viernes, 11 de marzo de 2016

Piyayos. Rafael Flores, la peña flamenca y mi Manuel.


¿Tú conoces al Piyayo, 
un viejecillo renegro, reseco y chicuelo;
la mirada de gallo pendenciero,
y hocico de raposo tiñoso..."

Así comienza un famoso poema de José Carlos de Luna, escritor malagueño costumbrista que dándose licencias poéticas describió un personaje que poco o nada tenía que ver con Rafael Flores Nieto - El Piyayo -, pero que todo el mundo conocíamos gracias a su pluma. La verdad, es que cada vez que escuchaba de pequeña a Diego Gómez recitar en Radio Juventud este poema, me daba una pena, penita, pena...

Según se cuenta, El Piyayo era renegro, reseco y gitano pero no chicuelo, era más alto que la mayoría. Se ganaba la vida cantando por los colmaos y tabernas de la Málaga de finales del XIX y principios del XX. Era pendenciero, estuvo en prisión y parece ser que al ser reclutado para el servicio militar, acabó en Cuba cuando la Guerra de Independencia y allí también visitó algún penal. Por eso su cante era particular, dándose en llamar "cantes del Piyayo" o "tangos del Piyayo". Son más cadenciosos que los tangos flamencos y tienen resabios de guajiras, recuerdan a los cantes de ida y vuelta, los que surgieron del mestizaje latinoamericano y españoles que iban y volvían distintos, enriquecidos con nuevos aires.

Cortar el hojaldre por la mitad a lo ancho
Trocear las avellanas











Llevó mala vida El Piyayo, como casi todos los que se dedicaban a esos menesteres en aquellos tiempos. El cante flamenco no subió a los escenarios hasta que Silverio Franconetti, sevillano por más señas aunque hijo de italiano y sevillana, después de oficiar los más extraños trabajos - llegó a ser picador de toros -, fundó el Café de Silverio en Sevilla. Fue un cantaor que dominaba todos los palos  aunque lo suyo fueron las seguidillas, y puso en marcha la edad de oro del cante flamenco, llevándolo a la categoría de arte. Habían nacido los espectáculos flamencos, los certámenes, y los flamencólogos con sus peroratas, diatribas y sapiencia. Y ahí ya se lía todo: que si Fulanito es más "jondo"; Menganito el que mejor canta esto o lo otro; que si Perenganito fue el que inventó tal palo o tal otro... En fin, un jaleo del que todavía no hemos salido.

Disponer el cabello de ángel y pintar de huevo
Doblar haciendo un rulo










No soy docta en la materia aunque sí conocedora gracias a mi Manuel que se aficionó al flamenco en Madrid cuando fue a estudiar a la Escuela de Caminos, Canales y Puertos. No pasó del segundo curso, se le fue el santo al cielo en la peña flamenca Silverio Franconetti que fundaron unos cuantos andaluces en el colegio mayor, entre ellos su amigo del alma Pedro - El Perico -, sevillano como Silverio. Estudiar, lo que se dice estudiar, no estudiaron. Ahora, que de flamenco, juergas y conversaciones hasta las tantas acerca de lo divino y lo humano, ahí echaron el resto. 

En este punto, debo hacer una aclaración. Mi Manuel y yo somos primos hermanos. Mi madre y la suya eran hermanas, así que nos conocemos de toda la vida. Sus padres y los míos estaban muy unidos, de manera que mis tíos cenaban los sábados en mi casa y mis padres hacían lo propio en la suya los domingos por la noche. Mi tío Pepe andaba un poco mosca porque el niño no aprobaba ni a la de tres, cuando mi Manuel era inteligente de verdad, todo sobresaliente y matrículas de honor hasta entonces. Pero al mismo tiempo, era un alma cándida. Un día llamó a su casa.

- Que nos han hecho una entrevista los de la tele por lo de la Peña Flamenca del colegio mayor, que pongáis el telediario del sábado que viene por la noche, que salimos.

Sellar bien los bordes
Cortar lo que sobre










El sábado estaban allí mis tíos con mis padres y yo, que no recuerdo bien por qué estábamos solos los cinco, con todos los que éramos en casa. Mi Manuel todavía no era mi Manuel. Después de cenar, café, copa y cigarrito en mano, nos dispusimos a ver el reportaje. Todo muy interesante, hasta que salieron las imágenes tomadas en una de las actuaciones flamencas de la peña. Se pasaron un rato enfocando a mi Manuel, porque era el más guapo y porque era el único que marcaba el compás con los dedos de una mano en un catavinos que sujetaba muy elegantemente con la otra. Ese fue el momento en que mi tío ya no pudo más y se puso a jurar en arameo, eso no era un hombre, era una hidra marina.

Cortar los flecos y dar forma de medio círculo
Hornear a 200º 20 min aprox.










- ¡Será cabrón el niño! ¿Pero vosotros estáis viendo al niño? Si parece que ha estado toda su vida de juerga con el flamenquito, el compás y los golpecitos en la copa. ¿Así cómo va a aprobar el hijo de su madre del niño este? Y nosotros aquí, venga a pagar el colegio mayor, la carrera y todo lo demás... Es que, vamos, ¡yo lo mato!-.
- Ay, Pepe por dios, déjalo que tampoco... que te vas a poner malo, que no es para tanto... Decía mi tía Pili en un vano intento por aplacar las iras del parter familias.
- ¿Que lo deje? ¿Yo cómo voy a dejar esto, Pili? Si es que el niño... mira el niño lo contento que está el cabrón,  y venga a suspender...

