos material para tres o cuatro caterings más: bandejas, platos de presentación, chupitos, cucharillas, servilletas, cubiertos, copas, vasos, brochetas de diferentes tamaños y colores, y hasta manteles todos iguales.
E incluso nos hemos sacado la tarjeta de Makro, que no sé porqué le llaman pasaporte, y nos ha costado una trabajera grandísima, siempre nos faltaba algún impreso, pero a la tercera lo conseguimos, las recepcionistas ya nos miraban con lástima. Por fin entramos con nuestra lista de la compra que era enorme,  estuvimos una agradable mañana yendo y viniendo por los pasillos y pasando frío, que para la conservación de los alimentos está muy bien, pero Conchi terminó poniéndose uno de esos chaquetones que tienen para entrar en los recintos de la carne donde hace más frío todavía, y no se lo quitó hasta que pagamos en caja. Ande yo caliente, que dice el refrán.
Íbamos tan contentas con nuestras compras, salimos con el carrito y ¡saltaron las alarmas! Se armó un jaleo tremendo con ruido de sirenas, luces que centelleaban y todo el mundo mirándonos. La cajera dió un salto ¡nonono, por ahí no, que esa es la salida de emergencia! Vaya por Dios... ¿Y por qué no la tienen con un precinto o algo, para los que nos equivocamos de salida?, balbucí yo. Pues porque entonces, no sería de emergencia, contestó la cajera con más razón que una santa. Conchi no podía más de la vergüenza que tenía y encima a mí se me ocurrió decirle a la cajera bueno, no podemos decir que no hemos tenido un estreno sonoro en Makro, ¿verdad?. Conchi dió un tirón y nos sacó al carrito y a mí con toda la dignidad de que fue capaz, esta vez por la puerta normal.
Estas croquetas tuvieron mucho éxito, hicimos muchísimas y como me gusta hacerlas todas igualitas, Conchi dijo que seguro que alguien iba a preguntar que dónde las habíamos comprado. Yo le contesté que al primero que dijera algo así, lo tiraba por la ventana. Le tocó a la prima Maribel, pero no la tiré porque es muy linda y la queremos mucho.
Las cantidades son para un día normal, no para cuando te vuelves loca y te metes en hacer croquetas para una multitud.

Ingredientes.
1 salchichón de Málaga, bien tierno.
1 cebolla pelada y picada.
3 cucharadas de mantequilla.
3 cucharadas de harina.
700 cc de leche caliente.
Aceite.
Sal.

Para el rebozado:
Harina.
Huevo batido.
Pan rallado.

Elaboración.
Quitar la piel al salchichón y desmenuzarlo.
Calentar la mantequilla en una sartén y sofreír la cebolla hasta que esté transparente. Añadir entonces la harina y unir bien para que pierda el sabor a cruda.
Añadir la leche caliente poco a poco y antes de terminar con toda la leche, el salchichón. Remover hasta que espese y la masa se desprenda del fondo de la sartén.
Colocar en una fuente y entrar al frigo. Yo la dejo hasta el día siguiente.
Dar forma a las croquetas y pasarlas por la harina, el huevo y el pan rallado.
Freirlas en tandas de 7 u 8 y servir calientes.



jueves, 20 de octubre de 2011

Arroz al horno y la manía de cambiar las cosas de sitio


Este es el arroz por el que Manuel es mundialmente conocido. Parece ser que su madre lo aprendió de un amigo de la familia que era ilicitano, o sea de Elche, ella lo tuneó a base de bien porque en origen era arroz con costra, de los que llevan huevo batido por encima y sospecho que a ella eso de los huevos no le iba mucho. Quitó por aquí, añadió por allí y me quedaré con la intriga de dónde han salido los higaditos de pollo que lleva, que le dan un sabor muy especial, pero que no he visto yo en ningún otro arroz al horno. No sé si el original llevaba garbanzos, éste no los lleva.
Pero lo que más me maravilla, es que lleva la misma cantidad de agua que de arroz y además, hay que moverlo muy a menudo mientras se hace al horno. Con ésto, ya tenemos todas las papeletas para que salga un arroz rarísimo ¿no? Pues está la mar de bueno, para que veas.
 Yo lo aprendí de mi suegra y también tuneé lo que quise, recuerdo que le quité tocino entreverado porque me parecía que era demasiada grasa. Manuel lo aprendió de mí, y él no ha tuneado nada, nada, es muy bien hecho Manuel para todo y al final, es a quien mejor le sale, de modo que ahora este es el arroz de Manuel, por el que suspiran tirios y troyanos.
El paso a paso es de la última vez que lo ha hecho, venían a comer Conchi, Antonio y Aurelia. Como yo tenía que hacer las fotos, me puse a preguntar ¿cinco tazas de arroz no van a ser muchas? Manuel me miró y dijo es que yo... es lo que pongo siempre... Insistí  uhmm...a ver si se va a salir de la cazuela... Manuel se defendía como podía es que siempre le pongo lo mismo... Al final, fueron cuatro tazas y casi falta arroz, tenías razón Manuel, te lo dije entonces y lo repito ahora.
Le había dicho a Aurelia que le prepararía un tupper con el arroz que no nos comiéramos y resulta que todo el mundo quiso repetir y allí me tienes a Aurelia dándome una patada por debajo de la mesa cada vez que alguien decía que quería un poco más. Vale, pero poquito, que esto engorda muchísimo iba diciendo yo a los repetidores, viendo que mi pierna izquierda iba a terminar tumefacta. Al final, quedó un tupper muy aceptable que Aurelia se olvidó en casa.
Este arroz lo hemos hecho siempre con pollo, menos esta vez que ha sido con conejo porque alguien en el supermercado debió de dejar una barqueta de conejo donde estaban las de los pollos, que yo cuando la ví en casa pensé ¿cuándo hemos comprado conejo? Pues cuando hemos pensado que donde pone "pollo troceado" había pollo, y no conejo.
Aquí está la prueba, el conejo friéndose.