Levantar bien la masa del rulo
Quitar de la bandeja en caliente










Mi padre miraba con cara de circunstancias a un punto indefinido detrás del televisor, mi madre aparentó que no pasaba nada, y yo me puse a reír a carcajadas, para variar.
- ¡Niña! ¿Y tú de qué te ríes? - dijo mi madre -, que siempre tienes que dar la nota hija mía. ¿No estás viendo el disgusto que tiene tu tío? ¡Hala, a tu cuarto! Y me echó sin más.

Años más tarde, mi Manuel ya fue mi Manuel, terminó una ingeniería en Málaga, y me aficioné como él al cante flamenco. Sé historias, anécdotas, vida y milagros de los cantaores y cantaoras antiguos. Actuaron en la peña, José Meneses, Bernarda y Fernanda de Utrera,  Don Antonio Mairena...  Es un mundo muy curioso, tanto como el nombre de estos dulces llamados Piyayo, en honor a este personaje malagueño. Murió en 1940 y no tuvo hijos, por lo tanto, tampoco nietos como cuenta José Carlos de Luna.  Ya nadie llama a estos pasteles de hojaldre Piyayos, ahora los llaman herraduras de hojaldre. Los Piyayo que yo conocí tenían avellanas troceadas por encima, no iban glaseados ni estaban cubiertos de azúcar glass. Yo los hago así.











Piyayos

Ingredientes.
Dos láminas de hojaldre ya extendidas.
300 gr aproximadamente de cabello de ángel casero, o ya hecho bien escurrido.
100 gr de avellanas ligeramente tostadas y sin sal. Ya las venden así.
Huevo batido.

Elaboración.
Calentar el horno a 200º.
Picar groseramente las avellanas.
Cortar cada lámina de hojaldre en dos por la parte horizontal. Saldrán cuatro rectángulos.
Disponer un cordón de cabello de ángel en el medio de cada rectángulo.
Pincelar uno de los bordes con el huevo batido y doblar sobre el cabello de ángel. Apretar con cuidado sobre el cabello de ángel para dar forma de rulo. Sellar bien los lados y cortar la masa sobrante. 
Cortar los flecos de la masa que no lleva relleno y pincelar todo con el huevo batido. Dar forma con cuidado, de semicírculo.
Colocar en la bandeja de horno, sobre una hoja de papel parafinado y esparcir las avellanas troceadas.
No pinchar el hojaldre, queremos que suba.
Hornear con calor arriba y abajo y sin aire, durante 20 minutos aproximadamente. Vigilar que no se queme.
Retirar de la placa nada más salir del horno, con una espátula. Si dejamos que se enfríe, cuesta mucho trabajo despegarlos, el cabello de ángel aunque esté seco, tiende a "sudar" con el calor formándose un caramelo.


6 comentarios:

  1. Muy entrañable tu historia y muy ricos tus dulces de Málaga.Que me gusta conocer las raices!!!!Un besito

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    1. Gracias Carmen!
      A mí también me gusta saber de dónde vienen los nombres y las cosas :)
      Besitos guapa!

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  2. Qué buenos los "piyayos"...Me has recordado a mi padre, al que le gustaba recitar ese poema. Tengo que probar esta receta tan rica, un beso.

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    1. Hazla Rocío, son fáciles y están buenísimos!!
      Besitos, guapa

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  3. ¡¡¡¡¡ Ayyyyyyy....qué bonito !!!!! Me has emocionado viendo a tu dulce Manuel, al que como tu bien sabes, al igual que a ti Pedro y yo le tenemos un cariño especial....en la tele. Y me has sacado una sonrisa, imaginando la escena familiar.
    Me imagino a Manuel captando todas las miradas de las chicas de entonces, porque guapo sí que es. No sabia su gusto por el flamenco, algo que personalmente me encanta (mi padre cantaba muy bien...y yo aún recuerdo muchas canciones que el entonaba con maestría).
    Supe del Piyayo no hace mucho, gracias a un libro de un escritor malagueño, gran amigo nuestro, un libro que con seguridad sé que te gustaría....habla sobre ésa Málaga de principios de los años XX, y uno de los personajes es éste cantaor malagueño....que como el protagonista de la obra, viajó a Cuba (mira éste enlace...http://micocinacarmenrosa.blogspot.com.es/search/label/Presentaci%C3%B3n%20%22El%20vigia%20Puerta%20Oscura%22)
    Tus piyayos, llegarán a Mi cocina, los haré y te agradezco que me hayas enseñado como se llaman realmente, hay que contribuir que no se pierdan éstos grandes detalles que nos caracterizan a los malagueños.
    Un fuerte abrazo a los dos, en especial a Manuel, ése malagueño que yo no sabía que es tan saleroso.

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    1. Sí que es verdad, mi Manuel... guapísimo. Y un encanto de persona, claro que yo qué voy a decir!
      Como hagas los Piyayos, te pierdes, yo los tengo que hacer a menudo porque mi Manuel es dulcero, amén de dulce. Ya me contarás.
      He visto tu entrada sobre Juan Luis Pinto y su libro, tengo que leerlo.
      Muchos besitos para ti y para tu Pedro, guapa!!
      Gracias

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