La culpa es de la gente que compra en los supermercados y no deja las cosas en su sitio. Si no quieres algo, ponlo otra vez donde estaba, que yo una vez me encontré un destornillador entre las manitas de cerdo. Otra vez, me llevé pimentón picante que estaba en el estante del pimentón dulce y nos comimos una fideuá así como con sabor mexicano. Claro, voy a toda pastilla cuando compro, que esos son los momentos en los que me gustaría parecerme a la diosa Shiva, y pasa lo que pasa. Así que haced el favor de colocar las cositas en su sitio, que me llevo cosas que no quiero. Gracias.

Ingredientes.
5 tazas de arroz de grano redondo.
1/2 pollo o 1/2 conejo, troceados.
4 chorizos de guisar en rodajas.
1/2 morcilla de cebolla en rodajas.
400 grs de higaditos de pollo troceados.
1 pimiento verde.
Tomate triturado.
2 dientes de ajo.
Azafrán o colorante alimentario.
Aceite de oliva.
Queso rallado para fundir.
Agua. La misma cantidad de agua que de arroz.
Sal.

Elaboración.
Freír la carne y reservar.
Hacer un sofrito con los ajos, el pimiento y el tomate.
Rehogar en el sofrito, los higaditos, el chorizo y la morcilla. Una vez rehogados, añadir la carne que habíamos reservado.
Añadir el arroz y rehogar junto con el colorante alimentario o azafrán y añadir la misma cantidad de agua que de arroz, no importa que el agua esté a temperatura ambiente.
Llevar a ebullición y entrar al horno precalentado a 220º.
Remover con una cuchara de madera cuantas veces queramos, para que todos los granos absorban la misma cantidad de líquido.
Tarda aproximadamente media hora, pero es mejor ir comprobando la cocción del grano.
Cuando esté listo, distribuir el queso rallado y apagar el horno.
Servir.







lunes, 3 de octubre de 2011

Lentejas viudas y los líos de familia

Cada vez que preparo lentejas, recuerdo la historia de Esaú cuando vendió a su hermano gemelo Jacob, su primogenitura por un plato de lentejas, una de las historias más fascinantes que he conocido nunca.
Ya se peleaban en el vientre materno, por lo que su madre Rebeca, fue a preguntar a Yahvéh como quien pregunta a una vecina; en el Antiguo Testamento la gente hablaba con Yahvéh con mucha facilidad: ¿y tú, a qué crees que se debe este jaleo que hay ahí dentro?, y Yahvéh le dijo que había dos pueblos en su vientre y que lucharían entre sí, que el mayor serviría al pequeño. Ni más ni menos.
Desde que nacieron, Yahvéh y Rebeca preferían a Jacob, Esaú sólo le gustaba a su padre Isaac. Sí, ese Isaac al que por poco mata su padre Abraham por obedecer a Yahvéh. Cuenta la historia que Esaú era cazador y Jacob era un hombre muy de la tienda, o sea, todo el rato junto a las faldas de su mamá y dejándose querer.
Un día Esaú volvía de andar corriendo como un gamo detrás de la caza, muerto de hambre el muchacho y Jacob había hecho un guiso de lentejas, así que le pidió que le diera de comer. El hermano, ni corto ni perezoso dijo que le daba las lentejas a cambio de los derechos de primogenitura y una de dos: o Jacob tenía lo menos siete estrellas Michelín, o Esaú manejaba un hambre de mil demonios, porque pasó por el aro. Para que te fíes...
Más tarde, Jacob dirigido por su madre Rebeca, volvió a engañar a Esaú, a Isaac y al lucero del alba, consiguiendo que Isaac lo bendijera pensando que era su hijo mayor que, a estas alturas de la película y hartito de tantas faenas, juró que mataría a Jacob. Entonces, Rebeca mandó a Jacob a las tierras de su hermano Labán, tío de los gemelos por parte de madre. Se casó allí primero con su prima Lía, porque Labán a su vez lo engaño a él, de donde se demuestra que lo de los engaños era cosa de familia, y luego con su prima Raquel.
De ahí salieron doce hijos, que fueron las doce tribus de Israel. El penúltimo, José, terminó en Egipto después de que sus hermanos lo tiraran a un pozo, esto de intentar matarse unos a otros ya era como  una tradición familiar,  y allí acabaron viviendo como esclavos, hasta que llegó Charlton Heston en Los Diez Mandamientos y los sacó después de freír a los egipcios con las siete plagas. ¿Es o no es un relío de familia?
Pero esa es otra historia que os contaré otro día si acaso, porque ahora me voy corriendo,  que se me pegan las lentejas.

Ingredientes.
300 grs de lentejas.
1 cabeza de ajos asada.
1 tomate entero.
1 ó 2 pimientos.
1 cebolla entera, pelada y con un clavo de olor pinchado.
2 zanahorias peladas.
1 hoja de laurel.
Aceite de oliva.
Agua.
Sal.

Elaboración.
No hace falta remojar las lentejas de víspera, basta con lavarlas en un colador con agua fría.
Ponerlas en la olla con agua fría.
Asar la cabeza de ajos, lavar y añadir a las lentejas, junto con las verduras, la hoja de laurel y un chorrito de aceite de oliva.
Llevar a fuego medio y cocer hasta que estén tiernas.
Triturar las verduras y añadir al guiso de las lentejas.
Salar y servir calientes.